Todos los años paso por el mismo dilema—no saber qué regalarle a mi mamá. Y no solo a mi mamá; a mis abuelas, a mi tía (sí una sola porque pienso que estoy en la edad en donde es aceptable solo regalarle a mis «favoritas», porque soy demasiado pobre para regalarles a todas); en fin, a las mujeres que me hicieron lo que soy hoy. Y aunque todas se merezcan su propia tesis doctoral sobre lo mucho que las quiero, hoy sólo se la dedicaré a una de ellas–a la más importante.
Por más que quisiera poder bajarle a mi mamá la luna, junto con las estrellas y todos los planetas (porque se merece eso y más, y sería lo más concreto que podría otorgarle en un intento de compensar por todo lo que me ha dado); es físicamente imposible. Por más que quisiera que se levantara el domingo y la BMW del año que quería esté estacionada afuera, o que Luis Miguel llegara a su casa a darle un saludo especial; soy pobre y no sé conseguir a LuisMi. Y pienso que ya pasé la edad dónde hacerle un dibujo de nosotras dos que diga «te amo, mami» por el lado sea aceptable, pero como soy escritora, lamentablemente la edad donde deje de ser aceptable que le dedique mis palabras, nunca va a llegar. Así que, en un intento de compensar no tener regalos físicos (le di uno que otro detallito, no piensen que soy tan miserable), esta publicación es para tí, mami.
A ti, que fuiste madre y padre por una parte de mi vida. A ti, que me haz apoyado en todo, hasta cuando no podías, hasta cuando no sabías cómo; ahí estabas. A ti, la mujer más fuerte que conozco y que conoceré, lo más cercano que tendré a un súperheroe. A ti, que luchaste hasta más no poder por mí; que lograste tanto siendo madre soltera, que completaste tu carrera de derecho siendo madre de dos.
A ti, te doy las gracias. Nunca habrán palabras suficientes para describir el nível de amor y de agradecimiento que siento, no solo por ti, sino por Dios, porque me bendijo con una madre como tú. Porque de todas las mamás a las que me pudo haber enviado desde el cielo, me envío a ti y fue como pegarme la lotería sin saberlo. (Y bueno, sin saber lo que era la lotería porque era una bebé. Aunque no sé, yo era bien inteligente cuando pequeña… era.)
Te escribo esto, para que lo leas cuando me extrañes o cuando quieras recordar lo increíble que eres. Para que lo leas en este Día de las Madres y de nuevo comentes que «siempre te hago llorar». Para que cuando publique mi libro y se gane mil premios (bueno… o por lo menos uno), recuerdes que siempre fue por ti y para ti. Que siempre fue por tu apoyo inconidicional y que siempre fue para hacerte sentir aún más orgullosa de mí.
Y si tú (mi querido lector), continuaste leyendo, 1. que presentau, si dije que era para mi mamá. y 2. para no hacer otra carta donde solo le doy las gracias a mi mamá, te hablaré de ella (que espero esté leyendo esto también) y de lo increíble que es, de como gracias a ella es que este blog es lo que es (porque gracias a ella, soy como soy.)
Mi mamá es una de las personas más increíbles que conozco, de las más amables y dadivosas que conozco en mi vida. Es el tipo de persona que genuinamente se ha quedado sin nada con tal de que los demás tengan. Es el tipo de persona que se para en medio de una autopista a rescatar un perrito, y procede a sanarlo y cuidarlo después. Tiene un corazón tan inmenso, que hasta personas que no la conocen lo notan y se sienten conectadas a ella. Un corazón que suelen reconocer los animales (hasta los lagartijos—no es broma. Le dicen Dra. Dolittle), los viejitos y las brujas. Un corazón que la hace ser de las personas más empáticas, comprensivas y dadivosas que conozco. De verdad, no pude pedir mejor mamá.
Claro, tiene sus «defectos». Es un poco despistada, pero compensa siendo una mujer sumamente trabajadora—corriendo su propio negocio, el de su esposo y el de su papá. (Sí, viste. Girlboss.) Hace chistes extraños, de los que son reales pero si tu reacción es negativa se ríe para disimular; que la hace más cómica aún y me bendijo a mí con un sentido del humor de alta calidad. Pero, el único defecto que resaltaría, es las veces que falla en ver su valor, o el impacto que tiene en los demás.
Yo no digo todo esto siendo parcial por ser su hija. Si se sientan a preguntarle a 10 personas que la conozcan, les dirán lo mismo. Si se sientan a ver los comentarios de sus amistades (las verdaderas) en Facebook, leerán lo mismo. Si ven todo lo que su equipo dice de ella (porque es entrenadora personal), verán lo mismo; es de las mejores personas que conocen. Pensar que hay gente en el mundo que quisiera hacerla pensar lo contrario, o que las inseguridades que nos presenta la vocecita (el diablito del hombro) intenten dominarla y hacerla sentir como menos; me llena de rabia. Quisiera protegerla de todo lo malo del mundo, y ayudarla a sanar lo malo que ya ha vivido (aunque ya ella se ha sanado, sola y por su cuenta. Les digo, de las mujeres más fuertes, sino la más, que conozco.). Quisiera que el universo, el mundo, y las personas que la rodean; algún día puedan darle para atrás todo lo que ella ha puesto en el mundo. Que la vida le devuelva toda la generosidad y amor que ella ha puesto en el mundo, le devuelvan todas las cosas buenas que ha hecho por los demás, ya haya sido su familia, sus amistades, o un extraño de la calle que logró ver lo simpática que era.
Quisiera que supiera, que aunque tal vez para los demás no haya sido una madre «perfecta»(aunque no sé por qué lo pensarían, tal vez porque se le olvidaba buscar mis notas de vez en cuando–pero es que estaba acostumbrada a que fueran buenas, so why would she bother?) , para mí siempre lo fue.

En las altas, en las bajas, en las discusiones alimentadas (y causadas) por mis hormonas pubertales, cuando cambió mi número, cuando cantamos en el carro, las «pelas en el clóset» (es un chiste interno—no se asusten), las veces que pensó que me iba mucho tiempo de casa por no querer estar con ella (que nunca fue cierto, solo tuve un periodo de mi vida dónde priorizé a mis amistades sobre todo y pues, trajo sus propias complicaciones, pero un tema para después)—siempre fue una madre perfecta y ejemplar. No ha habido un solo momento en mi vida (y esto lo digo genuinamente, mami) en dónde yo no haya estado agradecida por tener una mamá como ella.
No ha habido un solo momento donde yo no haya estado agradecida de tener una mamá que siempre buscó recordarme lo orgullosa que estaba de mí, una mamá que buscaba siempre decirle que sí a mis sueños y necesidades, una mamá que me ha dado todo, que siempre buscó recordarme que soy una mujer inteligente, hermosa y capaz. Una mamá que apoyó mi lado «escritoresco«desde que mis cuentos eran sobre príncipes ficticios y escritos en construction paper. Una mamá que, de hecho, los tiene todos guardados. Una mamá que ha hecho (y continúa haciendo) todo lo posible por ayudarme, en toda manera; sea financiera, emocional, a ver mi valor, a hacer ejercicio y mejorar mi salud, a recoger mi cuarto… en fin, me he ayudado en todo. Aunque parezca casi dado que tu madre esté presente, no siempre es el caso, y el hecho de que la mía ha estado ahí siempre, para mí significa todo.
Una madre que reaccionó a yo saliendo del closet diciendo «Te gustan las nenas? Okay. Pensaste que me iba a enojar o algo? Por Dios, después que tú seas buena persona. Y estés feliz, quién ames no me importa—claro, después de que te traten bien.» La misma que me apoyó cuando mi torre de Jenga se cayó, y la que me ha ayudado a buscar todas las piezas para volver a construir la torre. La que llegó con un flashlight después de enterarse que me sentía estancada en el túnel oscuro; la que me ayuda a levantarme después de que me doy contra el piso «bungee jumping». La que llega para decirme «levántate, para que veas que el agua en la que sientes que te ahogas, es llanita.»
En fin, la solución a todas las metáforas que he usado para describir estar perdida, triste… neurótica. La que hace que el caos tenga coherencia, que la contradicción tenga… dicción? En fin, mi sistema de apoyo principal, mi fanática número uno, la que siempre buscó por mi bien, hasta cuando yo tal vez fallaba en notarlo.
Una madre que me ha hecho una mujer independiente y fuerte, una mujer capaz de lograr todo, porque sé que tengo quién me levante si me caigo. Una madre que me bendijo con su inteligencia y con su capacidad de impactar a los demás. La que me ha enseñado que lo importante en la vida son nuestros valores, y las acciones que tomamos siguiendo los mismos. La que me ha demostrado que lo material, no importa—después que estemos bien. La que me ha hecho querer seguir adelante siempre, solo para poder hacerla aún más orgullosa de mí.
La que quisiera que me dure para siempre porque aunque ya me ha visto graduarme de casi todo, aún le falta ver publicar mi primer libro y dedicarselo a ella. Le falta verme dedicarle el premio nobel de literatura (dejénme soñar) y aunque no esté en mis planes, supongo que le falta verme casarme y tener mis propios perri-hijos. La que quisiera que me dure para siempre porque el mero hecho de no tenerla me aterra. Imaginense, si lloro cuando vuelvo después de visitarla–sabiendo que probablemente la veo en un mes. La que extraño siempre, pero que llevo siempre en mi corazón. La que nunca me contesta el telefono y después dice que la que se olvida que tiene madre soy yo, pero la perdono comoquiera porque me gusta hablarle—aunque sus conversaciones por telefono sean más ella multitasking mientras te escucha hablar. La que me hace querer comprarle todos los cerditos y perros salchichas del mundo, porque aunque ya no tenga dónde guardarlos, quiero que siempre tenga algo cerca que la haga pensar en mí.

A la única que le acepto «Ok» en vez de okay de respuesta. Una madre que me sorprende más cada día—con su fuerza, su inteligencia, su bondad, su capacidad de lograr lo que se propone. Una madre trabajadora, emprendedora, independiente— que da su todo en lo que hace. Una madre que me enorgullece cada día más, mi ejemplo a seguir.
Feliz día de las madres, mami!
Y no solo a mi mamá, sino a las tias/madrinas que te dejan vivir en su casa (aunque le dan ganas de botarte cada vez que pongas el papel de inodoro alreves) y cuidan a tus güimos aunque no los quieran—las que te alcahueteaban desde pequeñas y aunque no sean muy «touchy feely» ambas saben que se quieren mucho y por lo menos yo, sé que no podría vivir sin ella— que quita las fotos de tu ex cuando no estás en tu casa y la que te dona la última coca-cola cuando estás triste. (Felicidades titi, gracias por ser mi madre adoptiva).
O a las abuelas que genuinamente son la Luz al final del túnel. Las que te «cantan otra canción» aunque tengas 23 años, las que te cuidan hasta cuando la que estás tratando de cuidarla eres tú. Las que te mandan $50 por ATH Móvil cuando le pides $20, la que te psicoanaliza gratis solo porque te quiere. La que te hace chuletas con amarillos cada vez que vienes, hasta sin que se lo pidas, porque sabe que es tu comida favorita.
O las abuelas que cargan «la ambulancia» encima porque siempre andan preparadas para lo que traiga el día, las que te persiguen gritando tu nombre detrás del Jeep de Barbie, las que no te matan cuando pediste permiso para que vinieran tres amigos y llegaron tres con los novios, primos y los tíos. La que te perdona cuando los mismos que invitaste y tú le ponen jabón a la chorrera en un esfuerzo de ir más rápido, pero fracasan por completo. La que te acurruca cuando necesitas y te arregla la frisa cuando estás temblando.
Las abuelas que te leen, aunque no entiendan bien las redes, o les confunda cuál link los lleva a qué. Las que son y seguirán siendo tus fanáticas hasta más no poder—que siempre resaltan lo orgullosas que están de ti. Las abuelas que cuando se enferman, te asustas, porque quisieras que te duren para siempre, porque genuinamente no sabes qué harías sin ellas. (Felicidades Abi & Abi, las amo.)
Las «abuelastras» que buscan complacerte y conectar contigo, hasta en cosas pequeñas. Las que tal vez no fueron muy buenas demostrando que te querían al principio, pero te hacen sentir como su nieta biológica. Y su familia entera, con las tías medio locas que le pone «pampers» a sus perros, pero que nunca se le olvida felicitarte en tu cumpleaños ni darte un detallito en Navidad. La que igual te lee y te sigue, la que te dirige el «fan club» si la dejas. La que siempre te ha tratado con mucho cariño y bondad— pero no admites que es tu favorita por si las demás se ponen celosas.
Felicidades también a las tías que nunca se sintieron como tías— porque tenían 13 años cuando naciste y le diste con un bibí en la cara; la que siguió tratándote como su hermanita siempre, la que es medio cruel y «bully» pero la quieres así. La que te presta su ropa, junto con el maquillaje, el recorte, zapatos y las cejas—y lo hace todo mientras ve Netflix, atiende a sus hijos y llena planillas. La que demuestra que te quiere de maneras distintas, pero siempre sabes que te quiere (y tú a ella, aunque te haya dado para atrás después del bibi y solo sepas demostrarsélo cuidando a su perro y a su conejo). O a las tías que te invitan a la playa todos los fines de semana solo con tal verte, la que a veces solo vez en Navidades y Año nuevo pero que llevas en el corazón siempre, la que nos dejaba dormir a todos en frisas en el piso y fingía que no nos escuchaba jugando DS y riéndonos a las tres de la mañana.
Las tías medio ansiosas, que han pasado por mucho, y aún así buscan sonreír y salir adelante. Las tías que son tan buenas que a veces, se aprovechan de su nobleza. Las tías que merecen tanto—más amor, más felicidad, tranquilidad y paz. La que te regaña por comerte chocolates viejos (del baby shower de tu prima adolescente) pero aún así los guarda de recuerdo. La que te cuida y te mima como si fueras hija de ella porque, efectivamente, eres su única sobrina.
Las tías postizas/adoptivas que te planchan el pelo cuando se lo pides y de una te maquilla. La que te trataba como hija suya porque no tenía su propia, y ahora que la tiene, sabes que fue otra bebé que se ganó la lotería.
Las tías postizas que te adoptan en Disney y compensan por el despiste de tu madre biológica. Las que te hacen reír solo con respirar, las que sientes que conoces hace años aunque solo lleva en tu vida dos. La que llamas cuando te sientes ansiosa porque te ayuda a sentir paz, la que te da consuelo cuando lo necesitas. (Aquí hablo de la mejor amiga de mi mamá— M, eres de las personas más bondadosas que conozco y viviré agradecida siempre que Dios te haya puesto en nuestras vidas.)
A las tiamigas que te siguen en Facebook y que, aunque solo ves de vez en cuando, te emocionas igual. De las que te dicen «yo te vi cuando eras así de pequeña» como si yo no recordara viéndolas estudiando derecho con mi mamá — como si no me sintiera vieja viendo como sus hijas ya casi hasta se gradúan de la uni, o viendo los «memories» de Facebook de cuando fui al primer cumpleaños de su hijo que ahora es todo un emprendedor y tiene hasta su propia linea de limonada. Las que preguntan por ti siempre, y aunque no las veas tanto como quisieras, cada vez que sí comparten es como recordar que tienes tres tías lejanas más.
A las madres postizas que te adoptan porque sus hijos decidieron que iban a tenerte en sus vidas. Las que te cocinan, te invitan a la iglesia, las que te llevan a pasear por San Juan porque sí, las que se mantienen al tanto de tu vida (a veces hasta mejor que los hijos). Las que te llevan a Europa para que presencies su «Lo tori», las que velan por tu bienestar y te recuerdan siempre cuán flaca (o no.. JAJAJA) estás. Las que te cuidan por elección y te hacen sentir querida incondicionalmente, como si fueras hija de ellas también. (Shoutout especial para Ivelisse, Lourdes, Zoraida, Amarilis, María, Cristina, Leticia, Carmen, Jamil — gracias por dejarme en sus casas hasta cuando bromeaba que quería trabajar en fast food, genuinamente, las quiero mucho siempre.) (Y a las que no eran ni madres de amistades mías, y aún así me apoyan (Hola Lizzie). Also special shout-out to Gloria, Tiffany, Josefina, and Martha.)
(Me siento como Bad bunny en su canción nueva «las gabrielas, las patricia las nicole..» anyway, como les decía.)
Por último, a las maestras que te trataban como sus hijos. Las que recuerdas con mucha nostalgia y cariño— las que eran como Sprite (te dice las cosas como son), las que hacen apuestas contigo para intentar que te motives más a estudiar, las que te quitan las briscas pero te las devuelven después de clase. Las que genuinamente se preocupaban por ti y tu bienestar, que te hacían creer aún más en la profesión de maestro, las que te hacían querer que les pagaran 60 veces más solo porque te enseñaban más allá del salón de clases. Las que te llevaron a Costa Rica hasta cuando ya no estabas en la escuela, la que te acompaña corriendo a comprarle un bizcocho a tu mejor amiga para cantarle en el mismo hotel de Costa Rica (te hablo a ti, Meli). Las que hasta cuando te fuiste del colegio, te aceptaban de vuelta con emoción. Las que te siguen aún y te leen, y aún te recalcan lo orgullosas que están. Las que visitas en tus juegos de baloncesto y le escribes por instagram para que lea tu blog (Hola, Texi.) Las que te empujan a intentar cosas nuevas y casi te obligan a participar en oratoria solo porque ven tu potencial. Las que te hacen querer seguir tu pasión de escribir y te apoyan, las que te hacen sentir en casa hasta cuando estás en los United Estays. De las que te hacen pastelón y arroz con pollo, y te ayuda a recaudar fondos para ayudar a Puerto Rico después de María (porque en tu universidad eran unos racistas estúpidos que te dijeron que no tenían tiempo para PR porque estaban muy ocupados ayudando a Texas). (Nuevamente, shout-out especial para: Ana, Carol, Nilda, Nathbia, Melissa, María R., Texi, Pulli, Diana, VO, and Rellinger– las llevo y llevaré siempre en mi corazón!)
En fin, todas las madres que han estado en mi vida. Todas las que me han hecho sentir como si tengo seis madres en vez de una. Y si soy honesta, todas las quiero, respeto y aprecio porque de una forma u otra, me recuerdan a mi mamá.
Mami, gracias por tanto; hoy y siempre. Te amo, mucho y espero que te guste tu regalo.