Yo puedo explicar…

¿Por dónde empezar?

¿Disculpándome por desaparecer nuevamente, esta vez por aún más tiempo, luego de comenzar nuestra relación diciendo que quería proveerles estabilidad? (Algo que desde temprano establecí que yo misma carecía (estabilidad) en mi vida, así que no sé por qué esperaban más de mí pero aprecio que me esperaran, los aprecio más si vuelven sin ningún tipo de resentimiento — algo que yo no he aprendido a hacer (dejar que las personas vuelvan a mi vida sin resentirlos) pero que tal vez nos convendría a todos. En fin, soy igual de “unreliable” que el resto de las personas en tu vida y lo lamento, probablemente nace de mis daddy issues. Lo hablamos luego.)

¿Poniéndolos al tanto de mi vida, que sería igual que explicarles la razón de mi acto de desaparición, con todo lo malo y lo bueno y todas las veces que la vida me ha mirado a los ojos mientras me tumba al piso? (En resumen: me dio COVID por decir que era inmune, pasé de tener tres bisabuelos vivos a ninguno, igual que de dos güimos a ninguno. Me chocaron, lo que fue sorprendente porque usualmente la que choca soy yo. Cumplí años. Me aceptaron para una maestría en Salamanca (pero virtual, aún no tendré mi fantasía de Adri in Paris — que conste que solo vi un episodio de esa serie, pero quiero hacer la referencia.) Dos del “cast” de Jersey Shore me contestaron por twitter. Bad Bunny sacó un disco nuevo, etc.)

¿Volviendo a publicar algo tipo “Una Carta a Ustedes” y darles “snippets” de todas las cosas que comencé a escribir en un esfuerzo de proveerles contenido mientras simultáneamente los usaba de psicólogos, creando una relación de esas científicas dónde ambos se benefician? (Intenté analizar “Un Verano Sin Ti” y demostrarle a todos los que aún no se han montado en el “Badboliber train” que aunque sea medio sucio, hay mensajes bonitos detrás de sus canciones y en realidad es buen letrista; una segunda parte de “¿Por Qué Paradoja?” dónde sobre-explicaba mi voz narrativa (por qué escribo de la manera que escribo) ya que una de las personas que lee mi blog me dio varias críticas sobre mis posts y sentí la necesidad de hacerlo; Jersey Shore y cómo las mujeres del show impactaron el concepto de feminidad (cuando estoy ansiosa o deprimida me obsesiono con ciertas cosas— esta vez fue con reality shows. Vi mucho Jersey Shore); más teorías de Spongebob y cómo pienso que a los humanos no nos gustarían los Krabby Patties; la historia de cómo tuve un despertar espiritual por una película y, sorprendentemente, no por el retiro confidencial TOP SECRET de tres días que fui en el 2017 que sí les diría más detalles los tendría que matar—dónde nos hablaron de cómo la homosexualidad era un pecado y por faltarle el respeto a mi mamá esa vez en el 2011 iba a ir al infierno, cuando el líder de una de las caminatas estaba yendo a tribunales peleando casos de abuso sexual—pero lograron darme dos de las cosas que más anhelaba (1) reassurance y (2) la oportunidad de desaparecer de todo lo que conocía, aunque fuera por 72 horas. Cosas así).

¿O, simplemente, escribir y continuar escribiendo a ver qué sale? (Fingiendo como si eso no fue lo que me llevó a escribir todo lo anterior, verdad.)

¿Cómo volver a lo que amas sin que se sienta como una tarea? ¿Cómo escribirles, a ustedes pero para mí, sin ponerme la presión encima de lo que vayan a pensar? (Por alguna razón me convenzo en que estoy escribiendo mi tesis doctoral, o un ensayo que vale 89% de mi nota, o como si lo va a leer Julia de Burgos o Gabriel García Marquez. O Bad Bunny o Megan Fox. No sé, me pongo mucha presión a mi misma y nunca termino satisfecha —algo que lamentablemente puedo decir de muchas áreas en mi vida.) ¿Cómo deshacerme de ti, si no te tengo? ¿Cómo alejarme de ti si—perdón, me distraje.

El punto es que, hola y perdón que me fui por mucho tiempo. Necesitaba un momento para reorganizar mi vida y mi mente y tratar de distinguir todas las voces que viven en mi mente y separarlas entre las que sí debería escuchar y las que están ahí para molestar (por no decir joderme la vida—eso suena como si soy esquizofrénica o tengo múltiples personalidades, y tal vez, pero me refiero a mi manera de procesar pensamientos y sentimientos y todo lo demás.)

Aunque sigo sin sentir que algo me inspira, o alguna musa que me lleve a elaborar en algo en específico, sí he estado recordando momentos en mi vida que me hacen pensar “ok. ya pueden salir los camarógrafos. dónde está Ashton Kutcher?”, or reflexionando sobre ciertas cosas que sobre-analizo, ya que dudo que alguien las analice regularmente, así que creo y desarrollo mi propio análisis yo (como el hecho de que mi personalidad es adaptable y dependiendo de las personas que estén en mi vida, o la serie que esté viendo en el momento, mi comportamiento, jerga y expectativas/anhelos se va a adaptar, inconscientemente, a eso. Ya sea porque es un escape de la realidad, o sea porque nace de una inseguridad profunda que me hace sentir que mi personalidad en sí no es suficiente así que tiene que tomar prestado de otras partes, no sé), de las que podría compartir con ustedes.

El propósito de esta publicación, es más bien un anuncio para dejarles saber que próximamente estaré intentando volver a escribir. No solo para ustedes, pero para mí. Por mí. Ya sea para sanar o desahogarme o compartir esas cosas que siento que a nadie en el mundo real le importa pero que tal vez a alguien en el internet sí— vienen cosas por ahí. Espero que estén bien ustedes, prometo intentar ser más “reliable” y “ghostearlos” menos. (Aunque no se sientan mal, hago lo mismo con mis amistades. Hasta con mi familia. It’s a work in progress.)

Nada, escucharán más de mi pronto. Por ahora, gracias por el apoyo y por seguir aquí. Una de las cosas que me motiva a seguir escribiendo, y a empujarme a salir de mi zona de comfort, y lograr convencerme de compartir lo que escribo con los demás es saber que genuinamente hay personas que lo leen. Aprecio sus mensajes, sus comentarios, sus «likes», sus vistas–todo.

«Otro día», al fin llegó.

El amor es algo extraño. No creo que existan palabras suficientes para describirlo; y eso para mí, es raro. Las palabras tienden ser mi arma, mi entrada al mundo, mi método de expresión, de comunicación… Como nunca dejamos de sentir, por ende, de expresar; nunca existirán palabras suficientes para describir cada sensación, cada sentimiento, cada mirada...

Nunca habrán palabras suficientes para describir cómo me hiciste sentir. Desde un principio, pude sentir el hale, casi magnético. Desde antes de conocerte, estuvo ahí, como si Dios estaba «foreshadowing» mejores días. No sé qué hubiera hecho si no llegabas a mi vida. No sé cómo hubiera logrado… seguir, sin haberte conocido. Conocerte fue como si llevaba estancada en un túnel oscuro y al fin alguien prendió una vela para enseñarme que la salida del túnel, para ir hacía la luz, hacía el camino que anhelaba; estaba al frente mío todo ese tiempo. Conocerte fue escuchar canciones de amor y sonreír porque sabía de lo que hablaban, porque podía relacionarme a los sentimientos que narraban. Conocerte fue que… todas las canciones de amor, inconscientemente, eran dedicadas a ti. Fue sentir que al fin me amarraron bien las cuerdas para irme bungee jumping, como si alguien por fin me dijo (sí, reusando metáforas) ‘»pendeja, estás bien?», luego de años de solo escuchar estás bien pendeja.

Fue entender las películas de amor clichosas, y sentir, por fin, de lo que tanto hablaban en los «rom-coms». Fue comprender que efectivamente, el amor se compone de felicidad, pero también de tristeza, enojo, frustración… tiempo, comprensión, entendimiento… «compromises»... Fue estar consciente, en todo momento, que nada en la vida duraría para siempre, y que cuando lo nuestro acabara; aunque se sentiría como el fin, como si me quedé estancada en el túnel y el tren me cruzó por encima una y otra y otra vez; habría, por lo menos, sido amada de la manera que tanto anhelaba. Un amor incondicional (o bueno, así se sentía), compuesto de confianza y un sentido extraño de entendimiento; una conexión que se sentía planteada por el universo.

Amarte fue, mágico. Fue entender a lo que todos se referían cuando decían que «cuando dejes de buscar, ahí encuentras.» Fue sentir el corazón lleno cuando recordaste que mi sabor de «ring pop» preferido era «Berry Blast«, fue querer llorar de la felicidad después de haber tenido un mal día y llegar para que me recibieras con peluches y dulces, o con cosas que simplemente te recordaban a mi.

Fue confiar en alguien, plena y completamente, por primera vez en mi vida. Fue sentir que quería decirte todo, porque… no sé. Sentía que podía.. y quería que supieras hasta lo más profundo de mí. (Alguien me comentó que hago demasiadas referencias en estos posts, pero no me importa, así que aquí les va otra; era como si ella era Shrek y quería que siguiera pelando mis capas, como si fuera una cebolla). Amarte fue llorar cuando te fuiste, aunque sabía que te iba a ver en menos de una semana; aunque solo te fuiste a 45 minutos de mí; aunque habías pasado el día entero contigo…

Amarte fue entender por qué a las personas les gusta el afecto. Fue aprender lo que es sentirse segura y cómoda en tus brazos. Fue casi necesitar agarrar tu mano cada vez que estaba cerca de mí, fue querer sentirte cerca siempre. Fue alejarme de lo que me hacía sentir mal, pero porque aprendí lo que se sentía bien contigo. Fue alejarme de dónde me sentía menos, o incomprendida; porque me enseñaste lo que era sentirme valorada. Me enseñaste que todo el tiempo que pasé pensando que la que era «rara» o incomprendida era yo, en realidad era que los demás no se esforzaban lo suficiente en escuchar y entenderme, y que todos los pensamientos e ideas que reprimía dentro de mí con tal de no continuar sintiéndome como un fenómeno en mis círculos cercanos, los podía compartir contigo, porque tú sí entendías, tú si me escucharías.

Amarte fue permitirme ser vulnerable y abierta, fue aprender a amarme a mí. Fue desarrollar confianza y aumentar mi auto-estima–y aunque en el momento temía que lo hacía en busca de que siguieras conmigo siempre, me ayudó a mejorar como persona.

Fue querer hacer todo lo posible por verte sonreír. Fue querer otorgarte la luna, sin que me la pidieras. Fue sentir que merecías tanto, mucho más de lo que yo pudiera darte, y que aunque no lograra llegarle ni a los talones a la pareja que quería ser para ti, lograría por lo menos demostrarte que intentaría lo que fuera por serlo.

Del mismo modo… amarte fue aceptar recibir menos de lo que sentía que merecía, y justificarlo con el hecho de que, intentabas darme lo más que podías; pero de un modo distinto al mío, y por eso no lo veía. Fue mandarte 2 y 3 mensajes corridos y sentirme como una loca, por estar hablando sola, y mentirme a mi misma diciéndome que no me afectaba tu silencio. Que cada vez que te reprochaba el hecho de que no contestabas, o que me ignorabas la mayoría del día, me dijeras que estabas consciente de los mensajes. Decirme que estabas consciente de todos mis intentos de, ni siquiera hablarte, de asegurarme que estabas bien. Amarte fue no querer alejarme, aún cuando casi me rogabas que lo hiciera, porque a pesar de que tu distancia se sentía como si poco a poco me clavaban el pecho, no tenerte se sentiría peor.

Amarte fue aceptarte incondicionalmente, sin querer cambiar nada de ti; aún cuando hubo momentos en donde me hiciste pensar que no era reciproco. Era intentar probarte, o proveerte evidencia concreta, de que para mí, eras y siempre serías la única.

Hacerte darte cuenta de que nunca nadie me había hecho sentir del mismo modo que ella me hizo sentir la primera vez que nos agarramos la mano, o nuestro primer beso, o la vez que me besó en el baño de una barra (muy tipo película). Fue aceptar tu incertidumbre sobre estar conmigo cada vez que discutíamos, fue alejarme de cualquier persona que te pudiera causar inseguridades por no querer seguir lastimándote. Fue dar todo de mí, aún cuando sabía que no recibía lo mismo a cambio. Lo aceptada todo–lo bueno, lo malo y lo que quedaba entre-medio, porque te amaba. Porque en mi mente, el amor; o mejor dicho nuestra relación, después que lo «bueno» superara lo mano, (como dirían los niños de hoy día–tengo 23 años, una anciana) estábamos gucci.

Amarte fue… confuso y difícil, frustrante. Amarte fue complicado y desgarrante, fue como si se llevaran mitad de mi corazón prestado y al dejarme, te lo quedaste y ahora no sé cómo rellenarlo. Amarte fue ver poco a poco cómo cambiabas e inconscientemente me tomabas por sentado. Amarte fue ver cómo tu salud mental no te permitía dar más. Fue querer pensar que, sí me amabas, aunque no lo demostrabas de la misma forma que yo. Aunque nuestros «love languages» eran distintos, comoquiera podíamos encontrar una forma de comunicarnos con ellos.

Pero…también… amarte fue un suspiro. Amarte fue el respiro profundo que necesitaba para salir del fondo del oceáno. Amarte fue… paz, fue sentirme suficiente por primera vez en mi vida, fue descubrir cosas nuevas, aprender a manejar de forma distinta las cosas. Amarte fue el empuje a mejorar, por mí. Amarte fue refrescante, casi necesario. Fue aprender cosas nuevas, comer comidas distintas. Fue aprenderme canciones que me alzaban el alma porque me hacían pensar en ti (y que ahora no puedo escuchar sin llorar inconsolablemente). Fue crecer como persona, como estudiante, como novia, como amiga. Fue tener la confianza y la seguridad de salir del clóset en Facebook, fue poder compartir con los demás mi felicidad; porque por primera vez, conocí lo que era la felicidad genuina y plena. Y aunque solo nos duró dos años y medio… siempre la consideraré así. Siempre te recordaré así.

Amarte fue de las mejores cosas que hice y haré en mi vida; y espero que tengas presente que, aunque no estés en mi vida, lo estarás siempre en mi corazón.

Y supongo que tú, mi querido lector debes estar confundido. Sintiendo como si estás leyendo el diario de el extraño a quién se le quedó en Starbucks, como si eres Lizbeth Rodríguez (Infieles en YouTube, buenisimo busquenlo) y ya te dejé revisar mi celular sin recordar los mensajes, fotos y notas vergonsozas que tengo en él.

En una de mis primeras publicaciones (Capítulo 2: Straight, pero con sazón), les dije que otro día les hablaría sobre mi primer amor genuino. Y pues hoy, llegó el día. Y qué mejor manera de compartirla que tipo Tommy Torres en Querido Tommy (escribiéndole una carta a mi amor perdido fingiendo que sé que nunca lo leerá, pero deseando que lo hiciera). Mentiría si parte de mi no anhela que ella lo lea. Que a pesar de que hizo todo lo posible por alejarse (para que esto fuera más fácil, supongo), pueda ver cómo me siento y me sentí. Pueda saber que no tengo ningún tipo de enojo ni rencor, porque ambas cometimos errores y no creo que ninguna de las dos terminó la relación siendo las mismas que fuimos cuando la comenzamos. Para que pueda saber que aún pienso en ella, y la recuerdo con amor y nostalgia… y también con dolor en el alma y en el pecho, pero… pues. Uno sigue adelante y se lleva los recuerdos con uno, no?

Hay tanto que siento me queda por decir, por sentir. Pero como les dije… no hay palabras suficientes. Y miren que las han buscado; desde José Luis Perales diciendo que el amor es llorar cuando nos dice adiós, que es soñar oyendo una canción, a José José reclamándonos que todos sabemos querer pero pocos sabemos amor, porque amar y querer no es igual, amar es sufrir y querer es gozar. El que ama todo lo da, y el que quiere pretende olvidar y nunca llorar. (Y espero que sepas, que nunca podría olvidarte y que aún no dejó de llorar…) Desde Selena Gomez buscando un «loophole» para expresarse y meramente describir sus sentimientos diciéndote que te dedica todas las canciones de amor (I love you like a lovesong, baby) , o Hannah Montana diciéndote que «He could be the one», porque toca guitarra y tiene el pelo largo. Desde la carrera entera de Paulo Cohelo, o los amores trágicos de Shakespeare–nunca habrán palabras suficientes, siempre encontrarán nuevas formas de describir el amor y lo que nos hace sentir.

«Straight, but with Seasoning» (Parts 1&2)

The first woman that I ever liked (or rather, the first that I could admit to myself that I liked ), used me like a dirty old rag that you leave under the kitchen sink because it is all dirty, stinky and broken, but you keep it anyway because it’s the best stain remover. ( As El Chapulín Colorado would say , “se aprovechó de mi nobleza”—literally translates to they took advantage of my kindness.)

The first time someone ever asked me if I was a lesbian was in the tenth grade. For me, it was the biggest insult they could have given me. I wondered what made me look gay; if my obsession with the scene in Jennifer’s Body where Megan Fox and Amanda Seyfried makeout, or the fact that in every casual day I dressed like Justin Bieber Circa 2010 . I don’t know if what affected me more was that they thought I was gay, or if it had more to do with the one who thought it.

Let’s say she was the Serena Van der Woodsen from my school, the Alison DiLaurentis , before she left Elite ; the one who was my best friend in fifth grade and I’d call on my Hannah Montana phone just to waste the last 45 minutes I had left, but then when we got to high school, she ended up being more popular than me and well… distance won. (In the cinematic world of Mean Girls , she would be Regina George and I would be Janis.)

Janis Ian, Mean Girls (2004)

My initial reaction was shock; no one had ever suggested that I was a lesbian (at least not to my face ); proceeded by the Stages of Grief.

» No, they probably misheard her, she was talking about someone else.» ( denial )

“What a bitch”, how dare she? We don’t even know each other anymore.» ( anger )

«Maybe he saw me with one of my boy hoodies on, I should tell her it’s my brother’s or something.» ( Bargaining )

Unfortunately, I only managed to reach that stage on that occasion. I ended up ignoring the fact and swore to prove that I was the most heterosexual person in the world; as if I didn’t find boys disgusting and “wee-wees” didn’t absolutely terrify me. (I have a very complicated relationship with sex, I don’t feel comfortable referring to certain things by name—but that’s a topic for another day) Several months later; I inadvertently hit her on the head with a shoe, convinced myself that she hated me, and didn’t speak to her until college.

(For context: One of my friends had thrown a Karate Kid type kick in our classroom and broke the window. While that was happening; I left the room, dying of laughter, and tried to imitate my friend; without considering that we were idiots who used our shoes as if they were Scrooge’s slippers, and that by imitating her kick, my shoe would also end up flying and breaking something more important than the window—my dignity. Oh, and “Sara’s” head. (Her real name is Carla, but to try to leave some mystery between us.) 

Some time later, for our «psychology» class, they made us choose roles randomly, and we had to present a mini play where we developed our characters. My role, because as you know, the Universe likes to use me as a stress ball, was “someone who is gay and doesn’t know how to tell their parents”. The role of my «father» was given to the one guy swore was the love of my life since like the fifth grade ( until one day I came clean and he literally said I would never be with you ), which only made it worse. When we left the class, I went to one of my friends and told her «I’m a lesbian who doesn’t know how to come out» , and she proceeded to get emotional, hug me and say «I knew it!».

(For the record, it was the same friend who would eventually be the first to find out, officially, that I didn’t like “wee-wees” that much .)

Again, I felt as if I had just been told that my mouth smelled like rotten garlic, or that it looked like I hadn’t showered in a week (for me, the worst insult I can get is about my hygiene. We can psychoanalyze that later). This time there was no justification; this one knew me. This was coming from the friend whose family knew my favorite dishes, from the one that had seen me cry because my outfit did not close (yes, it really happened); this one had seen me in a hoodie and a skirt; in crop -top and in sweat pants . Someone with a deep insight of me… thought I was GAY ?

My mission, then, became trying to be the “bad girl” movie cliché. The mysterious, misunderstood hottie that has commitment issues; but if you get to know her, deeply, you fall in love. The one who is never serious with anyone, but has a bunch of suitors all over the place. (I feel like I’m describing the poetic version of a Wisin & Yandel song , but that’s the vibe I wanted to give—I guess the American equivalent of the vibe I wanted to give would be the poetic version of a Weeknd or Drake song.) 

Anyway, I wanted to be Megan Fox in Jennifer’s Body , but without eating boys (literally).

For reasons beyond my control (probably more related to my physical appearance in high school, further compounded by my low self-esteem), I couldn’t accomplish it my sophomore year. I had to wait until my senior year to have my Brooke Davis era. (S1-S3) in One TreeHill . ( I don’t watch movies, but I watch too many tv shows. )

In part it may have been that in my senior year I was at another high school, and not the same one I’d been in since third grade (at the time, switching schools felt like the end of the world , but now, I can’t imagine a different outcome ). No one remembered me as the weirdo who licked dirt in third grade for a dare, or as the one who was taking antibiotics the first time she drank at a party and ended up throwing up on someone’s trampoline. (Gabriela’s, but again, mystery preservation.)

A new school offered me the gateway to be mysterious, genuinely mysterious because no one knew anything about me. My chance to prove that no kid in my class ever confessed their feelings to me because my personality was too much, and not because I wasn’t attractive. They didn’t know me here, they hadn’t seen my flaws, nor my uncontrollable outbursts of needing attention. 

And indeed, I confirmed it.

I would tell you about the first boy that I came to like after my «father» in psychology, and how on Friday February 12 he asked me for a kiss and swore he didn’t have a girlfriend ( or anything like that) , and on Monday the 15th (when we celebrated Valentine’s Day at school) he sent his girlfriend  a serenade (one of those that the choir and the student council did to raise funds ) where he dedicated Camila’s “Solo para ti” (a song whose literal premise is that he knows he found the love of his life because he doesn’t have eyes for anyone else, but her. LOL.) to the girl he was dating; or that two years later I saw him again at a party, ( and I, who was not in a good place emotionally ), tried to revive the flame, and he was too busy hitting on my best friend but that would be too direct.

I could tell you, then, about when I went to Punta Cana on my Senior Trip and discovered that they indeed found me attractive in other countries, like Chile, Mexico, Ecuador, El Salvador… but my mom reads this, so we better save it for another day . For now, I will tell you about something a little more serious, something that was very difficult for me to write, process, overcome and something that I am still improving on.

I am not going to go into too much depth (not because it is not something important, but because it is another subject of which I can write five double-sided pages on, and I would prefer to leave it for another writing ) nor am I going to dissert a doctoral thesis on femininity and the internal value of women, but I will say that there was a time in my life where I let my internal validity depend on others.

(Now we’re transported back to a Netflix series-type segway, and this is where I give you a flashback that you don’t understand at the moment, but then connects to the rest, I promise.)

[ Trigger Warning (TW): Sexual Harassment ] .

I’m not sure where my insecurity was born, nor what caused the huge hole in my ego that led me to think like this , but I never felt pretty enough to be harassed.

You didn’t misread; I never felt pretty enough to be harassed . I know that’s not something I should think about, let alone share it with the internet; and I don’t want anything to damage this blogger -reader relationship that we’ve developed so far (because I want you  to keep reading and I like to think that everyone likes me ), but I feel it’s necessary to do so for the context of the story, and for you, my dear reader. So that you never think or feel the same as I felt.

I’m not telling you that I’m one of the 3% of women who have never been harassed ( yes. Three. 97% of women between the ages of 18-24 have been harassed at some point in their lives–a topic we’ll go in-depth in later) , nor am I suggesting that when I went out into the street I actively looked for 65-year-old dirty old men to roll down their windows and whistle at me; but when you’re 15 and your friends are more… developed than you, it’s easy to confuse what you want.

I’m telling you that to my virgin teen perspective, who didn’t even have her first kiss until she was 17; the fact that my friends were harassed meant (to me) that they were in their prime. I thought that when men grabbed our assess while trying to leave crowded concerts, it was a compliment. Or when a group of men surrounded me and started saying “KISS! KISS! «In the middle of a bar ( although I didn’t know any of the ones surrounding me, much less the one they wanted me to kiss) , it meant that I was so hot that men had to use their friends as an excuse to make the first move ” .

I know what you’re are thinking, I think it too when I look back. I was a an idiot (in Spanish I say pendeja, but I don’t like to curse) and if I could go back in time, I would go to my younger self, slap her, give her a hug, and tell her to GET IT TOGETHER, bestieI would reiterate how awful it feels to be harassed, how awful it can be… being a woman, and how awful it will be when she realizes all the times she’s been harassed, and because of her insecurities, she let it go as if it was normal. . (Although, of course, it was never my fault, which was something I had to learn later. It’s never your fault if you get harassed.) I would tell her that her value comes from her, and that she will realize how much she is worth a little later in life (and that she’ll have to spend a lot of money on psychologists and therapists, but at least she will know what she is worth ).

(Anyway, we’ll go into more of this later. For now, I’m coming back from the flashback to explain why I told you all this.)

So let’s jump to when I went to college. In United States. With Gringos. ( Not that I have anything against the US, (although…) but if you have seen a single American teen movie or series like Blue Mountain State , Greek , Euphoria … I can tell you that they do seem to be based on real events.) My fantasy of starting from scratch, of fully vindicating myself ,became an option and now the » bad-girl « phase would become something more real, more viable.

(Blue Mountain State)

Indeed, being a Latina in a town where the most they had seen of «Hispanic culture» was the Taco Bell at the end of the street, was good for my self-esteem. I completely ignored how empty I felt after a night talking to a Brad , or how uncomfortable I felt the time I kissed a Conrad (Brad doesn’t exist, but that one does), I didn’t care that I didn’t feel full nor empty; I was “flowing” (or at least I thought i was).

Until one day, while I was studying for a math test at my university’s Starbucks (that is, a coffee shop in the middle of nowhere they bought a bunch of cups with the Starbucks logo), I met her. (Yes, the one I told you about at the beginning, the one who treated me like a dirty cloth, that one) .

She stood in front of my table and, although she was only keeping eye contact with me, she was talking to my two classmates with whom I was studying with. The first thing she asked me, when he finally turned to me, was, “are you bisexual?» (Which left me…)

I think that when I tell this story, nobody understands the importance that I am trying to give to the fact that she asked me if I was bisexual. If we rewind to the beginning, we remember that I said that “the first time someone thought I was a lesbian, I felt offended”. Looking back now, it was probably because of my internalized homophobia (the frustration one develops when realizing that what makes you feel good isn’t «normal») that I developed as a defense mechanism.

( For context: In psychology, there is a defense mechanism of which we see examples daily, known as reaction formation. Wikipedia says that it is “any behavior, attitude or habit that goes in the opposite direction of a desire repressed.» I, who try to explain it to you in my own way, tell you that it is the stereotype that we see everywhere of the abuser, homophobic alpha-male that we later find out has actually been gay all his life and the anger he feels comes from feeling misunderstood.(I mean, Adam from Sex Education , Nate from Euphoria , Karofsky from Glee…) In my case, my negative projection was putting Logan Lerman as my phone’s background and every time I commented on the appearance of any woman, I accompanied it with a #NoHomo.)

(Physical Representation of me saying NoHomo)

I was puzzled when she asked me. No one had ever asked me if I was bisexual. To my repressed identity; that was scared and in a fetal position,  hiding in an empty and dark closet, already running out of water and rationing food; it felt more valid. Bisexual would imply that I like men meaning I’m “normal”), but from time to time I could admit that I would let Megan Fox stick gum in my face (I don’t know). It implied that I am straight  but with seasoning. My search for validation and feeling conventionally attractive could be expanded. Why let only the Brads and Chads give me validation, when Sarah and Jessica could make me feel the same way? Obviously, all this analysis happened internally and in half a second; so I didn’t reply to her right away.

I proceeded to ignore the question and continued studying for College Algebra. Once my friends left, she came back to my table, sat next to me and asked me if I didn’t answer her because I didn’t want to or if it was because I didn’t know. I replied both.

What followed that day was a lot of FBI-type investigations to see if I could discover her full name, and see her on her friend’s stories (well, the ones we had in common ), to see where she was. ( You know, not to stalk her, but so I could accidentally run into her .) It was followed by developing a very strange sexual tension; like if Tom & Jerry decide they’re gay, but they can’t be together because Jerry keeps making Tom want to smash his head with a mallet.

What followed was that, admitting that I had feelings for her led me to confess to my friends that, indeed, they were right but not 100%). What followed was that the repressed identity that was hiding and rationing food, managed to get out and try to interact with the world after spending 18 years being pushed into the closet every time it tried to come out.

What also followed was her looking for me and looking for excuses to talk to me—which were usually related to her drinking too much and deciding to text me. What followed was her talking to me everyday while I was home for Christmas, but once we got to college, I found out she had a girlfriend.

What followed was them breaking up, and her coming looking for me like a Rom – Com from the 2000’s, entering my dorm’s lobby to give me a kiss and leave, without saying anything ( yes, it really happened) . What followed was me confessing that I liked her (because the first time I didn’t and she claimed that that was why she found another girlfriend) and her leaving me in Read . What followed was her finding another girlfriend, but this one, she was unfaithful to with me ( which is not something I’m proud of, but I didn’t judge Cassie in Euphoria because I was Cassie in Euphoria (S2 Cassie—S1 we love her) ) .

Once they broke , I thought then we had a chance . I was wrong.

Later I found out on Twitter that, again, she was starting to talk to some other girl. Eventually, she got kicked out of college, but we kept talking.

I won’t go into too much detail about our » relationship » , I’ll just tell you that it was a year of feeling like trash 95% of the time, for thinking that the remaining 5%, that was positive (when I wanted it to be) , was worth it. A year of her having two and three girlfriends, all while still talking to me and treating me like her partner. A year of her being able to tell me that she loved me, and calls where she fell asleep because my voice gave her peace , and yet; she never wanted to be with me

[TW: Su*cid*]

When I finally had enough willpower to tell myself that I deserved better, and be done with her; she sent some worrying messages…, hinting that she would hurt himself I proceeded calling the su* cide hotline (where they put me on HOLD for like 20 minutes) and seeing what I could do about it.

(Apparently, the hotline is for people battling mental illness and in need of someone to talk to for a while—anything more serious than that, they’ll refer you to 9-1-1 .)

(If you ever need emotional support of this kind, you can call 1-800-273-8255 . My emails and social networks are always available too. Don’t sink in a glass of water, call someone to help you up to realize that the water is actually rather shallow.)

She stopped answering my messages and calls went straight to her voicemail . I texted her once more; letting her know that if I didn’t hear from her, I would have to call the police as a preventative method. She replied to please not. That she was fine. 

I didn’t hear from her again until almost a year and a half later, when she wrote to me again and I only replied because I thought she would give me closure .

She wasn’t interested in that. She told me that she had changed and improved , that her life had no meaning without me and that now she would know how to value me because I was one of the best, if not the best, things that happened to her. ( I’m not saying this to boost my ego—she genuinely said all that. )

I replied that what I was looking for was “ closure ” and I stressed that I was not ignoring her, but that I did not know what to say…. I unconsciously lied.

I never answered her. I got a text from her on Valentine ‘s Day and proceeded to block her again.

A year later, I met the love of my life. (Who is no longer in my life, but well … she was the love of one of my lives.) I met someone who taught me to value myself and be independent, even when I was in a relationship. Someone who for the first time said to me “you psychoanalyze everyone, but who psychoanalyzes you? ” (I felt as if everyone always asked me where’s perry?”,and finally someone asked “how’s perry?”)

And although after three years we realized that we work better alone, I don’t regret anything. (We will not elaborate much on this, since it is recent and it was one of the things that pushed me to start writing publicly—the best masterpieces are born from sadness, right ? )

(Another day I will tell you how amazing she was and how that was indeed my first genuine love. Another day I will tell you how much her presence brought me peace, and how she helped me grow as a person, but for now… )

(Part 3 will be out soon!)

No lean esto.

Sé que no le harán caso al título, pero se vale un intento de convencer a mi subconsciente de hablar sobre esto sin querer desaparecer por 7-10 días, laborables o sin querer tirar mi celular al océano y seguir sus pasos después.

¿No les pasa que… sienten algo, que no quieren sentir, pero que siempre está presente; así que lo tratan de enterrar y enterrar en lo más profundo de su ser para ver si ahí, en el fondo del abismo de tu cerebro, se pierde o se desvanece—pero termina no siendo así, termina siendo como un volcán, donde la presión continúa aumentando interna y silenciosamente, hasta que explota?

(…¿No? ¿Solo a mí?… Oka.)

Eso, es lo que está ocurriendo dentro de mí actualmente y, aunque usualmente continuaría siguiendo enterrándolo sin importar cuán horrible sea la explosión, no creo que estoy ni en una etapa de mi vida donde esté … emocionalmente estable y no creo que quiera ni pueda manejar las repercusiones que le seguirían a la gran explosión de Mount Paradojitis. Por suerte, para eso están ustedes. Para eso, creé esto.

Déjenme explicarles entonces—sino por darles una imagen más clara del por qué decidí compartir mis secretos más profundos con el mundo, por justificarme a mí el hecho de que, efectivametente… estoy compartiendo mis secretos más profundos con el mundo—por qué siento que es necesario que comparta estos sentimientos con ustedes, de una manera que ambos podamos comprender.

En el episodio Greasy Buffoons (S7E12) de Spongebob, Mr. Krabs se da cuenta de que su «grease trap» se está desbordando, y siendo lo maceta (tacaño/duro/»cheap») que es, decide no disponer de la misma de forma apropiada, sino que va detrás del Chum Bucket (el restaurante que es su competencia, el de Plankton—si les tengo que explicar cosas básicas de Spongebob, no entiendo que hacen aquí, pero lo hago comoquiera porque pues. Los quiero.) y vacía toda la grasa acumulada en la parte de atrás. La mañana siguiente, cuando Plankton se levanta a sacar la basura, se resbala en la grasa y se percata de que esta sustancia pegajosa y apestosa, sabe deliciosa. Y en otro intento desesperado de sobresalir culinariamente, usa este «regalo» que le llegó para atraer clientes.

En fin, termina siendo exitoso y resulta en una guerra de quién le puede alimentar más grasas tóxicas a sus clientes. A lo que voy—Mr. Krabs en realidad buscaba disponer de su grasa (metafórica para efectos nuestros pero literal para el episodio) por beneficio propio. En una búsqueda egoísta de facilitar su vida, sin tomar en consideración cómo afectaría a los demás, inconscientemente beneficia a su rival.

Aunque ustedes no sean mis rivales y mi grasa metafórica sean sentimientos (que me persiguen como si estuviera nadando con tiburones y de la nada caigo en regla), intento decirles que, aunque este instante de compartir mis emociones sea parcialmente egoísta, y un intento de mi parte para desenterrar la presión acumulada y evitar la explosión del volcán, puede que se beneficien de la misma. (Supongo que un ejemplo más fácil hubiera sido decirles que les cuento esto para establecer un tipo de relación simbiótica mutualista, donde ambos nos beneficiamos mutuamente, pero había decidido no pasar el trabajo de buscar cómo se llamaba el término científico (mutualism) (y comoquiera terminé buscando eso + el nombre del episodio de Spongebob…). Además, se escucha demasiado simple y busco alargar esto para que se aburran y dejen de leer. (risa malévola)

Supongo que ya, al establecer esto, puedo hablarles entonces sobre esta… experiencia, llamémosle, que me atormentó (y mentiría si digo que no continúa atormentándome) por mucho tiempo, y pienso que gran parte de eso fue el peso que conllevaba sentir que era la única que había llegado a sentirse así; al ir creciendo y viviendo distintas experiencias (bueno, en realidad… viendo muchos Tiktoks acerca del tema), aprendí que era una experiencia algo común (por lo menos en la comunidad LGBT+, o sea, en el lado gay de Tiktok…) y una que… siempre he querido compartir.

Una que siempre he sabido formaría una parte casi fundamental del libro de mi vida. Una que, de hecho, en parte es en lo que se basa la serie ficticia (basada en mi vida—o en la adaptación de mi «memoir») que me imagino mientras me baño y la que me hace sentirme como su parásito mutualista (en compartir esto con ustedes, espero poder ofrecerles algún tipo de guía o consejos, un tipo de comfort en que sepan que (1) no están solos en estos sentimientos (2) suele pasar más de lo que quisieramos y en realidad está fuera de tu control y (3) en que, eventualmente… estarán bien. (Yo todavía no pero, ustedes sí.)

No sé ni cómo decirlo, así que seguiré dándole vueltas metafóricas a mi punto. (Bare with me. Nunca he compartido algo… así con el mundo, pero es necesario para mi experiencia escritoresca.)

En el 2014, siguiendo el éxito de Awkward, MTV sacó una serie llamada Faking It. La serie, se basa en dos mejores amigas (Karma & Amy) que van a una escuela distinta, dónde ser diferente es lo «cool». Luego de que en una fiesta piensan que son pareja, las nominan para Prom Queens, (Karma) lo ve como una oportunidad de ser popular (y de entonces, tirarse al muchacho más popular de la escuela por el lado—Gregg Sulkin, el que hizo de Werewolf Mason en Wizards of Waverly Place, no sé en que otras cosas sale). Amy, dudosa, acepta fingir ser novias por complacer a Karma, pero en el desenlace de todo, descubre que sus sentimientos por su mejor amiga no son falsos y que la única fingiendo sus sentimientos era Karma. No les contaré la serie entera (aunque solo hayan sido tres temporadas), pero estoy tratando de decirles que… yo me identificaba mucho con Amy. (Espero que entiendan lo que intento decir porque no creo que pueda escribirlo concretamente, pero aunque nunca tuve una relación falsa (porque mi vida solo parece ser una película o de horror o de drama, no hay un in-between) con nadie… me identificaba con Amy.)

Todos se dieron cuenta antes que yo, lo que lo hizo más confuso aún. Aunque en el momento no sabía lo susceptible que es el cerebro a recursos externos, sean reales o no, siempre permaneció la duda de que la idea de que esos… sentimientos existieran (sí, lo dije bien. «la duda de que la idea«), en realidad había nacido de los demás y mi cerebro—para justificar el peso que cargaba en el pecho, para concretizarlo a ver si entonces se desvanecía o podía lograr soltarlo—lo aceptó. Al aceptarlo, se siente real aunque no lo sea, necesariamente.

Busqué toda manera de justificar mis sentimientos. «Nunca he tenido una amistad así, estoy confundiendo mi afecto.» (Siento que esta metáfora solo tiene sentido para… ti.) «Efectivamente, no es Juan, es Pedro.» Y la batalla constante que le siguió decidir por quién latían mis mariposas internas. (No eran por Pedro.)

Pensé que estaba proyectando mis deseos peliculistas, y que los sentimientos nacían de la añoranza de tener una relación aún más profunda con alguien más y pensar que sería imposible que cualquier otra persona pueda entenderte, conocerte, o hacerte sentir del mismo modo que… ella. Pensar que la paz y la comodidad que sentía (que en realidad siempre fue ficticia porque no recuerdo una sola vez dónde las mariposas en mi estómago y en áreas… inferiores no se hayan ido en un viaje de Monster Energy y hayan tratado de explotar fuera de mi—literalmente, vomitaba mucho. Y si algo he aprendido en el camino hacía mi pre-pre-quarter life crisis es que mi estrés y mi ansiedad se proyectan en mi estómago) al estar juntas nunca se compararía con estar con ninguna otra persona, o que nadie más sería capaz de saber tanto de mí y seguir aceptándome.

Mis sentimientos me traicionaron y buscaban hacer todo lo posible por torturarme de la peor forma. Romantizaban esta idea de que, iba a mágicamente lograr un Reik y lograr ser no solo su mejor amigo y el pañuelo de lagrimas, de amores perdidos; sino lograr ser ese por quién te desvelas y te desesperas, como si logras ser su llanto (ya saben, ese que viene de tus sentimientos). Mis sentimientos ponían a esta persona en un altar, como si genuinamente fuera la última Coca-Cola del mundo (sufro de adicción severa al refresco, si solo quedara una en el mundo creo que la glorificaría y me tomaría una gota diaria), y me hacían pensar que, nadie nunca iba a conocerla tanto como yo, por tanto— nadie, nunca, la iba a valorar y aceptar del mismo modo que yo, sería imposible.

Mis sentimientos… mi mente, mi corazón… todo, se irrumpía diariamente al pensar que si de verdad la amaba, la debería dejar ser feliz. Si de verdad la amaba, aceptaba que no era mutuo, que solo era una amistad profunda, distinta a cualquiera que había conocido y solo al aceptar eso podría seguir adelante con la amistad de una manera saludable y no casi posesiva—celando y sobre analizando cada vez que salía con parejas y no conmigo —o que me dejaba sola por estar con su pareja; aceptaba que solo sería una amistad y aunque existiera la posibilidad de que no lo fuera, aún así no la tomaría porque, ¿quién pondría en riesgo una amistad tan… genuina?

¿A quién se le ocurriría perjudicar una amistad que casi concordaba con mi fantasía de amistades tipo serie (donde yo soy la amiga rebelde que básicamente vive en casa de la protagonista (Lily de Hannah Montana, Sam de iCarly, Harper de WOWP, Chelsea de That’s So Raven, etc.) y mi contraparte es la mejor amiga que me comprende y me tranquiliza y que, no importa que, al final del día (o bueno, de los 21 minutos del episodio), estaremos bien)? ¿Quién pondría en riesgo el equivalente de la Cece de su Jess, el Timón de su Pumba, el Shrek de su burro?

Spoiler Alert:

(Spongebob Squarepants S2E14)

Bueno, aunque técnicamente, no fui yo. (Éramos un trío (los grupitos de tres nunca funcionan, si tienen uno, corran antes de que sea muy tarde. O añadan un cuarto) y la otra se percató de que me dolía demasiado cuando hablábamos de parejas, o bueno… cuando ella hablaba de parejas. Cuando no me quedó de otra que confesárselo, cometí el error de dejar la evidencia en mi teléfono y pues… eventualmente todo se sabe, no? )

Siendo completamente honesta, yo hubiera preferido continuar sufriendo en silencio. Escondiendo y enterrando mis sentimientos y fingiendo que a mi corazón no se le salían pedacitos todos los días, era más fácil que enfrentar la realidad. Era más fácil que tener que manejar las repercusiones que le seguirían a la verdad.

Era más fácil continuar sufriendo en silencio porque siempre sería un amor no correspondido, que tener que cargar con el peso de saber, o supongo.. de pensar que nunca podría ser la amiga «cheerleader«. Nunca podría, genuinamente, emocionarme por los desenlaces románticos de ella, ni darle consejos positivos sobre el próximo que viniera a menospreciarla—pensaba yo, verdad.

Era más fácil permanecer guindando sobre el risco del no saber, sosteniéndome solo de una pequeña rama de fe que estaba apunto de romperse—mi forma poética de decir, pensar que era un amor que nunca sería correspondido era mejor que confirmarlo.

La palabra clave, aquí, siendo confirmar. Ella saber me quitaba mi ramita de fe y establecía si, (1) efectivamente no estaba loca y el sentimiento era mutuo y lo que le seguiría eran muchas conversaciones de cómo hacer que algo… así funcione, o (2) si todo este tiempo la fe que me sostenía fue creada por mi propio ego en un esfuerzo de no derrumbar por completo la torre de Jenga de mis sueños.

El ella saber le abría la puerta a muchas conversaciones incómodas—fuera la que fuera su respuesta, una vez llegó a saber, era casi inevitable que… nada sería igual después.

Una carta a ustedes, supongo. <3.

Esta debe ser la undécima o duodécima vez que me siento a mirar un papel virtual, buscando vaciar el cubo de pensamientos que invade mi cerebro en el momento, buscando cómo sanar los tijerazos que el universo continua dándole a las cuerdas sosteniéndome en el planeta, orando que una solución para dejar de despertarme ansiosa todas las mañanas en la madrugada se aparezca mágicamente, como si le dejara a Dios o al fantasma del gato de mi vecino un canvas vacío, una ouija moderna que les permite iluminarme el camino hacia la sanidad. Y aún así, al intentar obligarle a mi mente y a mis manos a sentirse escritorescas (con tal de no sentir ganas de pegarme un ti—*cough* de no sentirme como una… homicida personal), no encuentro ningún deseo ni intención de escribirles sobre mí.

Últimamente, el peso de la vida se siente más real, más profundo. No sé si sea la adultez, la depresión, que la luna está en Mercurio, o si es que simplemente estamos en tiempos difíciles todos; pero el universo esta como extra welebi—. Ya no siento que voy bungee jumping para restrallarme; se siente como si voy nadando en un océano—inmenso y profundo; de los que te hace querer tener luz en exceso con tal de siempre ver tus pies y lo que vive debajo de nosotros—y que cada vez que intento subir a la superficie, cada vez que intento salir a exhalar aire fresco y no el del tanque enganchado a mi espalda, algo me agarra por los pies y me hala hasta el fondo… una y otra y otra y otra vez.Mi miedo… es que siga ocurriendo hasta que el tanque de oxígeno se agote y eventualmente no tenga… las fuerzas, de seguir intentando subir. Que el peso sea tanto que simplemente me deje caer, me deje llevar por la corriente a explorar el 80% de los océanos que nos faltan por recurrir. Y aunque sí, para mi escribir es terapéutico, al sentarme aquí no encuentro el interés ni el deseo de hablarles de mí, ni de compartir la bolsa de pensamientos que me hala hacia el fondo, no busco soltarles el peso inmenso que me sigue halando los pies; prefiero hablarles de otras cosas, de escribir sin propósito ni sentido, como la vida, y ver que sale.

Me disculparía por el hecho de que nada de lo que le siga a esto tenga mucho sentido, pero en este punto de nuestra relación, ya deben estar conscientes de que yo rara la vez tengo sentido. (BTW, me disculpo por desaparecer por un mes. Les juro que intentaba escribir y escribir y… nada. No se si era la presión que me puse a mi misma, de querer solo seguir aumentando sus expectativas (sí, las de ustedes, mis lectores. Esto es… para ustedes, en realidad. Por mí, pero para ti) y no decepcionarlos o aburrirlos; o si es que el diablito de la ansiedad está bloqueando mis habilidades escritorescas con tal de aislarme del resto del mundo.)

No he completamente psicoanalizado mi necesidad de proveer evidencia para las cosas (en forma de memorias específicas que le hacen creer a la gente que tengo buena memoria), aun cuando no me lo piden ni les he dado razón para no creerme, PERO; durante el tiempo que estuve MIA, intente ser Buzzfeed y hacerles una lista de 10 peliculas y series poco comunes, de las que, si he visto, que les recomiendo. Y les describía la película y le daba un rating, y los asociaba a otras series/películas, pero pues… (1) No me sentí lo suficientemente cómica como para poder ser Buzzfeed exitosamente (2) No he visto suficientes películas como para recomendarles otras similares. Intente después hablarles de mis teorías de Spongebob; de como el creador, como biólogo marino, basóla serie como si fuera tipo The Office, pero un nature documentary (que creo ya les habia llegado a mencionar), pero iba a profundizar en ella y ofrecerle evidencia concreta de la misma, pero pues

El único pensamiento que me consumía era, a quien, a parte de a ti, le va a interesar un análisis profundo de Spongebob, y pues… nunca logro terminarlo. Intente entonces hablarles de mi relación con la religión, y de una intentar integrarles la disonancia cognitiva (que es una manera fancy y psicológica de decir que nuestro cerebro justifica nuestras acciones a nuestro favor, siempre, por mas que intentemos de que no o queramos pensar que no). Comencé a contarles sobre mi experiencia en un retiro religioso (top secret—confidencial, que no les puedo contar nada porque sino los tendría que matar jajajajajaja…. Enserio.) de tres días, donde el segundo día por la noche preguntaron quien todavía no había sentido la presencia de Dios y las únicas dos que se levantaron fuimos yo y otra muchacha, y de cómo eventualmente me di cuenta de que una línea en la película Easy A tuvo más efecto en mi relación con Dios que ese retiro—y que no dejarme llevar por los métodos convencionales arcaicos de la religión me otorga la libertad de desarrollar mi propia relación con Dios; una donde no lo veo como alguien que castiga a su prójimo, ni que odia a los gays o que me va a mandar al infierno por la vez que le contesté a mi mamá después de que me dijo que no le contestara; lo veo más como… no sé, un Amigo. Alguien que vela sobre mí y me escucha de vez en cuando y si llegara a necesitar una manera urgente de exhalar… ahí estaría.

Lo más concreto que llegué a escribir, que me emocionó porque pensé que nuevamente había encontrado inspiración y musa (después de acabar la serie Dickinson en AppleTV+, véanla. La protagonista esta buenísima—digo, la serie. La serie esta buenísima. (Hailee Steinfeld if you ever read this,  im free on Thursday night and would like to hang out. Please respond to this and then hang out with me on Thursday night when I’m free, on Thursday night. When Im free), fue que encontré un libro sobre las historias (The Science of Storytelling, de Will Storr) y el escritor logra concretizar y validar la importancia de las mismas usando bases científicas, psicológicas e históricas. Le dio validez a mi lado escritoresco y, al mismo tiempo, sufri el trauma de ver el ultimo episodio de la serie Killing Eve (si, Así de malo estuvo y no soy la única que lo piensa. Adjunto la evidencia.) y me ayudo a darle validez al hecho de que (todavía, una semana después) no puedo ver escenas del episodio sin llorar. (Y no digo esto lightly, yo no lloro. No les estoy diciendo que me da sentimiento, o que se me aguan los ojos—no, lloro. Lloro como si estoy viendo la escena de Dos Oruguitas en Encanto por primera vez, o si nuevamente estoy sentada en una sala de cine en el 2008 viendo como Owen Wilson se despide del mejor actor canino que he presenciado, en Marley & Me. Lloro como si el final que le dan a los personajes es el mismo que me tocara a mí.)

Source: @holyorchard (twitter)

Logre irme en un viaje profundo sobre como mi tendencia de evitar ver películas nace de esta tendencia extraña que tengo de sobre relacionarme con los personajes, al punto que desarrollo esta añoranza, casi una necesidad de que terminen bien. O si no bien, con un final que me gustaría para mí. De como ciertas películas, de las que tratan de terminar con un final distinto al que uno usualmente esperaría, requieren tres a cinco días laborables para procesarlas emocionalmente, porque es como si vi mi vida entera (o por lo menos, los próximos 10 años de ella) en una película de hora y media, y necesito tiempo para procesarlo. Les hablo de como pienso que los medios de entretenimiento deberían ser un escape de la realidad, de otorgarnos a nosotros—los mortales propensos a los tijerazos (negativos…porque pues… tijerazos de otros lados son bienvenidos. Hailee, I’m free on Thursday if you want to hang out on Thursday.) del universo—la oportunidad de exhalar y despejar la mente. De hecho, escribi que;

Podamos, por ya sean treinta minutos o dos horas y media, olvidarnos de nuestros problemas y podamos enfocarnos en los de personajes ficticios. Que podamos no pensar en lo que tenemos que terminar para el trabajo, o en si deje o no la estufa prendida, que no tenga que pensar en cómo voy a pagar por la vez que choqué el carro de—*cough*; ya saben, problemas que nos consumen a todos; y podamos pensar en cómo Robert Pattinson va a lograr estar con Catwoman (no la he visto, pero quiero), o en lo cómico que fue que Bella genuinamente sintió que el “It” boy misterioso de la escuela pensaba que ella apestaba y ella comoquiera se enamora perdidamente de él.

“Y no es que quiera que todo siempre sea un escape feliz, y que en todas las películas veamos la misma estructura de conflicto donde, no importa lo que pase, al final del día, el mundo va a ser color de rosa y felicidad—y llueven flores. No. Estoy clara que a veces, el escape que uno necesita es ir a una sociedad distópica en donde, una vez al año podemos hacer lo que nos da la gana por 24 horas; o a veces necesitamos pensar en cómo sería la vida si nos tuvieran que dividir por distritos y mandarnos a pelear por comida (no sé, tampoco la vi… na, embuste, esas sí. Genuinamente no recuerdo por qué es que se van a los juegos).

Sé también que a veces no necesitamos un escape, sino una perspectiva distinta. Y que las películas que tienden a reflejar la sociedad real, o a narrar historias con finales… no felices, a veces nos ayuda a ver nuestras situaciones de otra manera y tal vez, nos ayuda a salir adelante (o sea, que se relacionen a los personajes, de modo saludable (a diferencia de mi), y logren proyectar sus problemas en ellos para así tomar ideas de cómo superarlo).

Sin embargo, también estoy consciente de que muchas de las series que más me han gustado, han sido victimas de malos desarrollos en sus historias, de escritores que parecen no saber como concluir sus historias (dice la que nunca sabe cómo concluir ni una salida con mis amigos), o de que terminan perjudicando el desarrollo de sus personajes y narraciones, por “shock value” o por intentar integrar elementos que estén “trending” al momento—que aunque no le sirva de nada al desarrollo, tener ciertos elementos aumenta vistas, así que, por qué no?

Luego, citaba al tipo que escribió el libro que les dije, porque el dice que,

“We beetle away happily… with the fact of the void hovering over us. To look directly into it, and respond with an entirely rational descent into despair, is to be diagnosed with a mental-health condition… The cure for the horror is story. Our brains distract us from this terrible truth by filling our lives with hopeful goals and encouraging us to strive for them. What we want, and the ups and downs of our struggle to get it, is the story of us all. It gives our existence the illusion of meaning and turns our gaze from the dreadThere’s simply no way to understand the human world without stories. Stories are everywhere. Stories are us. It’s story that makes us human. Recent research suggests language evolved principally to swap ‘social information’ back when we were living in Stone Age tribes… Stories about people being heroic or villainous, and the emotions of joy and outrage they triggered, were crucial to human survival. We’re wired to enjoy them.”

Will Storr, «The Science of Storytelling»

En otras palabras, que cualquier persona que llego a decirme que ser escritor o que contar historias no era esencial, (me puede mamar el b—*cough*)… estaba erróneo.

Sin embargo, nunca logro terminar mis ideas. No logro concretizar el mensaje que quiero transmitir. No logro sentir que mis habilidades escritorescas son lo suficientemente poderosas como para lograr entretenerlos al hablarles de cosas que no son de interés general, de las cosas que la sociedad (mía, por lo menos) me ha condicionado a pensar solo me interesan a mi así que tengo que buscar maneras creativas de explicarlo. Es como el anuncio de Chef Boyardee donde el chef les guiñaba a los papás porque ahora contiene 2% de vegetales. Por tanto, tu hijo es feliz (ustedes están entretenidos leyendo mis rants incesantes de todo y nada donde intento compartir los 70 pensamientos que están entrando en mi cerebro a la misma vez) y tú como padre te sientes más tranquilo dándole su dosis diaria de Chef Boyardee a tu hijo sin sentirte culpable porque por lo menos está consumiendo 0.01% de brócoli sintético (o sea—duermo con la tranquilidad de pensar que efectivamente leyeron algo que posiblemente no les apasiona a ustedes, pero a mi si, y logre transmitir esa pasión de tal forma que no se aburrieron o decidieron darme “unfollow”). Y aun así, no creo que le llegue ni a los tobillos al Chef Boyardee metafórico de mi mente.

No se. Mi inspiración viene y va últimamente, se me hace difícil silenciar al diablito metafórico que se me sienta en el hombro izquierdo. PERO, no se preocupen. Mi psicóloga me esta ayudando, y una de las asignaciones que me dio fue escribirles cartas a las personas, por… distintas razones, pero pensé comenzar con ustedes.

Aunque Freud Jr. (el diablito de mi hombro, le puse nombre) intente hacerme borrar esta página con todo, o me hace dudar de mis habilidades, o pensar que mis palabras no tienen poder; ustedes han estado ahí. Genuinamente, recibir mensajes de extraños diciendo que se relacionan a lo que cuento, o que lo disfrutan, o que lograron reflejarse ustedes mismos en mis palabras; me llena el corazón de una manera inexplicable y me hace querer seguir luchando por este sueno que tengo desde que tengo memoria, y de lograr impactarlos del mismo modo que otros me han impactado a mí. De establecer una relación virtual y metafórica, pero donde sientan que me conocen y yo a ustedes, donde pueda proveerles ese confort que anhelan, ser para ustedes la persona que, en mis más bajas, añoraba tener a mi lado. Lamento no poder ofrecerlos nada concreto, me disculpo por desaparecer por un mes. Gracias por seguir aquí, espero poder… concretizar mis pensamientos próximamente y darles mejor contenido.

Por ahora, como diría Squidward;

No soy yo, es El Diablo.

Pasé gran parte de mi adolescencia pensando que era una psicópata y el resto de ella, anhelando que tuviera un tumor en el lóbulo frontal, benigno, que estaba controlando mis emociones y decisones.

No quiero que piensen que soy una insensible (he presenciado lo difícil y aterrador que puede llegar a ser manejar tumores en cualquier lugar, y no se lo desearía ni a mi peor enemigo, pero recuerden que este espacio es para compartir los pensamientos que te susurra el diablito que se te sienta en el hombro cada vez que tienes que tomar una decisión), ni que sufría de hipocondría compulsiva y necesitaba evidencia física que comprobara que, efectivamente, me pasaba algo.

(El diablito y ángel a los que me refiero más adelante)

No fue nada así, pero para poder entender, tenemos que ir por partes.

De pequeña, era muy cruel. No pienso que era apropósito, y probablemente mi ansiedad e inseguridades exageraron cuán «mala» era (en kinder, por ejemplo, mordía a los nenes–algo que, cuando cuento, los que me conocen usualmente dicen «no me sorprende», y en primer grado recuerdo que empujaba a una nena que podía, literalmente, aplastarme como cucaracha si quería (ella medía como 5’5 y yo mido como 4’9 desde que tengo 7 años.), pero nunca lo hizo. A mi mejor amiga, que conozco desde tercer grado, llegué a amenazarla con un tenedor (no sé) y probablemente fui su primera relación tóxica (que ya hemos hablado sobre eso y superado y pienso que es la amistad más genuina y saludable que tengo y tendré), pero al crecer, desarrollé cierta necesidad de comprobar, aún no sé si a mi misma o a los demás, que soy buena persona.

Es una necesidad que, aún no he superado (que puede ser una de las razones por las cuáles sobre-explico todo y busco reiterarles constantemente que no quiero que piensen mal de mí), pero que he mejorado a través de los años. Solía ser una necesidad que me consumía, que me dominaba y me hacía poner a todo el mundo sobre mí. Ahora, solo es un pensamiento que me susurra el diablito en mi hombro y que puedo manejar. Sin embargo, imagínense cómo me sentí cuando una de mis amistades me dijo que le daba como «vibes de psicópata». Que conste que, nunca me ofendió, simplemente creó un conflicto en mi cerebro que me llevó a pensar que yo era un fenómeno extranjero aún no descubierto.

Usualmente, si te dicen «psicópata», piensas en asesinos. Tal vez piensas en Ted Bundy o Jeffrey Dahmer, puede que te imagines a Christian Bale en American Psycho (no, tampoco la he visto), o a Dexter de… pues, Dexter. Puede que te imagines a tu ex, o a tu madrastra, al perro de tu vecino o a Donald Trump. Aún así, Google dice que «psicópata» no es un diagnóstico oficial. Psicológicamente hablando, un psicópata es alguien que sufre un trastorno de personalidad antisocial. (Sí, cada vez que se refieren a ustedes mismos como antisociales, se están diciendo Ted Bundy. El término correcto para un introvertido sin interés de interactuar con la sociedad, sería asocial. O yo.)

Dexter, Dexter

Hay muchos conflictos en este diagnóstico, ya que se sabe muy poco, y lo que sí se sabe se contradice por todos lados. Aún así, para efectos oficiales (y para nosotros), nos vamos a dejar llevar por las señales o síntomas más comunes que presentan en este trastorno. Un comportamiento socialmente irresponsable (o sea, matar al perro de tu vecino porque se hizo caca en tu jardín (sí, te hablo a ti Gru de Despicable Me), ignorar/violar los derechos de los demás, incapacidad de demostrar entre lo que está bien y mal, y una incapacidad de sentir remordimiento o empatía. Tienden a ser mentirosos compulsivos y manipuladores, tienen problemas recurrentes con la ley y una indeferencia general hacia la seguridad y responsabilidad. (Eso dice healthline, por lo menos.)

En arroz y habichuelas, (como decía mi maestra que accidentalmente buscó un video porno mientras intentaba buscar un video de un grillo «molting»–una historia para otro día), un psicópata actúa impulsivamente; como si se dejara llevar por el «diablito», pero sin sentir nada. No necesariamente todos se convierten en asesinos en serie, ni en depredadores desalmados, pero sí tienden a tener tendencias más…rebeldes, dígamos. (Algo que yo, nunca tuve. Yo era buena. Era.) Cosas que uno pensaría «quién quisiera eso? Uy!», pero para alguien que sentía demasiado, la idea de alguien que no siente nada es casi un sueño. (O por lo menos pensaba, he tenido momentos dónde siento «nada» y es un vacío horrible.)

Trigger Warning: Toco temas sensibles más adelante (depresión, ansiedad, self-h**m…) Lean a su discreción.

Yo, juraba que era un fenómeno extranjero porque, aunque nunca le haría daño a nadie, sí me haría a mí. Y si me podía hacer daño a mi misma sin sentir remordimiento ni empatía, era una psicópata, pero solo contra mí. Pensar así, me quitaba el deseo de que fuera un tumor, y le daba sentido a todos los pensamientos que tenía que se sentían… únicos. Pensamientos que, aunque nunca lo había confirmado, solo pensaba yo. Las veces que no me ponía el cinturón apropósito, o cruzaba la calle sin mirar, las veces que me imaginaba una muerte tipo Final Destination cada vez que parabamos detrás de un camión, las veces que veía un cuchillo y en lo que pensaba era en mi vena yugular; todo tenía sentido, era un trastorno de personalidad. Lo que tenía que hacer era aprender a manejarlo y ya, resuelto.

El «tumor» se convirtió en el diablito y comencé a distinguir entre mi «yo normal» y mi «yo psicópata» (una vocecita que me presigue hasta el sol de hoy, pero ya no sé ni cómo llamarle–mi psicóloga dice que le llame ansiedad, pero no sé. Ese nombre como que no le pega.) El diablito que me decía que cada vez que me pelaba con mis amistades, ya–capüt, se fueron de mi vida. Procedo a encerrarme en mi cuarto a llorar mientras escucho Reik debajo de mi sabana (de verdad pasó, Me Duele Amarte todavía me da bien duro). O que cada vez que alguien de mi familia se enojaba conmigo significaba que ya, me odiaban, como si no llevaran los 23 años de mi vida dejándome saber que me aman incondicionalmente.

Me daban celos, pero celos casi posesivos que no podía explicar, y nacía de la voz en mi cabeza diciéndome «mira lo fácil que es reemplazarte, si mejor que tú hay mil», y cuando me importaba alguien, o mejor dicho cuando tuve mi primer grupo de amistades que satisfacía mi fantasía del trio de amigues en cualquier serie clichosa de Disney en los 2000’s, mi peor miedo automáticamente se convertía en perderlos. El «diablito»me convencía de que tenía que hacer todo lo posible por mantener a mis amistades, sin importar lo que tuviera qué hacer.

Trio clichoso de Disney Channel

Las veces que lamí tierra, o que me metía en problemas por no hacerle caso a mi familia en un intento de satisfacer ambos lados, porque por una parte estaba el miedo de perder a mis amistades y por el otro el de decepcionar a mi familia (que puede ser la razón por la cuál he visto Turning Red en Disney+ por los menos 15 veces desde que salió–veanla, está bien buena); las veces que permitía que me «gaslightearan» (no sé cómo se dice en español, pero gaslight me), o que me trataran como menos, que me tomaran por sentado. Las veces que me hacían sentir insegura por la ropa que me ponía, o las cosas que me compraba; solo para luego pedírmelo prestado dos días después. El diablito me convencía de que mi valor individual no era suficiente y nunca lo sería, así que tenía que hacer tres veces del esfuerzo necesario para satisfacer a los demás, aún cuando no me satisfacía a mí, aún cuando me drenaba emocional y físicamente. (Que conste que, esas amistades son las mismas que son mis fanáticos #1 en esta página y que lo que digo, no lo digo con resentimiento ni pienso que fue culpa de ellos que me sintiera así.)

Pienso que mis inseguridades me hacían ponerle un peso inmenso encima a mis amistades, y mi afán por que mi vida sea como una película/serie no ayudaba; no creo que mi mejor amiga iba a llegar a dejar su segunda identidad secreta por mí (Hannah Montana:The Movie, si no entienden la referencia, no entiendo qué hacen aquí). Lo que quiero decir es, creé expectativas falsas de las personas que me rodeaban y cuando no las cumplían, sin importar cuán irrealizables fueran (porque literalmente eran basadas en personas ficticias) me decepcionaba. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que mis fallas impactaban mis perspectivas y que, aunque ninguna de mis amistades ha sido perfecta, yo tampoco lo he sido y… that’s okay. Las amistades no se basan en fallas o imperfecciones, se basa en quién está ahí cuando el túnel está alumbrado y el que se queda cuando está tan oscuro que no puedes distinguir ni las sombras–(y pienso que las personas en mi vida actualmente cumplen con los requisitos–sé que me leen, los amo).

El diablito me convencía de que mi familia, por más que me dijeran cuán orgullosos estaban de mí, o cuán inteligente pensaban que era, solo lo decían porque sentían que tenían que decirlo (que debo notar, no es el estilo de mi familia. Mi familia te dice las cosas, de una manera cruel y cruda y espera tu reacción. Si es negativa, como suele ser, se ríen y dicen «es broma»–tengo muchas historias así, ya anhelo contárselas. «Bájate del carro»). Que no importaba cuánto me esforzara o cuán lejos llegara, nunca iba a ser suficiente. Porque aunque cumpliera con las expectativas de ellos, nunca cumpliría con las expectativas que impuse sobre mí (las mismas que creo me imaginé a los trece años; el sueño de convertirme en una escritora famosa joven, con mi best-seller millonario y los miles de productores que me iban a contactar para desarrollarlo como una serie–que yo iba a escribir, producir, dirigir y protagonizar (sí, tipo Lin-Manuel Miranda). Cabe decir, entonces, que cuando cumplí veinte años, oficialmente ya no era «teen», entré en un pre-pre-quarter life crisis por esta presión imaginaria que me impuse y el hecho de que sentía como si todos a mi alrededor seguían adelante con sus vidas, y yo estaba estancada en el mismo sitio. Todo lo cuál me decía el diablito.

(Ahora, les voy a decir algo medio triste, medio… preocupante. Algo que creo que solo llegué a compartir con dos personas y una de ellas fue mi psicóloga–ya no pienso así, estoy mejor. No se asusten. Discreción, (TW) nuevamente.)

No les puedo decir que llegue a una solución fácil ni directa, no les puedo decir que mis «coping mechanisms» fueron los mejores, pero por un tiempo, mi único consuelo era pensar… no me puedo morir, no le puedo hacer eso a mi mamá. No pensaba en mi papá, ni en mis abuelos–todos los cuáles se irían en crisis si me da hasta un catarro, no me podría imaginar algo peor–no pensaba en mis amistades, «ellos lo van a superar, sabe Dios si están hasta mejor…», no pensaba en mis perros ni en mis güimos, o en mis tías que, nuevamente, se irían en crisis. No, decidí que el peso caía sobre mi mamá. Decidí esto, luego de ver Thirteen Reasons Why (Sí, súper estúpido, clichoso pero recuerden–mi afán era que mi vida fuera una película). Mi pensamiento viendo esa serie nunca fue «wow, cómo pudo hacer eso por esas razones?» ni que esta sobre reaccionando, mi pensamiento siempre fue «cómo le pudo hacer eso a su mamá…(que cabe decir que Kate Walsh se botó (la que hace de la mamá que también es Addison en Grey’s y creo que sale en The Umbrella Academy).

Me mantuve así por un tiempo. Con ese pensamiento, y un desinterés constante por todas las cosas que me solían gustar. No sé en qué momento sentí el deseo de buscar ayuda, no puedo recordar qué fue mi rock bottom (no sé si por qué siento que hay tantas posibilidades de cuál haya sido, o si es que mi mente lo bloqueó de mi memoria en un esfuerzo de proteger la poca dignidad que me quedaba), pero decidí hablar con uno de los consejeros de mi universidad (que era guapísimo, wow). Me ayudó, me sentí mejor, dejé de ir. Y seguí en ese ciclo hasta… bueno, ahora mismo estoy en el ciclo (pero mi psicóloga me quería cobrar demasiado así que.)

Sin embargo, las últimas dos psicólogas que tuve siento que fueron las más que me ayudaron silenciar al diablito. A aprender a distinguir entre los pensamientos que quieroo que estén presentes, y los que el diablito está tratando de imponer. Aún hay veces que vuelven, hay veces que se siente como si el diablito ya ni me susurra, me grita al oído, pero poco a poco uno va encontrando formas de manejarlo.

De vieja fue que vine a comprender que el diablito, efectivamente se llamaba depresión y que tenía razón, yo no estaba completamente en control de mis sentimientos ni mis acciones–pero no porque me controlaba un tumor, sino que los químicos en mi cerebro decidieron tener una fiesta y se les olvidó invitar a serotonina, y ahora se chavaron. (O si quieren una explicación más Disney, era Riley en Inside Out. Mi felicidad y tristeza se fueron a dar vueltas por mis memorias y dejaron a mi enojo y mi asco en control.) De vieja, fue que vine a entender que sí estaba enferma, y que aunque no fuera igual de visible que una herida abierta, o un tumor en el cerebro; estaba igual de presente que un dolor de cabeza o un catarro. Por más que no quería aceptarlo, era una enfermedad sin cura. Una enfermedad de la cuál te pueden ofrecer formas de manejarlo, o consejos de cómo mejorarlo, pero nunca cómo dejar de sentirlo. (Y no, lamento decirles: Noticia de Última Hora: Decir «no estés triste», «sonríe más», «sé feliz», «ay, eso es mental», NO lo soluciona. Dicen los científicos, por si eso los hace creerlo más)

Este, lamentablemente no es otra narrativa mía dónde sobre-comparto todos mis pensamientos y hago un «trauma-dump» en el internet para luego acabar con una nota fresita y positiva asegurándoles que todo va a estar bien, porque no quiero ser hipócrita. Esta soy yo, compartiendo mis pensamientos más oscuros a ver si al sacarlos a la luz, se van. Esta soy yo, añorando que alguien en alguna parte del mundo me lea y diga «entiendo completamente» o «wow, yo pensaba que yo era el/la/le único/a/e que pensaba eso», y que esa misma persona esté mejor ya o que al leer esto, se dé cuenta de mi mejora y empiece a buscar la luz al final del túnel. La misma luz que yo, sigo persiguiendo, y cada vez que pienso que estoy apunto de agarrla, me tropiezo y se va. (Estoy bien, no se asusten.)

Esta soy yo diciéndoles que estaba peor de lo que estaba hoy y que, aunque mi yo de trece años estaría decepcionada en que todavía no tenemos millones de dólares y no fuimos la mujer más jóven en ganarse el premio Nobel de literatura; pero mi yo de diesciseis años estaría aliviada de que el dolor de pecho se fue, y el deseo de llorar constante ya no me consume. No busco, activamente, alejarme de las personas en mi alrededor ni me han dejado de interesar las cosas. Mi yo de diesciocho años estaría decepcionada de que ya ni una margarita me puedo tomar sin que me den náuseas, pero orgullosa de que haya buscado ayuda y haya tomado una inciativa por mejorar.

Les puedo decir que buscar ayuda, efectivamente, ayuda a silenciar al diablito, aunque sea un poco. Hacer ejercicio hace que se me olvide que el diablito existe por el hecho de que dejo de sentir mis piernas y mis pulmones se sienten como si fueran a explotar, enfocarme (aunque se me haga sumamente díficil por mi ansiedad/adhd no-diagnosticado) en algo ayuda también y mantener como siete formas de «media» prendidas a mi alrededor ayuda a silenciar al diablito, o por lo menos, distraerlo (por tanto, tengo mi «google home» con lo-fi hip hop beats, en mi iPad pongo algo para ver (usualmente Infieles en Youtube, que es de esos reality shows que son tan malos que son buenísimos, o una de las Ice Age en Disney+—son 5 y solo son válidas en español, igual que todas las Shrek y Mulan), en mi computadora trabajo/escribo/hago estupideces, y en mi teléfono subo y bajo en todas mis redes, leyendo los mismos cinco tweets de las únicas tres personas presentes).

Ser más abierta sobre mis emociones y mis luchas, con mis familiares y amigos, me ha ayudado a validar mis emociones—hasta las negativas, y a hacerme sentir que no es que esté «loca», ni que soy un fracaso total—no es un tumor ni que sea una psicópata—sino que es algo que, lamentablemente, le ocurre a sobre 264 millones de personas. Y lamentablemente, los últimos años han sido tan difíciles para todos (menos para los dueños de Charmin), que es algo común. Algo normal que debería dejar de ser un tabú. (Y esto lo digo de manera cruda y lo lamento—nuevamente, discreción)

El hecho de que alguien no comparta sus ideaciones suicidas o pensamientos negativos, o que le digas que «no diga eso» o que «no piense así», no le quita los pensamientos ni los hace desaparecer—permanecen ahí y ahora es peor porque, ahora están ahí en silencio. Siguen presentes, pero le estás exhortando a la persona a que se los quede guardados y, por lo menos para mí, soltarlo es… terapéutico, libertador. Siento que compartir lo negativo, le quita el poder al «diablito». Es como chotearle a la maestra que el nene que se sienta atrás tuyo te sigue dando patadas, lo tiras al medio y se abochorna.

Compartir lo negativo lo saca de mi cabeza, y mi cabeza tiende a ser «hoarder«. Guarda las cosas y las deja ahí, sin importar que estén expiradas o podridas ya, las guarda y hace aparentar como si siguen siendo importantes —cuando efectivamente, son basura. Siempre se me ha hecho muy difícil superar las cosas, y pienso que cae grandemente en el poder que le daba al diablito hoarder en mi cabeza. Lo dejaba que me siguiera atormentando con lo mismo, ahogándome en un vaso de agua. Ahora, cuando empiezo a sentir que me ahogo, trato de respirar, mirar para abajo y tratar de ver si genuinamente me estoy ahogando en una corriente interminable (o sea, si estoy dejando que mi ansiedad sobre-analice todo y cree un worst case scenario que no es ni realístico) o si estoy en un vaso de agua acostada y lo que tengo que hacer es levantarme y ver que estoy en lo llanito (y sí, un vaso, en cualquier otra cosa sigo sintiendo que me ahogo, pero porque soy bien bajita.)

Así que no sé, tal vez lo negativo los ayudé a ustedes también. (No sé si se han fijado, pero no soy muy buena concluyendo las cosas—pienso que es o por lo de las expectativas imposibles sobre mí misma (que todo lo que escriba tiene que ameritar terminar en la lista de los «best-sellers») o puede ser mis «abandonment issues» y que concluir un escrito implicaría que estoy acabando mi relación blogger —lector, no sé.) Aunque les dije que no iba a darles un final fresita, mentí, los voy a dejar con las dos frases cliché que, genuinamente me han tocado algún área del alma, y que comparto con mis amistades como forma de consuelo.

La primera, es un clásico:

«Las nubes grises también forman parte del paisaje»

Ricardo Arjona, Fuiste Tú

Porque, efectivamente, sin lo malo, lo bueno no se siente tan impactante. Por eso es que tendemos a tomar por sentado cuando todo va bien.

La segunda, me sorprendió porque salió de una película de muñequitos, que siento siempre tratan de tener un mensaje más profundo y un tipo de moraleja, y fue:

«When you’ve reached rock bottom, there’s only one way to go, and that’s up!»

Buster Moon, Sing (2016)

Y aunque no suelo ser muy optimista (porque siento como si cada vez que pienso que estoy en «rock bottom», descubro otra capa terrestre debajo mío que no sabía ni que existía), sí confieso que me inspiró a pensar que, tal vez, las cosas sí pueden mejorar. Puede que todo empeore antes de, pero eventualmente, mejoran.

La última (que dije dos y mentí, perdón, ya saben que no soy narradora confiable), apareció hace poco (en la misma película que he les dije he visto mil veces ya (o sea, todos los días desde que salió), Turning Red) y me impactó de una manera… distinta.

«People have all kinds of sides to them. And some sides are messy. The point isn’t to push the bad stuff away. It’s to make room for it, live with it.»

Jin, Turning Red (2022)
(Turning Red (2022)

Supongo que eso mismo aprendí a hacer, aprendí a manejar la voz, el lado «psicópata», el diablito, como le quieran llamar, aprendí a vivir con ese lado de mí. Lo importante era saber distinguir entre que pensamientos le pertenecían al diablito (a la ansiedad, que como dice mi casi madrina «no me pertenece, solo me visita de vez en cuando, pero no tiene por qué quedarse) y los que me pertenecían a . A tratar de flipear la perspectiva de una manera dónde entendiera que, efectivamente tenemos pensamientos que no podemos controlar, pero saber manejar la importancia que le damos es lo que determina nuestra sanidad.

Espero que ustedes también, aprendan a manejar a sus diablitos.

(Yo sigo intentando, hay veces que no puedo pero… poco a poco, no?)

Capítulo 3: Cerrando, pero no sé si el broche sea de Oro.

Previously on Paradoja Neurótica…

(Otro día les hablaré de lo increíble que era y de cómo ese sí fue mi primer amor genuino. Otro día les contaré de lo mucho que su presencia me trajo paz, y de cómo ella me ayudó a crecer como persona, pero por ahora…)

(Tan tan tararan tan tan–canción de intro; Paradoja Neurótica)

(Finjamos que ese es el intro de mi serie)

A veces «la persona correcta en el momento equivocado» en realidad fue la persona correcta para enseñarme una lección que necesitaba, pero cuando sentí que todo andaba mal en mi vida. (O del mismo modo, que todo iba demasiado bien. La pérdida de lo que consideramos estable y permanente, siempre se va a sentir en un momento equivocado.) Mi manera de decir—si genuinamente la persona es correcta, el tiempo también lo va a ser.

No sé si compartí esto con ustedes para enseñarles mi «coming-out» story, o si les estoy diciendo que una vez aprendan a valorarse ustedes mismos, podrán encontrar a alguien que les de el valor que merecen; no sé si es una historia para que lean y ustedes aprendan algo, o si para darles fe de que eventualmente se recuperarán de las relaciones tóxicas que los persiguen.

No sé si sea un post egoísta y sea yo probándome a mi misma que puedo hablar sobre estos traumas sin llorar como Sarah Paulson en cualquier temporada de American Horror Story (AHS), o que me quiero ahorrar los $50 de co-pay de mi psicóloga y estoy «trauma dumping» en el internet a ver si eso me hace sentir algo.

(Para Referencia: Esta es Sarah Paulson en AHS.)

No sé si les estoy compartiendo todo esto para ver si logro concretizar mi crecimiento y desarollo emocional de una manera que pueda decirle a mi inner child que todo fue necesario para llegar a dónde estoy hoy. No sé, ya les diré cuando termine de sobre-analizarlo.

Por ahora, les diré que; en realidad mi coming out (como bisexual–aunque creo que el término correcto para mi sería queer) fue en Canada (cuando se lo dije a mi mamá por primera vez) y luego le deje saber a los demás a través de un post en Facebook. (Sí, muy poco original.) Les diré que lo que me motivó a hacerlo fue el hecho de que tenía una relación estable (por lo menos en el momento) y quería compartir mi felicidad con los demás. (Mucha gente no lo entendió, pero para mí fue como compartir que me gradué, o como el nene del anuncio de Tostitos, que celebran cuando se le cae el diente.)

(Anuncio de Tostitos)

Había pensado en encerrarme en mi cuarto, con la música sumamente alta (y que la canción fuera I Kissed a Girl de Katy Perry, o I’m Coming out de Diana Ross–tenía un playlist entero para la ocasión), y que cuando entraran a mi cuarto a pedirme que bajara la música; salía del clóset (literalmente) con una bomba y les tiraba confetti de arcoíris. Pero no fue así.

Quería decirle primero a las personas más importantes en mi vida (en persona), y siempre me quedaba esperando el momento correcto–que nunca venía. (Aunque logré decírselo a algunas, solo no de la manera que esperaba– Mi papá, por ejemplo, decidió sorprenderme en la universidad para mi cumpleaños y al entrar a mi cuarto, lo primero que vio fue la carta que me había dado mi pareja que decía «Happy 5 Months! I love you!», así que en realidad, no decirle hubiera sido… más incómodo) Así que un 27 de Diciembre de 2019, decidí compartirlo con el mundo–por Facebook. Y supongo que ahora, tres años más tarde, decidí compartirlo con ustedes.

Les diré que, a pesar de todo, no le tengo ningún tipo de rencor ni remordimiento a Ms. Paño (como la llamaremos). Eventualmente entendí que, en algunos casos, literalmente it’s not you, it’s them. (Tampoco quiero que piensen que yo fui perfecta en la situación–ambas cometimos errores.) Ella estaba acostumbrada a que la vida (ya sea por su familia abusiva, sus amistades tóxicas, o algún otro de los traumatizadores en su vida) le quitara lo que consideraba bueno, lo que le otorgara felicidad. (Estaba acostumbrada a ir bungee jumping y que el cable ya esté roto). Me tomó mucha fuerza entender que no cae en mí arreglarla, y aunque la quisiera ayudar con sus situaciones, nunca vas a poder ayudar a alguien que no quiere la ayuda. Me tomó mucha fuerza entender que, aunque sus emociones fueron válidas y sus comportamientos fueron trigger responses, no caía en mí ser una de las repercusiones de su desarrollo emocional (o la falta de ello).

Como dije una vez en Puerto Rican Food Porn (sí también soy yo, búsquenme en Twitter):

«No trates como mofongo al que te trata como aceituna»

(@prfoodporn)

De igual forma, les diré qué no le hablo y qué está bloqueada de todas mis redes sociales (todas. hasta Linkedin. Enserio.) Nada me podía asegurar que no intentaría comunicarse de nuevo conmigo (efectivamente, por algo está bloqueada en Linkedin). Y no es que piense que no voy a ser lo suficientemente fuerte para rechazarla, mucho menos que como estoy pasando por un momento difícil, tengo miedo de sentirme vulnerable y escribirle un «You up?» a las 3AM. Llegué a pensar en desbloquearla, para comprobarle que seguí adelante y que estoy mejor, pero no saber de ella me trajo paz… y pues, como dirían los gringos, «If it aint broke, don’t fix it.»

Les diré también que después comprendí que «Sara» (o sea, Carla), nunca tuvo malas intenciones (y sabe Dios si en realidad era un chisme y ella nunca dijo nada–si llegas a leer esto, perdón por el zapato) y que probablemente fue mi primer «girl crush» oficial y por eso me impactó tanto que viera detrás de mi fachada. Les diré que recuerdo nuestra amistad con mucho cariño y nostalgia, y que aunque no hablemos tanto, siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Les diré que está hermosa y feliz (o parece estarlo en instagram, por lo menos) y que le deseo siempre mucho éxito y felicidad.

(Perdón también a la del trampolín–sorry, Gabriela)

Les diré que la que se emocionó cuando le dije que era «lesbiana», se emocionó nuevamente cuando se lo confirmé (oficialmente) y fue la que me hizo sentirme lo suficientemente cómoda como para decirle a los demás. Y que aunque hoy día no somos tan cercanas como éramos en esos tiempos, siempre va a tener un lugar demasiado especial en mi corazón por ser la primera en, inconscientemente, ayudarme a combatir mi homofobía internalizada (que, cuando lo digo no quiero decir que en algún punto de mi vida fui homofóbica, por lo menos no contra la comunidad LGBTQ+, yo solo era homofóbica conmigo misma–que nace de sentirme «anormal» por una gran parte de mi vida, y en la búsqueda de la normalidad, seguía encontrando una lista de rasgos que me seguían diferenciando de los demás–que luego aprendí, era algo bueno.) Nadie en mi círculo cercano reaccionó visiblemente mal, nadie me botó de su casa ni me dijo que iría al infierno; y ella fue la primera en asegurarme que así sería. (Si llegas a leer esto; gracias, AG.)

(Si eres un(e/a) lector LGBTQ+, con quién reaccionaron negativamente, o efectivamente te dijeron algo así; mis redes, e-mails y mensajes están disponibles siempre. The Trevor Project también provee recursos para ayuda, educación y aceptación. Recuerden siempre que valen mucho con demasiado, y que la verdadera enfermedad, lo que los debería llevar «al infierno», es la homofobia. Nunca piensen lo contrario.)

Les diré que aprender que el valor propio nace de uno mismo (que parece redundante y probablemente lo es), fue un proceso bien difícil que aún no he terminado. Y aprender que tu valor no depende de cuán atractivo/a/e (convencionalmente–porque para los gustos los colores) seas, ni de cuántos asquerosos tratan de usar su lengua como cuchara en tu garganta; ha sido de las lecciones más difíciles en seguir. Tu valor depende del tipo de persona que decidas ser y las acciones que tomes respectivamente. Tu valor nace de ti y está presente siempre aunque no lo veamos; por eso es que, usualmente, cuando las personas nos aman y se dan cuenta que nos dejamos de valorar, nos dicen que quisiera que nos viéramos desde sus ojos (que es difícil de procesar, yo también quisiera que me dieran un día tipo Freaky Friday donde puedo verme desde los ojos de otros, a ver que hay «tan especial»).

Maddy Perez, Euphoria (2022)

Les diré que perder a mi primer amor, el genuino, ha sido de las cosas más difíciles que he enfrentado, pero que a la larga, sé que ambas vamos a estar mejor. Y que genuinamente espero que de la tristeza y la pérdida nazca algo hermoso (no un hijo ni nada, me refiero a esta página y a mi relación con ustedes). (Y que las dos oruguitas de Encanto es lo que me ha mantenido a pie (porque me recuerda que para poder desarrollarnos, nos tenemos que ir a nuestro capullo solos, y aunque pueda que no queramos, no vamos a poder convertirnos en mariposas hasta que lo aceptemos.)

«Ay, oruguitas, no se aguanten más
Hay que crecer aparte y volver
Hacia adelante seguirás
Vienen milagros, vienen crisálidas
Hay que partir y construir su propio futuro»

Sebastián Yatra, Dos Oruguitas (Encanto, 2021)

Por último, les diré que me tomó mucho tiempo realizar que al acosador no le importa tu apariencia física, ni lo que tienes puesto, ni si te lavaste los dientes o si no te bañaste; acosa igual. Me tomó mucha fuerza entender que todos los nenes que pensé me encontraban atractiva, en realidad me veían como un objetivo fácil. Veían mi inseguridad y sentían que me podían controlar. Me daban la ilusión que yo era la que los estaba manipulando a ellos, cuando en realidad, sin percatarme, me manipulaban a mí. (Aunque dudo que tenían la capacidad intelectual para estar conscientes de que eso hacían (no offense a mis lectores cis-hombres <3). Fue difícil aprender a darme mi lugar (o por lo menos intentarlo), fue difícil aprender a decir que no, y a huir de situaciones en las que me sienta incómoda. Más difícil aún es salir todos los días con el deseo de no volver a ser acosada más nunca, pero tener que aceptar que está fuera de tu control, y aún así seguir saliendo (con pepper spray, un cuchillo, un taser…eduquen mejor a sus hijOs).

Me tomó mucha fuerza salir de la situación en la que estaba; aceptando que me trataran como menos y diciéndome a mí misma que no iba a conseguir algo mejor, pero salí. Y conseguí algo mejor (y más adelante sé que me esperan mejores cosas aún) y decidí que no es que yo no era suficiente para los demás, sino que los demás no eran suficientes para mí.

Todas son lecciones que llegaron a mi vida… casi dándome con un carro. Lecciones que dolieron, frustraron, enojaron… pero todas me enseñaron algo, y espero que les enseñen algo a ustedes también.

(Disculpen el final fresita, el original se borró y no lo pude recuperar. Gracias por sintonizar.)

Capítulo 2: «Straight», pero con Sazón

Previously on «Paradoja Neurótica»…

Hasta que un día, mientras estudiaba para un examen de Matemáticas en el Starbucks de mi universidad (o sea, un coffee shop pero que compraron muchos vasos con el logo de Starbucks), la conocí. (Sí, a la que les dije al principio, la que me trató como paño sucio, esa)...

(Imagínense que aquí va la canción del intro y sale el título)

Se paró al frente de mi mesa y aunque solo mantenía contacto visual conmigo, le hablaba a mis dos compañeras con las que estaba estudiando. Lo primero que me preguntó, cuando al fin se dirigió a mí, fue, «are you bisexual?».

(Yo quedé, así:)

Creo que cuando cuento esta historia, nadie entiende la importancia que estoy tratando de darle al hecho de que me preguntó si era bisexual. Si hacemos un rewind al principio (al Capítulo 1), recordamos que dije que «la primera vez que alguien pensó que yo era lesbiana, me sentí ofendida». Analizándolo bien ahora, probablemente fue por mi homofobía internalizada (la frustración que uno desarrolla al darse cuenta de que lo que te hace sentir algo positivo no es «normal») que desarrollé como mecanismo de defensa.

(Para contexto: En psicología, existe un mecanismo de defensa del cuál vemos ejemplos diariamente, sin fijarnos, y se conoce como formación reactiva. Wikipedia dice que es «cualquier comportamiento, actitud o hábito que marcha en la dirección opuesta a la de un deseo reprimido.» Yo, que te lo trato de explicar a mi manera, te digo que es el estereotipo que vemos en todas partes del abusador, macho-alfa homofóbico que después nos enteramos en realidad ha sido gay toda su vida y el enojo que siente nace de sentirse incomprendido. (O sea, Adam de Sex Education, Nate de Euphoria, Karofsky de Glee…) En mi caso, mi proyección negativa era poner a William Levy de fondo de pantalla y cada vez que comentaba sobre la apariencia de cualquier mujer, lo acompañaba con un #NoHomo.)

Representación gráfica de yo diciendo «no homo».

Me quedé perpleja cuando me preguntó. Nadie, nunca, me había preguntado si era bisexual. Para mi identidad reprimida; que estaba asustada y en posición fetal escondiéndose en un clóset vacío y oscuro, quedándose ya sin agua y racionando la comida, se sentía más válido. Bisexual implicaría que me gustan los hombres (o sea, soy «normal»), pero de vez en cuando podía admitir que dejaría que Megan Fox me pegara un chicle en la cara (No sé). Implicaba que soy «straight» pero con sazón. Mi búsqueda de validación y de sentirme convencionalmente atractiva se podía expandir. ¿Por qué dejar que solo los Brads y Chads me dieran validación, si Sarah y Jessica me podían hacer sentir igual? Obvio, todo este análisis ocurrió internamente y en medio segundo; así que a ella no le respondí nada al momento.

Procedí a ignorar la pregunta y a continuar estudiando de College Algebra. Una vez mis compañeras se fueron, volvió a mi mesa, se sentó al lado mío y me preguntó que si no le conteste porque no quise o si era por que no sabía. Yo le dije both.

Lo que le siguió a ese día fueron muchas investigaciones tipo FBI a ver si descubría el nombre completo de ella, y ver stories de sus amistades (bueno, las que teníamos en común), a ver dónde estaba. (Ya saben, no por stalker, pero para poder encontrarme con ella accidentalmente). Le siguió desarrollar una tensión sexual muy rara; como si Tom & Jerry deciden que son gay, pero no pueden estar juntos porque Jerry sigue haciendo que Tom quiera aplastarlo con un martillo de muñequitos.

Le siguió que, admitir que sentía algo por ella me llevó a confesarle a mis amistades que, efectivamente, tenían razón (pero no al 100%). Le siguió que la identidad reprimida que estaba escondida y racionando comida, logró salir y tratar de interactuar con el mundo luego de estar por 18 años siendo empujada adentro del clóset cada vez que intentaba salir a la luz.

También le siguió ella buscándome y buscando excusas para escribirme—que usualmente eran relacionados a que había tomado demasiado y decidió hablarme. Le siguió ella hablándome todos los días mientras estaba en mi casa en las Navidades, pero una vez llegamos a la universidad, me enteré que tenía novia.

Le siguió ella dejándose de la muchacha y buscándome tipo Rom-Com de los 2000’s, entrando al lobby de mi dorm para darme un beso e irse, sin decir nada (sí, de verdad pasó). Le siguió yo, confesándole que me gustaba (porque la primera vez no lo hice y ella me reclamó que por eso fue que se buscó otra novia) y ella dejándome en Read. Le siguió buscarse otra novia más, pero a esta le fue infiel conmigo (que no es algo que me enorgullece, pero no juzgué a Cassie en Euphoria porque yo fui Cassie en Euphoria (S2 Cassie—S1 la amamos).

Una vez la dejó, pensé que entonces teníamos un chance. No fue así.

Después me enteré por Twitter que, nuevamente, estaba empezando a hablar con otra. Eventualmente, se fue de la universidad, pero seguíamos hablando.

No entraré en muchos detalles sobre nuestra «relación«, solo les diré que fue un año de sentirme como basura el 95% del tiempo, por pensar que el 5% que quedaba, que era positivo (cuando quería serlo), valía la pena. Un año de ella teniendo dos y tres novias, todo mientras seguía hablándome y tratándome como su pareja. Un año de ella siendo capaz de decirme que me amaba, y de llamadas en donde se quedaba dormida porque mi voz le daba paz, y sin embargo; nunca quizo estar conmigo.

[TW: Su*cid*o]

Cuando al fin tuve suficiente fuerza de voluntad como para decirme a mi misma que merecía mejor, y terminar con ella; mandó unos mensajes.. preocupantes, insinuando que se haría daño al dejarla.

Procedí llamando al su*cide hotline (donde me pusieron en HOLD por como 20 minutos) y viendo a ver qué podía hacer al respecto.

(Aparentemente, la línea telefónica es para personas batallando enfermedades mentales y necesitan alguien con quién hablar por un rato—cualquier situación más seria que eso, te van a referir al 9-1-1.)

(Si llegaran a necesitar apoyo emocional de este tipo, pueden llamar al 1-800-273-8255. Mis e-mails y redes están disponibles siempre también. No se hundan en un vaso de agua, llamen a alguien que los ayude a levantarse para darte cuenta de que el agua es llanita.)

Ella me dejó de contestar los mensajes y las llamadas iban directo a su voicemail. Le escribí una vez más; dejándole saber que si no escuchaba de ella, tendría que llamar a la policía como método preventivo. Me respondió que por favor no lo hiciera, que estaba bien.

No volví a saber de ella hasta casi un año y medio después, cuándo me volvió a escribir y solo le contesté porque pensé que me daría closure.

Ella, no estaba interesada en eso. Ella, me dijo que había cambiado y mejorado, que su vida no tenía sentido sin mí y que ahora sí sabría valorarme porque yo fui de las mejores, si no la mejor, cosa que le había pasado. (No lo digo por echármelas—genuinamente me dijo todo eso.)

Yo, le respondí que lo que yo buscaba era «closure» y le recalqué que no la estaba ignorando, sino que no sabía qué decir…. mentí inconscientemente.

Nunca le contesté. Recibí un mensaje de ella un San Valentin y la volví a bloquear.

Un año más tarde, conocí al amor de mi vida. (Que ya no está en mi vida, pero pues.. fue el amor de una de mis vidas.) Conocí a alguien que me enseñó a valorarme y a ser independiente, hasta cuando estaba en una relación. Alguien que por primera vez me dijo «¿tú psicoanalizas a todos, pero quién te psicoanaliza a ti?» (sentí como si todos siempre me decían «estás bien pendeja»y al fin alguien me preguntó «pendeja, estás bien?») Y aunque después de tres años nos dimos cuenta que funcionamos mejor solas, no me arrepiento de nada. (No elaboraremos mucho sobre esto, ya que es reciente y fue una de las cosas que me empujó a comenzar a escribir públicamente— de la tristeza nacen las mejores obras, no?)

(Otro día les hablaré de lo increíble que era y de cómo ese sí fue mi primer amor genuino. Otro día les contaré de lo mucho que su presencia me trajo paz, y de cómo ella me ayudó a crecer como persona, pero por ahora…)

Nota del autor: Ahora sí es para crear tensión. Última parte sale el viernes (03/11).

Capítulo 1: El Clóset me Sacó a Mi

La primera mujer que me llegó a gustar (o mejor dicho, la primera que me pude admitir a mi misma que me gustaba), me usó como trapo sucio y viejo que dejas debajo del fregadero de la cocina porque está todo sucio, apestoso y roto; pero lo guardas comoquiera porque es el mejor que quita las manchas. (Como diría el Chapulín Colorado, se aprovechó de mi nobleza.) 

La primera vez que alguien me llegó a preguntar si era lesbiana, fue en décimo grado. Para mí, fue la ofensa más grande que me pudieran haber dado. Me pregunté qué daba la apariencia de que fuera gay; si mi obsesión con la escena en Jennifer’s Body donde Megan Fox y Amanda Seyfried se besan, o si el hecho de que en todos los casual day me vestía como Justin Bieber Circa 2010. No sé si me afectó más que pensaran que yo era gay, o si me afectó más quién fue la que lo pensó.

Digamos que fue la Serena Van der Woodsen de mi escuela, la Alison DiLaurentis, antes de que se fuera de Elite; la que en quinto grado era mi mejor amiga y la que llamaba por mi teléfono de Hannah Montana para gastar los 45 minutos que me quedaban disponibles, pero después cuando llegamos a escuela superior, terminó siendo más popular que yo y la distancia ganó. (En el mundo cinemático de Mean Girls, ella sería Regina George y yo Janis.)

Janis Ian, Mean Girls (2004)

Mi reacción inicial fue de asombro; nadie nunca había sugerido que yo era lesbiana (por lo menos no a mi cara); procedido por los «Stages of Grief»,

"No, probablemente la escucharon mal, hablaba de alguien más." (Denial) 
"Qué estúpida, cómo se atreve? Si ni nos conocemos ya." (Anger) 
"Puede ser que me vio con uno de mis hoodies de nene puesto, debería decirle que es de mi hermano o algo." (Bargaining)

Lamentablemente, hasta ahí llegué en esa ocasión. Terminé ignorando el hecho y me juré comprobarle que era la persona más heterosexual del mundo; como si los nenes no me dieran asco y como si los pipís no me aterraban (Tengo una relación muy complicada con el sexo, no me siento cómoda refiriéndome a ciertas cosas por su nombre—pero eso es un tema para otro día). Varios meses después; sin querer, le di con un zapato en la cabeza, me convencí de que me odiaba y no le volví a hablar hasta la universidad.

(Para contexto: Una de mis amigas había tirado una patada tipo Karate Kid en el salón, y había roto la ventana. Mientras eso ocurrió; yo salí del salón, muerta de la risa, e intenté imitar a mi amiga; sin tomar en consideración que éramos unas cretinas que usaban los zapatos como si fueran pantuflas de viejito millonario que duerme en batas, y que al imitar la patada de ella, mi zapato también terminaría volando y rompiendo algo más importante que la ventana, mi dignidad. Y la cabeza de «Sara.» (Se llama Carla, pero para disimular.)

Un tiempo después, para nuestra clase de «psicología», nos hicieron escoger roles aleatoriamente, y teníamos que presentar una mini obra en dónde desarrollábamos nuestros personajes. A mi (porque como saben, a el Universo le gusta usarme como stress ball), me tocó «alguien que es gay y no sabe cómo decirle a sus padres». El rol de mi «padre» le tocó al que yo juraba era el amor de mi vida desde quinto grado (hasta que un día me «fui de pecho» y literalmente dijo yo nunca estaría contigo), que solo lo hizo peor. Cuando salimos de la clase, fui a dónde una de mis amigas y le dije «soy una lesbiana que no sabe cómo salir del clóset», y ella procedió a emocionarse, abrazarme y decir «¡Lo sabía!».

(Que conste que fue la misma amiga que, eventualmente, sería la primera en enterarse, oficialmente, que no me gustaban tanto los pipís.)

Nuevamente, me sentí como si me acababan de decir que mi boca olía a ajo podrido, o que parecía que no me bañaba hace una semana (para mí, la peor ofensa que puedo recibir es sobre mi higiene. Lo psicoanalizamos después). Esta vez no tenía justificación; esta sí me conocía. Esta era de las amigas que su familia sabía mis platos favoritos, de las que me había visto llorar porque mi outfit no cerraba (sí, de verdad pasó); esta me había visto en hoodie y en falda; en crop-top y en sweatpants. Alguien con una percepción profunda de mí y pensaba que YO era GAY?

Mi misión, entonces, se convirtió en intentar ser la «bad girl» cliché de las películas. La misteriosa, incomprendida que tiene commitment issues pero si la llegas a conocer profundamente, te enamoras. La que nunca está con nadie seriamente, pero tenía muchos pretendientes por todas partes. (Siento que estoy describiendo la versión poética de una canción de Wisin & Yandel, pero ese es el vibe que quería dar.)

En fin, quería ser Megan Fox en Jennifer’s Body, pero sin comerme a los nenes (literalmente). Por razones fuera de mi control (probablemente más relacionados a mi apariencia física en la escuela superior, aumentados más aún por mi baja autoestima), no lo pude lograr en décimo y tuve que esperar hasta mi año senior para poder tener mi era de Brooke Davis (S1-S3) en One Tree Hill. (No veo películas, pero veo demasiadas series.)

En parte pudo haber sido que en mi año senior estaba en otro colegio; y no en el mismo en el que llevaba desde tercer grado (en el momento, cambiarme se sintió como el fin del mundo pero ahora, no me puedo imaginar un desenlace distinto). Nadie me recordaba como la que lamió tierra en tercero por un reto, ni como la que la primera vez que bebió en una fiesta estaba tomando antibióticos y terminó vomitando el trampolín de la casa de alguien. (El de Gabriela, pero nuevamente, para disimular.)

Un colegio nuevo me abría el panorama a ser misteriosa, genuinamente misteriosa porque nadie sabía nada de mí. Mi oportunidad de comprobar que nunca ningún nene de mi clase me confesó sus sentimientos porque mi personalidad era demasiado, y no porque no era atractiva. Aquí no me conocían, no habían visto mis defectos, ni mis outbursts incontrolables de necesitar atención. Y efectivamente, lo comprobé.

Les contaría sobre el primer nene que me llegó a gustar después de mi «padre» en psicología, y sobre cómo un viernes 12 de febrero me pidió un beso y juró que no tenía novia (ni nada por el estilo), y el lunes 15 (cuando celebramos San Valentin en la escuela) le envió una serenata (de esas que hacía el coro y el consejo de estudiantes para recaudar fondos) donde le dedicó «Solo para ti» de Camila a la muchacha con la que estaba saliendo; o que dos años después lo volví a ver en una parranda, (y yo, que no estaba en un buen lugar emocionalmente), traté de revivir la «llama», y él estaba muy ocupado tirándole a mi mejor amiga; pero eso sería muy directo.

Podría contarles, entonces, de cuando fui a Punta Cana en mi Senior Trip y descubrí que sí me encontraban atractiva en otros países, como Chile, México, Ecuador, El Salvador… pero mi mamá lee esto, así que mejor lo guardamos para otro día. Por ahora, les contaré sobre algo un poco más serio, algo que se me hizo muy difícil realizar, superar y que aún estoy mejorando.

No voy a profundizar mucho (no porque no es algo importante, sino porque es otro tema de los cuales les puedo escribir las cinco páginas double-sided, y preferiría dejarlo para otro escrito) ni voy a disertar una tesis doctoral sobre la feminidad y el valor interno de la mujer, pero sí diré que hubo un tiempo de mi vida dónde deje que mi validez interna dependiera de los demás.

(Ahora nuevamente nos transportamos a un segway tipo serie de Netflix, y aquí es dónde te doy un flashback que de momento no entiendes, pero después se conecta con lo demás, se los prometo.)

[Trigger Warning (TW): Hablo de Acoso Se*ual].

No estoy segura de dónde nació mi inseguridad, ni que fue lo que causó el hueco inmenso en mi ego que me llevó a pensar así pero, nunca me sentí lo suficientemente linda para ser acosada.

No leyeron mal; no me sentí, nunca, lo suficientemente linda para ser acosada. Sé que eso no es algo que debería pensar, ni mucho menos compartirlo con el internet; y no quisiera que nada dañara esta relación blogger—lector que hemos desarrollado hasta ahora (porque quiero que me sigan leyendo y me gusta pensar que le caigo bien a todo el mundo), pero siento que es necesario hacerlo para el contexto de la historia, y para ti, que me lees. Para que nunca pienses ni te sientas igual que yo me sentí.

No les estoy diciendo que soy del 3% de mujeres que nunca han sido acosadas (sí. Tres. 97% de las mujeres entre 18-24 años han sido acosadas en algún punto de su vida–un tema que tocaremos bien y a fondo, después), ni les estoy sugiriendo que cuando salía a la calle buscaba activamente que un viejo verde de 65 años bajara la ventana y me pitara; pero cuando tienes 15 años y tus amigas están más… desarrolladas que tú, es fácil confundir lo que uno quiere.

Les estoy diciendo que para mi mente de adolescente virgen que no tuvo ni su primer beso hasta los 17 años; el hecho de que a mis amigas las acosaran significaba (para mi) que estaban en plenitud. Pensaba que cuando nos agarraban las nalgas en el tumulto de los conciertos, era un halago. O que cuando un grupo de hombres me rodearon y comenzaron a decir «BESO! BESO!» en medio de una barra (aunque yo no conocía a ninguno de los que me estaba rodeando y mucho menos al que querían que le diera el beso), significaba que estaba tan buena que los hombres tenían que usar a sus amigos de excusa para hacer el primer «move».

Sé lo que están pensado, lo pienso yo también cuando miro para atrás. Yo era una tonta (por no decir pendeja, no me gusta hablar malo) y si pudiera ir para atrás en el tiempo, iría a donde mi «yo» de ese entonces; le daría una bofetada, un abrazo y le diría «loca, ponte pa’ número.» Le reiteraría lo horrible que se siente ser acosadas, lo horrible que puede llegar a ser...ser mujer, y lo horrible que será cuando se dé cuenta de todas las veces que la acosaron, y por insegura, lo dejó pasar como algo normal. (aunque claro, nunca fue culpa mía, que fue algo que tuve que aprender luego. Nunca es culpa tuya que te acosen.) Le diría que su valor nace de ella, y que se dará cuenta de lo mucho que vale un poco tarde (y que va a tener que gastar mucho dinero en psicólogos y terapeutas, pero por lo menos va a saber lo que vale).

(Nada, abundaremos más en temas así más adelante. Por ahora, vuelvo del flashback para explicarte por qué te dije todo esto.)

Brinquemos entonces a cuando fui para la universidad. En Estados Unidos. Con Gringos. (No es que tenga algo en contra de los United Estays, (aunque…) pero si han visto una sola película de adolescentes estadounidenses o series como Blue Mountain State, Greek, Euphoria…les puedo decir que sí parecen estar basados en eventos reales.) Mi fantasía de empezar desde cero, de reivindicarme completamente, se volvió una opción y ahora el «bad-girl» phase se convertiría en algo más real, más viable.

Efectivamente, ser una latina en un pueblo dónde lo más que habían visto de «cultura hispana» era el Taco Bell que quedaba al final de la calle, le vino bien a mi autoestima. Ignoraba por completo lo vacía que me sentía luego de una noche hablando con un Brad, o lo incómoda que me sentí la vez que besé a un Conrad (Brad no existe, pero ese sí), no me importaba que no me sentía ni plena ni vacía; estaba «fluyendo» (pensaba yo).

Hasta que un día, mientras estudiaba para un examen de Matemáticas en el Starbucks de mi universidad (o sea, un coffee shop dónde compraban vasos con el logo de Starbucks), la conocí. (Sí, a la que les dije al principio, la que me trató como paño sucio, esa).

(Nota del autor: No lo hago por crearles tensión, ni por tratar de jugar son sus sentimientos. Genuinamente, al escribir este blog, terminé escribiendo 10 páginas y no quería torturalos y que tuvieran que leerme trauma dumping por 10 páginas corridas–mejor se los expando para que lo sientan como menos.

Parte 2 sale el Miércoles (03/09)

«El Agua es Azul porque…»

Como «escritora» (que pongo entre «» [chzq • chzq] (como suena en mi mente) por las inseguridades que tengo con referirme a mi misma así, pero comoquiera lo hago porque tenemos que «fake it til we make it»), se podría decir que comprendo el afán por el arte. Como «artista» (entre chzq chzq por la misma razón), me gustaría considerarme alguien con una mente muy abierta, alguien que piensa que los límites de la creatividad no existen. Así que tiene todo el sentido del mundo cuando digo que, me rehuso a pensar que todas las películas no son basadas (en alguna forma) en la vida real.

No sé si entienden, me repito; Me rehuso a pensar que todas las películas no son basadas en hechos reales. Y recuerden que esto hay que verlo con ojos neuróticos; cuando digo hechos reales, no me refiero a que todas las películas son un reflejo sobre la sociedad en la que estamos, ni tampoco busco criticar el hecho de que en los últimos diez años lo único que han creado son reboots o spinoffs de películas/series/novelas que eran famosas en los 1900.

(Aunque en realidad estoy en contra de esto por dos razones 1. Me sentí vieja recordando que vi Rubí de pequeña y luego viví el «reboot»—Teresa. Y estoy segura que mi hija verá el reboot del reboot, María Fernanda, o algo así. (Y van a ser los mismos protagonistas de las dos anteriores) 2. Porque luego de ver la enésima versión de Halloween (que nuevamente es falso porque, como les dije, no veo películas) uno ya tiene que dejar que el tipo de la máscara (Michael?) se muera.).

No, me refiero a que es ilógico pensar que mis peluches nunca me van a hablar. Ese ejemplo es medio «far-fetched«, así que les doy uno más concreto. Hay sobre siete billones de personas en el mundo, estamos increíblemente sobre-poblados, ¿y yo se supone que piense que no hay ni una sola persona que pueda expulsar ácido por los dedos de los pies? (No sé, para tratar de pensar en un superhéroe diferente) ¿O que genuinamente a nadie, nunca, su mascota le ha tenido tanta confianza que al fin se atrevió a hablarle sin el miedo de que terminara en un laboratorio científico?

La lógica, nos diría que no. Nos diría que las películas/series fueron creadas para darle a sus espectadores un escape de la realidad, un mundo imaginario donde los limites no existen.

(Sí, solo películas y series. Las novelas fueron creadas para las viejitas, chismosos, y para ver bofetadas bien mal dadas.algo que digo con amor, como viejita chismosa fanática de Destilando Amor y Al Diablo con los Guapos).

La lógica descartaría mi teoría por completo, recalcando que así es como funciona la creatividad e imaginación; viendo hechos reales y dándoles el «spin» que los haga fantásticos. La lógica nos diría que como persona «creativa» y artística, debería saber que existe gente sumamente dotada en el planeta y que pueden inventarse cosas que aún ni nos hemos imaginado (como Avatar 7, que va a salir durante la tercera apocalipsis). Pero, es más divertido pensar ilógicamente.

Es más divertido pensar que el Mandela Effect existe y que, efectivamente, en el 2012 el mundo sí se acabo y nos transferimos a uno alterno dónde Kit Kat no tiene el «–», Skechers se escribe sin T, Cool Wip no lleva H, Febreze está escrito con una (1) sola e (debería ser febreeze, ahora mismo se pronunciaría [febrES) y Nelson Mandela no murió en el 1985 (que es de dónde origina la teoría—mucha gente piensa que se murió antes pero se murió el 5 de diciembre del 2013.)

(Este, es mi intento a un «segway» tipo película que rompe el «fourth wall» y, donde te digo «Yep. That’s me. I bet you’re wondering how I ended up here.»)

¿A dónde voy con esto? A introducir lo que me refiero cuando les hable de «teorías». No les quiero dar la apariencia de que soy una persona susceptible a las mentiras, ni que soy «gullible», mucho menos que soy alguien que toma como cierto todo lo que ve/lee/escucha. Al contrario, cuando quiero saber el por qué de algo necesito confirmación de que es por eso; cuando son cosas negativas, para asegurarme que tengo que comenzar a afrontar la realidad; cuando son cosas positivas, para asegurarme que el universo no me está invitando a ir «bungee-jumping». (Lean mi artículo anterior—ya tenemos inside jokes, qué gay.)

Tampoco quiero que piensen que todo lo que escribo es un hecho, y mucho menos que yo pienso que lo sea. No soy de las que piensa que el gobierno nos implantó un chip en la vacuna (pero sí que nuestros teléfonos saben literalmente todo de nosotros y que tengan mucho cuidado con enojar al FBI, que va y leakean los mensajes que le mandaste a tu ex el viernes a las 2:50am.), ni pienso que los demócratas tienen una red secreta de tráfico humano que esconden en Pizza Hut (o algo así, no recuerdo), pero sí pienso que, a veces, cuando el autor dice que el agua es azul, es porque el agua es un reflejo de su validez interna y al estar irrumpido por su primer amor ve el agua como… bla bla bla.

Decir que el agua es azul porque el autor quizo que fuera azul, es aburrido. Decir que el agua es azul porque cuando la luz del Sol atraviesa la atmósfera para llegar hasta nosotros… es aburrido, y amerita un quién… te preguntó.

El problema es que si de verdad hay un significado detrás del color del agua, yo puedo pensar que es porque el autor estaba deprimido y quería tener su momento de «Bet on it» tipo Troy en High School Musical 2; mientras que Chencha puede pensar que el azul del agua representa la paz mental que siente el autor ahora que se dejó de Gabriella y se fue con Sharpay. (Me quedé con los ejemplos de HSM, pero todos sabemos que Gabriella era la verdadera villana.–T as in Troy? No, T as in tate’ quieta, loca.)

Querer que todo tenga un motivo, o una explicación más profunda abre el margen para error y deja que se continúe abriendo y abriendo, hasta que se vuelve más fuerte que tú y te hala con todo. Yo debo saberlo, ya que siempre he sido muy susceptible a la imaginación. De pequeña, era cute. Significaba que mis juegos siempre eran complejos y complicados, que rara la vez me aburría, y que era buenísima cuando teníamos que escribir «creative essays». De grande, esa imaginación (si dejas que te siga consumiendo, como hice yo), se creyó que era un Pokémon y evolucionó. Pasé de «imagínate una película donde los chicles te hablan, pero solo cuando los muerdes…» a «ayer estaba de lo más bien con María pero hoy me contestó «ok» [ohq], como suena en mi mente] en vez de okay cuando le dije que ya estaba saliendo así que claramente está enojada conmigo. No tengo ni que preguntarle, lo dijo todo con su tono, no es lo que dice es cómo lo dice y ya hizo claro que me odia. Si ella me odia, eventualmente todos me van a odiar y voy a morir sola en el inodoro de Walmart.«

Claramente, dejé que mi imaginación se convirtiera en ansiedad, así que el propósito de compartir mis teorías con ustedes ahora nace de un deseo de desarrollar esa imaginación nuevamente, y tratar de conducirla por un camino más positivo.

Se podría decir que ya lo he hecho antes, pero seguramente era más un «hyper-fixation» que cualquier otra cosa. (Estuve obsesionada con Pretty Little Liars (PLL) por mucho tiempo; compré todos los libros, la serie completa en DVD y gasté horas y horas de mi vida viendo todos los episodios una y otra vez, buscando evidencia de que Mona era A, y después de que Toby era A… y después de que Spencer, Ezra, Melissa, Alison, Aria…. todo para que terminara siendo la hermana gemela de Spencer que estaba escondida en Inglaterra. *Inserta meme del caballo mal dibujado al final*)

Unfinished Horse Drawing | Know Your Meme

En fin, mis «teorías» son observaciones que hice y decidí darle un significado más profundo del que tiene. Habrán algunas que probablemente no les pueda otorgar pruebas concretas de que sea cierto (por ejemplo, el tipo que bota ácido por los pies en algún lado del mundo), y otras que les pueda dar evidencia, o cosas que yo considere evidencia. (Como mi teoría de que Bad Bunny en realidad dice sus iniciales al final de sus canciones y no «bebé» como inferí originalmente. Bad Bunny, B & B. Y cuando dice Bad Bunny [beibebebe], está diciendo Bad Bunny B&B, bebé.si alguien lo conoce, por favor dígale que lo confirme.)

Puede que otras, no sean ni teorías, sean pensamientos que tuve en algún momento, o cosas por las cuáles me siento sumamente apasionada aunque no tengan sentido alguno, temas de los cuáles podría escribir ensayos de cinco páginas, double-sided, single-spaced, en Times 12. Como por qué Jon Snow debió haber sido el que murió en Game of Thrones (y que lo trataron de pintar como el héroe incomprendido con carita de (como diría mi abuela) perro sato desnutrido, cuando en realidad siempre necesitó que una mujer lo salvara), o que Spongebob sí merecía ser gerente en The Spongebob Squarepants Movie y que Mr. Krabs se pudo haber buscado una demanda con el departamento de trabajo; ya saben, pensamiento crítico necesario. 

De vez en cuando, mis explicaciones son exitosas en traerme paz, o en terminar siendo más profundas de lo que planifiqué y dan la impresión de que sabía lo que estaba diciendo y soy la próxima Pablo Neruda. Como si mi subconsciente es un poeta frustrado, con mal de amores, apunto de cortarse el dedo (porque las orejas son los pintores). No lo digo solo porque me sorprendo yo misma con mi capacidad auto-crítica, sino que también impactaba a los demás. 

En la escuela superior, solía decirle a los demás que los quería psicoanalizar. Habían veces que decía cosas generales, de las lecturas que te da el Walter Mercado que se sienta en una esquina en Río Piedras. «Se te hace muy difícil confiar en tus parejas porque tus padres nunca te dieron estabilidad, como decían que te iban a llevar a Disney y terminabas en el dentista, ahora solo puedes salir con mentirosos.» La gente se sorprendía.

Habían otras veces, que genuinamente había hecho un psicoanálisis mental de los demás (ahora me voy en mi viaje tipo Pablo Neruda). Las personas no están acostumbradas a que los demás los observen, cuando me fijaba en pequeños detalles las personas se emocionaban mucho. Pienso que viene más del deseo de sentirnos vistos, de pensar que no somos los únicos que percibimos las cosas de cierta manera. 

Ahora, como «millenial» en su «pre-quarter quarter life crisis» (y con un bachillerato en psicología), pienso que mis observaciones han mejorado mucho y a consecuencia, mis percepciones e interpretaciones de los demás y sus comportamientos también.

(Antes de que piensen «ok que bueno loca, felicidades») ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que ahora puedo compartir con ustedes mis teorías, mis consejos, mis historias, mis observaciones, mis chistes; en fin, nos podemos ayudar mutuamente. Significa que puedo decirte que sigues en tu relación aunque seas infeliz porque tienes miedo a estar solx, o que el primero en mentirte fue tu papá y ahora aceptas a cualquier hombre mentiroso en tu vida (sí, te hablo a ti, Olga Tañon). Puedo decirte que te relacionaste a Cassie de Euphoria porque, al igual que ella, dejaste que tu validez naciera de los demás y cuando dejaste de recibirla, hubieras hecho cualquier cosa por tenerla de vuelta. ¿Son observaciones válidas? Sí. ¿Observaciones concretas, observaciones precisas? Espero que sí. ¿Debería preocuparles que con quién yo me relaciono en Euphoria es con Rue, y ahora estoy aquí diciendo que voy a tratar de darles consejos? Probablemente. Pero saben qué?

Lo bueno de que un ciego guíe a otro, es que ninguno de los dos tiene por qué saber que el otro es ciego. 

Y después que lleguemos a donde queremos llegar, el camino suele no importar. Todas las veces que nos chocamos con cosas, o las veces que pensamos que no íbamos a poder pasar sobre ciertos obstáculos en el camino (siguiendo con la metáfora–porque no los viste, o no te los esperabas), dejan de importar. Cuando llegas a tu meta, puedes trabajar en superar el camino y lo que viste ahí. (Tipo las películas estas donde el protagonista pasa por demasiadas cosas y tú piensas, «ea diablo, cómo va a superar eso?» Y hacen un time jump y de la nada «Six weeks later» está como si nada y la muerte de todos sus amigos no importó. No sé a qué película me refiero pero estoy segura que el protagonista es The Rock.

No es que les esté diciendo que el resto de mis publicaciones van a ser una combinación de Martha Stewart y Dr. Phil, dónde te sugiero 10 Recetas para Alimentar a tu Ego o te hablo sobre cómo aprender a perdonar al que te robó el parking en plaza para ayudar a sanar tu «inner child». Pero puede que un día decida hablarles de cómo Shrek en realidad es un «coming-of-age film» que va en contra de todos los estándares postulados por la historia clásica del principe y la princesa, dejándonos saber que lo que vale es lo que está dentro de nosotros y no cómo aparentamos; y en leer mi análisis te das cuenta de que siempre has sido Burro y dejas que la gente te pisoteé y te trate mal aunque tú seas su único amigo porque piensas que así es que mereces que te traten (al principio de la película, vemos cómo su dueña lo trata, sugiriendo que el piensa que la violencia/insultos es un love language porque no aprende lo contrario hasta que conoce a La Dragona), y esta nueva percepción interna, superas a tu ex.

Si mis palabras y la necesidad que tengo de que el gato tenga la misma cantidad de patas que de vidas, logran hacer un impacto en ti, mi querid(x) lector, entonces ya logré lo que quería.