A linear representation of a woman reading a book with a mug of coffee, under her we see a jumbled mess of lines turn into a butterfly. The title of the book reads "Paradoja neurotica"

Home

  • Welcome! (Bienvenides, pero en ingli)

    (Hi friends! In efforts to expand my platform, and appeal to more audiences, I have decided to do a trial run on translating my posts, since the auto-translate feature isn’t always the most accurate. But sit down, have a drink, read for a while.)

    All my life I’ve wanted to be a writer. I don’t mean that as hyperbole, literally for as long as I can remember, I’ve wanted to be a writer. In first grade, while the children talked about wanting to be astronauts, doctors, firefighters; I would lie and say that I wanted to be an architect, a veterinarian, or anything else that wasn’t a writer.

    As a child, I hid it out of shame. For whatever reason, six-year-olds don’t seem to understand the desire to read and write. As a teenager, I started sharing it openly, even though I was still getting confused looks from my peers, and my family thought I had found a new «hobby» to pursue.

    As I continued to mature, my desires only increased. Unfortunately, any artistic profession brings alarming looks from others, and by presenting the concept of a bachelor’s degree in literature so you can write a book to your family, you end up receiving even more alarming looks. So, after a while, when they asked me what I wanted to do with my life, I would answer I don’t know, or would try to change the subject with light jokes about wanting to work in fast food service, which made me the least favorite person for a couple of my friend’s parents.

    What everyone thought was a «phase», remained a passion, something I would do even if they didn’t pay me, so I pursued it anyway. Currently, I have my bachelor’s degree in literature (and psychology, because «anyone can be a doctor and write, but someone who writes cannot be a doctor») and my dream of writing a book and sharing my words with the world has not vanished.

    I don’t think it’s because of a narcissistic complex, I don’t think my words are more or less important than others; however, as a child, I watched the effect other people’s stories had on me. I remember how other’s words were able to transport me to another world; a silent one. One I am in control of, one I’m able to modify.

    I sound like a sociopathic narcissist again, suggesting that I want to control everything and everyone, but when you’re raised in a rather… unstable home, feeling in control of something seems like a luxury. But that will be a topic for another day; For now, writing for me is something therapeutic and as someone who over-analyzes everything, someone who would find a seventh sense if I culd, I usually have a lot to write about. I created this to give my stories a platform and life, to see if I can impact someone the same way others have impacted me.

    So, welcome to my contradictory and neurotic world. I hope you enjoy.

    “By embracing your calling and refusing to hide your glow, you wouldn’t just make your world brighter, you’d light the way for the women who come behind you.”

    Rachel Hollis, Girl, Stop apologizing.

    (Versión Original)

    Bienvenides,

    Toda mi vida he querido ser escritora. No lo digo como hipérbole, literalmente, desde que tengo memoria, he querido ser escritora. En primer grado, mientras los niños hablaban de querer ser astronautas, doctores, bomberos; yo mentía y decía que quería ser arquitecta, veterinaria, o cualquier otra cosa que no fuera ser escritora.

    De pequeña, lo escondía por vergüenza. Por alguna razón, niños de seis años no parecen comprender el deseo de escribir y leer. De adolescente, lo comencé a compartir abiertamente, aunque aún recibía miradas confusas de mis compañeros, y mi familia pensaba que había encontrado un «hobbie» nuevo para seguir.

    Al seguir creciendo, mis deseos solo aumentaron. Lamentablemente, cualquier profesión artística conlleva miradas alarmantes de los demás y al presentar el concepto de un bachillerato en literatura para poder escribir un libro a tu familia, recibes más miradas alarmantes todavía. Así que, luego de un tiempo, cuando me preguntaban qué quería hacer con mi vida respondía no sé, o intentaba cambiar el tema con bromas ligeras de querer trabajar en un «fast food», algo que me llevo a no ser la persona favorita de muchos padres.

    Lo que todos pensaron que era un «phase», permaneció como una pasión, algo que haría aunque no me paguen, así que lo estudié comoquiera. Actualmente, tengo mi bachillerato en literatura (y psicología, porque «cualquiera puede ser doctor y escribir, pero alguien que escribe no puede ser doctor») y mi sueño de escribir un libro y de compartir mis palabras con el mundo no ha desvanecido.

    No creo que sea por un complejo narcisista, no pienso que mis palabras son ni más ni menos importantes que otras; pero de niña, observé el efecto que tuvieron las historias de los demás en mí. Sentí cómo las palabras de otros me llevaban a un mundo en silencio, un mundo que yo controlo y modifico.

    Nuevamente sueno como una narcisista sociópata, sugiriendo que mi deseo es controlar todo y a todos, pero cuando te crías en un hogar … inestable. Sentir que tienes el control de algo parece un lujo. Pero ese será un tema para otro día; por ahora, escribir para mi es algo terapéutico y como alguien que sobre-analiza todo, alguien que si pudiera le buscara hasta la sexta pata al gato, usualmente tengo mucho de que escribir. Creé esto para darle plataforma y vida a mis historias y ver si logro impactar a alguien de la misma manera que otros me han impactado a mi.

    Así que, bienvenides a mi mundo contradictorio y neurótico. Espero que disfruten.

    «Tengo dos opciones: puedo escribir palabras al mundo y esperar que encuentren su audiencia. O puedo esconder mi luz debajo de la mesa por miedo a que mi resplandor no le guste a alguien.»

    Rachel Hollis, «Amiga, Lávate esa Cara»
  • Una carta a ustedes, supongo. <3.

    Esta debe ser la undécima o duodécima vez que me siento a mirar un papel virtual, buscando vaciar el cubo de pensamientos que invade mi cerebro en el momento, buscando cómo sanar los tijerazos que el universo continua dándole a las cuerdas sosteniéndome en el planeta, orando que una solución para dejar de despertarme ansiosa todas las mañanas en la madrugada se aparezca mágicamente, como si le dejara a Dios o al fantasma del gato de mi vecino un canvas vacío, una ouija moderna que les permite iluminarme el camino hacia la sanidad. Y aún así, al intentar obligarle a mi mente y a mis manos a sentirse escritorescas (con tal de no sentir ganas de pegarme un ti—*cough* de no sentirme como una… homicida personal), no encuentro ningún deseo ni intención de escribirles sobre mí.

    Últimamente, el peso de la vida se siente más real, más profundo. No sé si sea la adultez, la depresión, que la luna está en Mercurio, o si es que simplemente estamos en tiempos difíciles todos; pero el universo esta como extra welebi—. Ya no siento que voy bungee jumping para restrallarme; se siente como si voy nadando en un océano—inmenso y profundo; de los que te hace querer tener luz en exceso con tal de siempre ver tus pies y lo que vive debajo de nosotros—y que cada vez que intento subir a la superficie, cada vez que intento salir a exhalar aire fresco y no el del tanque enganchado a mi espalda, algo me agarra por los pies y me hala hasta el fondo… una y otra y otra y otra vez.Mi miedo… es que siga ocurriendo hasta que el tanque de oxígeno se agote y eventualmente no tenga… las fuerzas, de seguir intentando subir. Que el peso sea tanto que simplemente me deje caer, me deje llevar por la corriente a explorar el 80% de los océanos que nos faltan por recurrir. Y aunque sí, para mi escribir es terapéutico, al sentarme aquí no encuentro el interés ni el deseo de hablarles de mí, ni de compartir la bolsa de pensamientos que me hala hacia el fondo, no busco soltarles el peso inmenso que me sigue halando los pies; prefiero hablarles de otras cosas, de escribir sin propósito ni sentido, como la vida, y ver que sale.

    Me disculparía por el hecho de que nada de lo que le siga a esto tenga mucho sentido, pero en este punto de nuestra relación, ya deben estar conscientes de que yo rara la vez tengo sentido. (BTW, me disculpo por desaparecer por un mes. Les juro que intentaba escribir y escribir y… nada. No se si era la presión que me puse a mi misma, de querer solo seguir aumentando sus expectativas (sí, las de ustedes, mis lectores. Esto es… para ustedes, en realidad. Por mí, pero para ti) y no decepcionarlos o aburrirlos; o si es que el diablito de la ansiedad está bloqueando mis habilidades escritorescas con tal de aislarme del resto del mundo.)

    No he completamente psicoanalizado mi necesidad de proveer evidencia para las cosas (en forma de memorias específicas que le hacen creer a la gente que tengo buena memoria), aun cuando no me lo piden ni les he dado razón para no creerme, PERO; durante el tiempo que estuve MIA, intente ser Buzzfeed y hacerles una lista de 10 peliculas y series poco comunes, de las que, si he visto, que les recomiendo. Y les describía la película y le daba un rating, y los asociaba a otras series/películas, pero pues… (1) No me sentí lo suficientemente cómica como para poder ser Buzzfeed exitosamente (2) No he visto suficientes películas como para recomendarles otras similares. Intente después hablarles de mis teorías de Spongebob; de como el creador, como biólogo marino, basóla serie como si fuera tipo The Office, pero un nature documentary (que creo ya les habia llegado a mencionar), pero iba a profundizar en ella y ofrecerle evidencia concreta de la misma, pero pues

    El único pensamiento que me consumía era, a quien, a parte de a ti, le va a interesar un análisis profundo de Spongebob, y pues… nunca logro terminarlo. Intente entonces hablarles de mi relación con la religión, y de una intentar integrarles la disonancia cognitiva (que es una manera fancy y psicológica de decir que nuestro cerebro justifica nuestras acciones a nuestro favor, siempre, por mas que intentemos de que no o queramos pensar que no). Comencé a contarles sobre mi experiencia en un retiro religioso (top secret—confidencial, que no les puedo contar nada porque sino los tendría que matar jajajajajaja…. Enserio.) de tres días, donde el segundo día por la noche preguntaron quien todavía no había sentido la presencia de Dios y las únicas dos que se levantaron fuimos yo y otra muchacha, y de cómo eventualmente me di cuenta de que una línea en la película Easy A tuvo más efecto en mi relación con Dios que ese retiro—y que no dejarme llevar por los métodos convencionales arcaicos de la religión me otorga la libertad de desarrollar mi propia relación con Dios; una donde no lo veo como alguien que castiga a su prójimo, ni que odia a los gays o que me va a mandar al infierno por la vez que le contesté a mi mamá después de que me dijo que no le contestara; lo veo más como… no sé, un Amigo. Alguien que vela sobre mí y me escucha de vez en cuando y si llegara a necesitar una manera urgente de exhalar… ahí estaría.

    Lo más concreto que llegué a escribir, que me emocionó porque pensé que nuevamente había encontrado inspiración y musa (después de acabar la serie Dickinson en AppleTV+, véanla. La protagonista esta buenísima—digo, la serie. La serie esta buenísima. (Hailee Steinfeld if you ever read this,  im free on Thursday night and would like to hang out. Please respond to this and then hang out with me on Thursday night when I’m free, on Thursday night. When Im free), fue que encontré un libro sobre las historias (The Science of Storytelling, de Will Storr) y el escritor logra concretizar y validar la importancia de las mismas usando bases científicas, psicológicas e históricas. Le dio validez a mi lado escritoresco y, al mismo tiempo, sufri el trauma de ver el ultimo episodio de la serie Killing Eve (si, Así de malo estuvo y no soy la única que lo piensa. Adjunto la evidencia.) y me ayudo a darle validez al hecho de que (todavía, una semana después) no puedo ver escenas del episodio sin llorar. (Y no digo esto lightly, yo no lloro. No les estoy diciendo que me da sentimiento, o que se me aguan los ojos—no, lloro. Lloro como si estoy viendo la escena de Dos Oruguitas en Encanto por primera vez, o si nuevamente estoy sentada en una sala de cine en el 2008 viendo como Owen Wilson se despide del mejor actor canino que he presenciado, en Marley & Me. Lloro como si el final que le dan a los personajes es el mismo que me tocara a mí.)

    Source: @holyorchard (twitter)

    Logre irme en un viaje profundo sobre como mi tendencia de evitar ver películas nace de esta tendencia extraña que tengo de sobre relacionarme con los personajes, al punto que desarrollo esta añoranza, casi una necesidad de que terminen bien. O si no bien, con un final que me gustaría para mí. De como ciertas películas, de las que tratan de terminar con un final distinto al que uno usualmente esperaría, requieren tres a cinco días laborables para procesarlas emocionalmente, porque es como si vi mi vida entera (o por lo menos, los próximos 10 años de ella) en una película de hora y media, y necesito tiempo para procesarlo. Les hablo de como pienso que los medios de entretenimiento deberían ser un escape de la realidad, de otorgarnos a nosotros—los mortales propensos a los tijerazos (negativos…porque pues… tijerazos de otros lados son bienvenidos. Hailee, I’m free on Thursday if you want to hang out on Thursday.) del universo—la oportunidad de exhalar y despejar la mente. De hecho, escribi que;

    Podamos, por ya sean treinta minutos o dos horas y media, olvidarnos de nuestros problemas y podamos enfocarnos en los de personajes ficticios. Que podamos no pensar en lo que tenemos que terminar para el trabajo, o en si deje o no la estufa prendida, que no tenga que pensar en cómo voy a pagar por la vez que choqué el carro de—*cough*; ya saben, problemas que nos consumen a todos; y podamos pensar en cómo Robert Pattinson va a lograr estar con Catwoman (no la he visto, pero quiero), o en lo cómico que fue que Bella genuinamente sintió que el “It” boy misterioso de la escuela pensaba que ella apestaba y ella comoquiera se enamora perdidamente de él.

    “Y no es que quiera que todo siempre sea un escape feliz, y que en todas las películas veamos la misma estructura de conflicto donde, no importa lo que pase, al final del día, el mundo va a ser color de rosa y felicidad—y llueven flores. No. Estoy clara que a veces, el escape que uno necesita es ir a una sociedad distópica en donde, una vez al año podemos hacer lo que nos da la gana por 24 horas; o a veces necesitamos pensar en cómo sería la vida si nos tuvieran que dividir por distritos y mandarnos a pelear por comida (no sé, tampoco la vi… na, embuste, esas sí. Genuinamente no recuerdo por qué es que se van a los juegos).

    Sé también que a veces no necesitamos un escape, sino una perspectiva distinta. Y que las películas que tienden a reflejar la sociedad real, o a narrar historias con finales… no felices, a veces nos ayuda a ver nuestras situaciones de otra manera y tal vez, nos ayuda a salir adelante (o sea, que se relacionen a los personajes, de modo saludable (a diferencia de mi), y logren proyectar sus problemas en ellos para así tomar ideas de cómo superarlo).

    Sin embargo, también estoy consciente de que muchas de las series que más me han gustado, han sido victimas de malos desarrollos en sus historias, de escritores que parecen no saber como concluir sus historias (dice la que nunca sabe cómo concluir ni una salida con mis amigos), o de que terminan perjudicando el desarrollo de sus personajes y narraciones, por “shock value” o por intentar integrar elementos que estén “trending” al momento—que aunque no le sirva de nada al desarrollo, tener ciertos elementos aumenta vistas, así que, por qué no?

    Luego, citaba al tipo que escribió el libro que les dije, porque el dice que,

    “We beetle away happily… with the fact of the void hovering over us. To look directly into it, and respond with an entirely rational descent into despair, is to be diagnosed with a mental-health condition… The cure for the horror is story. Our brains distract us from this terrible truth by filling our lives with hopeful goals and encouraging us to strive for them. What we want, and the ups and downs of our struggle to get it, is the story of us all. It gives our existence the illusion of meaning and turns our gaze from the dreadThere’s simply no way to understand the human world without stories. Stories are everywhere. Stories are us. It’s story that makes us human. Recent research suggests language evolved principally to swap ‘social information’ back when we were living in Stone Age tribes… Stories about people being heroic or villainous, and the emotions of joy and outrage they triggered, were crucial to human survival. We’re wired to enjoy them.”

    Will Storr, «The Science of Storytelling»

    En otras palabras, que cualquier persona que llego a decirme que ser escritor o que contar historias no era esencial, (me puede mamar el b—*cough*)… estaba erróneo.

    Sin embargo, nunca logro terminar mis ideas. No logro concretizar el mensaje que quiero transmitir. No logro sentir que mis habilidades escritorescas son lo suficientemente poderosas como para lograr entretenerlos al hablarles de cosas que no son de interés general, de las cosas que la sociedad (mía, por lo menos) me ha condicionado a pensar solo me interesan a mi así que tengo que buscar maneras creativas de explicarlo. Es como el anuncio de Chef Boyardee donde el chef les guiñaba a los papás porque ahora contiene 2% de vegetales. Por tanto, tu hijo es feliz (ustedes están entretenidos leyendo mis rants incesantes de todo y nada donde intento compartir los 70 pensamientos que están entrando en mi cerebro a la misma vez) y tú como padre te sientes más tranquilo dándole su dosis diaria de Chef Boyardee a tu hijo sin sentirte culpable porque por lo menos está consumiendo 0.01% de brócoli sintético (o sea—duermo con la tranquilidad de pensar que efectivamente leyeron algo que posiblemente no les apasiona a ustedes, pero a mi si, y logre transmitir esa pasión de tal forma que no se aburrieron o decidieron darme “unfollow”). Y aun así, no creo que le llegue ni a los tobillos al Chef Boyardee metafórico de mi mente.

    No se. Mi inspiración viene y va últimamente, se me hace difícil silenciar al diablito metafórico que se me sienta en el hombro izquierdo. PERO, no se preocupen. Mi psicóloga me esta ayudando, y una de las asignaciones que me dio fue escribirles cartas a las personas, por… distintas razones, pero pensé comenzar con ustedes.

    Aunque Freud Jr. (el diablito de mi hombro, le puse nombre) intente hacerme borrar esta página con todo, o me hace dudar de mis habilidades, o pensar que mis palabras no tienen poder; ustedes han estado ahí. Genuinamente, recibir mensajes de extraños diciendo que se relacionan a lo que cuento, o que lo disfrutan, o que lograron reflejarse ustedes mismos en mis palabras; me llena el corazón de una manera inexplicable y me hace querer seguir luchando por este sueno que tengo desde que tengo memoria, y de lograr impactarlos del mismo modo que otros me han impactado a mí. De establecer una relación virtual y metafórica, pero donde sientan que me conocen y yo a ustedes, donde pueda proveerles ese confort que anhelan, ser para ustedes la persona que, en mis más bajas, añoraba tener a mi lado. Lamento no poder ofrecerlos nada concreto, me disculpo por desaparecer por un mes. Gracias por seguir aquí, espero poder… concretizar mis pensamientos próximamente y darles mejor contenido.

    Por ahora, como diría Squidward;

  • No soy yo, es El Diablo.

    Pasé gran parte de mi adolescencia pensando que era una psicópata y el resto de ella, anhelando que tuviera un tumor en el lóbulo frontal, benigno, que estaba controlando mis emociones y decisones.

    No quiero que piensen que soy una insensible (he presenciado lo difícil y aterrador que puede llegar a ser manejar tumores en cualquier lugar, y no se lo desearía ni a mi peor enemigo, pero recuerden que este espacio es para compartir los pensamientos que te susurra el diablito que se te sienta en el hombro cada vez que tienes que tomar una decisión), ni que sufría de hipocondría compulsiva y necesitaba evidencia física que comprobara que, efectivamente, me pasaba algo.

    (El diablito y ángel a los que me refiero más adelante)

    No fue nada así, pero para poder entender, tenemos que ir por partes.

    De pequeña, era muy cruel. No pienso que era apropósito, y probablemente mi ansiedad e inseguridades exageraron cuán «mala» era (en kinder, por ejemplo, mordía a los nenes–algo que, cuando cuento, los que me conocen usualmente dicen «no me sorprende», y en primer grado recuerdo que empujaba a una nena que podía, literalmente, aplastarme como cucaracha si quería (ella medía como 5’5 y yo mido como 4’9 desde que tengo 7 años.), pero nunca lo hizo. A mi mejor amiga, que conozco desde tercer grado, llegué a amenazarla con un tenedor (no sé) y probablemente fui su primera relación tóxica (que ya hemos hablado sobre eso y superado y pienso que es la amistad más genuina y saludable que tengo y tendré), pero al crecer, desarrollé cierta necesidad de comprobar, aún no sé si a mi misma o a los demás, que soy buena persona.

    Es una necesidad que, aún no he superado (que puede ser una de las razones por las cuáles sobre-explico todo y busco reiterarles constantemente que no quiero que piensen mal de mí), pero que he mejorado a través de los años. Solía ser una necesidad que me consumía, que me dominaba y me hacía poner a todo el mundo sobre mí. Ahora, solo es un pensamiento que me susurra el diablito en mi hombro y que puedo manejar. Sin embargo, imagínense cómo me sentí cuando una de mis amistades me dijo que le daba como «vibes de psicópata». Que conste que, nunca me ofendió, simplemente creó un conflicto en mi cerebro que me llevó a pensar que yo era un fenómeno extranjero aún no descubierto.

    Usualmente, si te dicen «psicópata», piensas en asesinos. Tal vez piensas en Ted Bundy o Jeffrey Dahmer, puede que te imagines a Christian Bale en American Psycho (no, tampoco la he visto), o a Dexter de… pues, Dexter. Puede que te imagines a tu ex, o a tu madrastra, al perro de tu vecino o a Donald Trump. Aún así, Google dice que «psicópata» no es un diagnóstico oficial. Psicológicamente hablando, un psicópata es alguien que sufre un trastorno de personalidad antisocial. (Sí, cada vez que se refieren a ustedes mismos como antisociales, se están diciendo Ted Bundy. El término correcto para un introvertido sin interés de interactuar con la sociedad, sería asocial. O yo.)

    Dexter, Dexter

    Hay muchos conflictos en este diagnóstico, ya que se sabe muy poco, y lo que sí se sabe se contradice por todos lados. Aún así, para efectos oficiales (y para nosotros), nos vamos a dejar llevar por las señales o síntomas más comunes que presentan en este trastorno. Un comportamiento socialmente irresponsable (o sea, matar al perro de tu vecino porque se hizo caca en tu jardín (sí, te hablo a ti Gru de Despicable Me), ignorar/violar los derechos de los demás, incapacidad de demostrar entre lo que está bien y mal, y una incapacidad de sentir remordimiento o empatía. Tienden a ser mentirosos compulsivos y manipuladores, tienen problemas recurrentes con la ley y una indeferencia general hacia la seguridad y responsabilidad. (Eso dice healthline, por lo menos.)

    En arroz y habichuelas, (como decía mi maestra que accidentalmente buscó un video porno mientras intentaba buscar un video de un grillo «molting»–una historia para otro día), un psicópata actúa impulsivamente; como si se dejara llevar por el «diablito», pero sin sentir nada. No necesariamente todos se convierten en asesinos en serie, ni en depredadores desalmados, pero sí tienden a tener tendencias más…rebeldes, dígamos. (Algo que yo, nunca tuve. Yo era buena. Era.) Cosas que uno pensaría «quién quisiera eso? Uy!», pero para alguien que sentía demasiado, la idea de alguien que no siente nada es casi un sueño. (O por lo menos pensaba, he tenido momentos dónde siento «nada» y es un vacío horrible.)

    Trigger Warning: Toco temas sensibles más adelante (depresión, ansiedad, self-h**m…) Lean a su discreción.

    Yo, juraba que era un fenómeno extranjero porque, aunque nunca le haría daño a nadie, sí me haría a mí. Y si me podía hacer daño a mi misma sin sentir remordimiento ni empatía, era una psicópata, pero solo contra mí. Pensar así, me quitaba el deseo de que fuera un tumor, y le daba sentido a todos los pensamientos que tenía que se sentían… únicos. Pensamientos que, aunque nunca lo había confirmado, solo pensaba yo. Las veces que no me ponía el cinturón apropósito, o cruzaba la calle sin mirar, las veces que me imaginaba una muerte tipo Final Destination cada vez que parabamos detrás de un camión, las veces que veía un cuchillo y en lo que pensaba era en mi vena yugular; todo tenía sentido, era un trastorno de personalidad. Lo que tenía que hacer era aprender a manejarlo y ya, resuelto.

    El «tumor» se convirtió en el diablito y comencé a distinguir entre mi «yo normal» y mi «yo psicópata» (una vocecita que me presigue hasta el sol de hoy, pero ya no sé ni cómo llamarle–mi psicóloga dice que le llame ansiedad, pero no sé. Ese nombre como que no le pega.) El diablito que me decía que cada vez que me pelaba con mis amistades, ya–capüt, se fueron de mi vida. Procedo a encerrarme en mi cuarto a llorar mientras escucho Reik debajo de mi sabana (de verdad pasó, Me Duele Amarte todavía me da bien duro). O que cada vez que alguien de mi familia se enojaba conmigo significaba que ya, me odiaban, como si no llevaran los 23 años de mi vida dejándome saber que me aman incondicionalmente.

    Me daban celos, pero celos casi posesivos que no podía explicar, y nacía de la voz en mi cabeza diciéndome «mira lo fácil que es reemplazarte, si mejor que tú hay mil», y cuando me importaba alguien, o mejor dicho cuando tuve mi primer grupo de amistades que satisfacía mi fantasía del trio de amigues en cualquier serie clichosa de Disney en los 2000’s, mi peor miedo automáticamente se convertía en perderlos. El «diablito»me convencía de que tenía que hacer todo lo posible por mantener a mis amistades, sin importar lo que tuviera qué hacer.

    Trio clichoso de Disney Channel

    Las veces que lamí tierra, o que me metía en problemas por no hacerle caso a mi familia en un intento de satisfacer ambos lados, porque por una parte estaba el miedo de perder a mis amistades y por el otro el de decepcionar a mi familia (que puede ser la razón por la cuál he visto Turning Red en Disney+ por los menos 15 veces desde que salió–veanla, está bien buena); las veces que permitía que me «gaslightearan» (no sé cómo se dice en español, pero gaslight me), o que me trataran como menos, que me tomaran por sentado. Las veces que me hacían sentir insegura por la ropa que me ponía, o las cosas que me compraba; solo para luego pedírmelo prestado dos días después. El diablito me convencía de que mi valor individual no era suficiente y nunca lo sería, así que tenía que hacer tres veces del esfuerzo necesario para satisfacer a los demás, aún cuando no me satisfacía a mí, aún cuando me drenaba emocional y físicamente. (Que conste que, esas amistades son las mismas que son mis fanáticos #1 en esta página y que lo que digo, no lo digo con resentimiento ni pienso que fue culpa de ellos que me sintiera así.)

    Pienso que mis inseguridades me hacían ponerle un peso inmenso encima a mis amistades, y mi afán por que mi vida sea como una película/serie no ayudaba; no creo que mi mejor amiga iba a llegar a dejar su segunda identidad secreta por mí (Hannah Montana:The Movie, si no entienden la referencia, no entiendo qué hacen aquí). Lo que quiero decir es, creé expectativas falsas de las personas que me rodeaban y cuando no las cumplían, sin importar cuán irrealizables fueran (porque literalmente eran basadas en personas ficticias) me decepcionaba. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que mis fallas impactaban mis perspectivas y que, aunque ninguna de mis amistades ha sido perfecta, yo tampoco lo he sido y… that’s okay. Las amistades no se basan en fallas o imperfecciones, se basa en quién está ahí cuando el túnel está alumbrado y el que se queda cuando está tan oscuro que no puedes distinguir ni las sombras–(y pienso que las personas en mi vida actualmente cumplen con los requisitos–sé que me leen, los amo).

    El diablito me convencía de que mi familia, por más que me dijeran cuán orgullosos estaban de mí, o cuán inteligente pensaban que era, solo lo decían porque sentían que tenían que decirlo (que debo notar, no es el estilo de mi familia. Mi familia te dice las cosas, de una manera cruel y cruda y espera tu reacción. Si es negativa, como suele ser, se ríen y dicen «es broma»–tengo muchas historias así, ya anhelo contárselas. «Bájate del carro»). Que no importaba cuánto me esforzara o cuán lejos llegara, nunca iba a ser suficiente. Porque aunque cumpliera con las expectativas de ellos, nunca cumpliría con las expectativas que impuse sobre mí (las mismas que creo me imaginé a los trece años; el sueño de convertirme en una escritora famosa joven, con mi best-seller millonario y los miles de productores que me iban a contactar para desarrollarlo como una serie–que yo iba a escribir, producir, dirigir y protagonizar (sí, tipo Lin-Manuel Miranda). Cabe decir, entonces, que cuando cumplí veinte años, oficialmente ya no era «teen», entré en un pre-pre-quarter life crisis por esta presión imaginaria que me impuse y el hecho de que sentía como si todos a mi alrededor seguían adelante con sus vidas, y yo estaba estancada en el mismo sitio. Todo lo cuál me decía el diablito.

    (Ahora, les voy a decir algo medio triste, medio… preocupante. Algo que creo que solo llegué a compartir con dos personas y una de ellas fue mi psicóloga–ya no pienso así, estoy mejor. No se asusten. Discreción, (TW) nuevamente.)

    No les puedo decir que llegue a una solución fácil ni directa, no les puedo decir que mis «coping mechanisms» fueron los mejores, pero por un tiempo, mi único consuelo era pensar… no me puedo morir, no le puedo hacer eso a mi mamá. No pensaba en mi papá, ni en mis abuelos–todos los cuáles se irían en crisis si me da hasta un catarro, no me podría imaginar algo peor–no pensaba en mis amistades, «ellos lo van a superar, sabe Dios si están hasta mejor…», no pensaba en mis perros ni en mis güimos, o en mis tías que, nuevamente, se irían en crisis. No, decidí que el peso caía sobre mi mamá. Decidí esto, luego de ver Thirteen Reasons Why (Sí, súper estúpido, clichoso pero recuerden–mi afán era que mi vida fuera una película). Mi pensamiento viendo esa serie nunca fue «wow, cómo pudo hacer eso por esas razones?» ni que esta sobre reaccionando, mi pensamiento siempre fue «cómo le pudo hacer eso a su mamá…(que cabe decir que Kate Walsh se botó (la que hace de la mamá que también es Addison en Grey’s y creo que sale en The Umbrella Academy).

    Me mantuve así por un tiempo. Con ese pensamiento, y un desinterés constante por todas las cosas que me solían gustar. No sé en qué momento sentí el deseo de buscar ayuda, no puedo recordar qué fue mi rock bottom (no sé si por qué siento que hay tantas posibilidades de cuál haya sido, o si es que mi mente lo bloqueó de mi memoria en un esfuerzo de proteger la poca dignidad que me quedaba), pero decidí hablar con uno de los consejeros de mi universidad (que era guapísimo, wow). Me ayudó, me sentí mejor, dejé de ir. Y seguí en ese ciclo hasta… bueno, ahora mismo estoy en el ciclo (pero mi psicóloga me quería cobrar demasiado así que.)

    Sin embargo, las últimas dos psicólogas que tuve siento que fueron las más que me ayudaron silenciar al diablito. A aprender a distinguir entre los pensamientos que quieroo que estén presentes, y los que el diablito está tratando de imponer. Aún hay veces que vuelven, hay veces que se siente como si el diablito ya ni me susurra, me grita al oído, pero poco a poco uno va encontrando formas de manejarlo.

    De vieja fue que vine a comprender que el diablito, efectivamente se llamaba depresión y que tenía razón, yo no estaba completamente en control de mis sentimientos ni mis acciones–pero no porque me controlaba un tumor, sino que los químicos en mi cerebro decidieron tener una fiesta y se les olvidó invitar a serotonina, y ahora se chavaron. (O si quieren una explicación más Disney, era Riley en Inside Out. Mi felicidad y tristeza se fueron a dar vueltas por mis memorias y dejaron a mi enojo y mi asco en control.) De vieja, fue que vine a entender que sí estaba enferma, y que aunque no fuera igual de visible que una herida abierta, o un tumor en el cerebro; estaba igual de presente que un dolor de cabeza o un catarro. Por más que no quería aceptarlo, era una enfermedad sin cura. Una enfermedad de la cuál te pueden ofrecer formas de manejarlo, o consejos de cómo mejorarlo, pero nunca cómo dejar de sentirlo. (Y no, lamento decirles: Noticia de Última Hora: Decir «no estés triste», «sonríe más», «sé feliz», «ay, eso es mental», NO lo soluciona. Dicen los científicos, por si eso los hace creerlo más)

    Este, lamentablemente no es otra narrativa mía dónde sobre-comparto todos mis pensamientos y hago un «trauma-dump» en el internet para luego acabar con una nota fresita y positiva asegurándoles que todo va a estar bien, porque no quiero ser hipócrita. Esta soy yo, compartiendo mis pensamientos más oscuros a ver si al sacarlos a la luz, se van. Esta soy yo, añorando que alguien en alguna parte del mundo me lea y diga «entiendo completamente» o «wow, yo pensaba que yo era el/la/le único/a/e que pensaba eso», y que esa misma persona esté mejor ya o que al leer esto, se dé cuenta de mi mejora y empiece a buscar la luz al final del túnel. La misma luz que yo, sigo persiguiendo, y cada vez que pienso que estoy apunto de agarrla, me tropiezo y se va. (Estoy bien, no se asusten.)

    Esta soy yo diciéndoles que estaba peor de lo que estaba hoy y que, aunque mi yo de trece años estaría decepcionada en que todavía no tenemos millones de dólares y no fuimos la mujer más jóven en ganarse el premio Nobel de literatura; pero mi yo de diesciseis años estaría aliviada de que el dolor de pecho se fue, y el deseo de llorar constante ya no me consume. No busco, activamente, alejarme de las personas en mi alrededor ni me han dejado de interesar las cosas. Mi yo de diesciocho años estaría decepcionada de que ya ni una margarita me puedo tomar sin que me den náuseas, pero orgullosa de que haya buscado ayuda y haya tomado una inciativa por mejorar.

    Les puedo decir que buscar ayuda, efectivamente, ayuda a silenciar al diablito, aunque sea un poco. Hacer ejercicio hace que se me olvide que el diablito existe por el hecho de que dejo de sentir mis piernas y mis pulmones se sienten como si fueran a explotar, enfocarme (aunque se me haga sumamente díficil por mi ansiedad/adhd no-diagnosticado) en algo ayuda también y mantener como siete formas de «media» prendidas a mi alrededor ayuda a silenciar al diablito, o por lo menos, distraerlo (por tanto, tengo mi «google home» con lo-fi hip hop beats, en mi iPad pongo algo para ver (usualmente Infieles en Youtube, que es de esos reality shows que son tan malos que son buenísimos, o una de las Ice Age en Disney+—son 5 y solo son válidas en español, igual que todas las Shrek y Mulan), en mi computadora trabajo/escribo/hago estupideces, y en mi teléfono subo y bajo en todas mis redes, leyendo los mismos cinco tweets de las únicas tres personas presentes).

    Ser más abierta sobre mis emociones y mis luchas, con mis familiares y amigos, me ha ayudado a validar mis emociones—hasta las negativas, y a hacerme sentir que no es que esté «loca», ni que soy un fracaso total—no es un tumor ni que sea una psicópata—sino que es algo que, lamentablemente, le ocurre a sobre 264 millones de personas. Y lamentablemente, los últimos años han sido tan difíciles para todos (menos para los dueños de Charmin), que es algo común. Algo normal que debería dejar de ser un tabú. (Y esto lo digo de manera cruda y lo lamento—nuevamente, discreción)

    El hecho de que alguien no comparta sus ideaciones suicidas o pensamientos negativos, o que le digas que «no diga eso» o que «no piense así», no le quita los pensamientos ni los hace desaparecer—permanecen ahí y ahora es peor porque, ahora están ahí en silencio. Siguen presentes, pero le estás exhortando a la persona a que se los quede guardados y, por lo menos para mí, soltarlo es… terapéutico, libertador. Siento que compartir lo negativo, le quita el poder al «diablito». Es como chotearle a la maestra que el nene que se sienta atrás tuyo te sigue dando patadas, lo tiras al medio y se abochorna.

    Compartir lo negativo lo saca de mi cabeza, y mi cabeza tiende a ser «hoarder«. Guarda las cosas y las deja ahí, sin importar que estén expiradas o podridas ya, las guarda y hace aparentar como si siguen siendo importantes —cuando efectivamente, son basura. Siempre se me ha hecho muy difícil superar las cosas, y pienso que cae grandemente en el poder que le daba al diablito hoarder en mi cabeza. Lo dejaba que me siguiera atormentando con lo mismo, ahogándome en un vaso de agua. Ahora, cuando empiezo a sentir que me ahogo, trato de respirar, mirar para abajo y tratar de ver si genuinamente me estoy ahogando en una corriente interminable (o sea, si estoy dejando que mi ansiedad sobre-analice todo y cree un worst case scenario que no es ni realístico) o si estoy en un vaso de agua acostada y lo que tengo que hacer es levantarme y ver que estoy en lo llanito (y sí, un vaso, en cualquier otra cosa sigo sintiendo que me ahogo, pero porque soy bien bajita.)

    Así que no sé, tal vez lo negativo los ayudé a ustedes también. (No sé si se han fijado, pero no soy muy buena concluyendo las cosas—pienso que es o por lo de las expectativas imposibles sobre mí misma (que todo lo que escriba tiene que ameritar terminar en la lista de los «best-sellers») o puede ser mis «abandonment issues» y que concluir un escrito implicaría que estoy acabando mi relación blogger —lector, no sé.) Aunque les dije que no iba a darles un final fresita, mentí, los voy a dejar con las dos frases cliché que, genuinamente me han tocado algún área del alma, y que comparto con mis amistades como forma de consuelo.

    La primera, es un clásico:

    «Las nubes grises también forman parte del paisaje»

    Ricardo Arjona, Fuiste Tú

    Porque, efectivamente, sin lo malo, lo bueno no se siente tan impactante. Por eso es que tendemos a tomar por sentado cuando todo va bien.

    La segunda, me sorprendió porque salió de una película de muñequitos, que siento siempre tratan de tener un mensaje más profundo y un tipo de moraleja, y fue:

    «When you’ve reached rock bottom, there’s only one way to go, and that’s up!»

    Buster Moon, Sing (2016)

    Y aunque no suelo ser muy optimista (porque siento como si cada vez que pienso que estoy en «rock bottom», descubro otra capa terrestre debajo mío que no sabía ni que existía), sí confieso que me inspiró a pensar que, tal vez, las cosas sí pueden mejorar. Puede que todo empeore antes de, pero eventualmente, mejoran.

    La última (que dije dos y mentí, perdón, ya saben que no soy narradora confiable), apareció hace poco (en la misma película que he les dije he visto mil veces ya (o sea, todos los días desde que salió), Turning Red) y me impactó de una manera… distinta.

    «People have all kinds of sides to them. And some sides are messy. The point isn’t to push the bad stuff away. It’s to make room for it, live with it.»

    Jin, Turning Red (2022)
    (Turning Red (2022)

    Supongo que eso mismo aprendí a hacer, aprendí a manejar la voz, el lado «psicópata», el diablito, como le quieran llamar, aprendí a vivir con ese lado de mí. Lo importante era saber distinguir entre que pensamientos le pertenecían al diablito (a la ansiedad, que como dice mi casi madrina «no me pertenece, solo me visita de vez en cuando, pero no tiene por qué quedarse) y los que me pertenecían a . A tratar de flipear la perspectiva de una manera dónde entendiera que, efectivamente tenemos pensamientos que no podemos controlar, pero saber manejar la importancia que le damos es lo que determina nuestra sanidad.

    Espero que ustedes también, aprendan a manejar a sus diablitos.

    (Yo sigo intentando, hay veces que no puedo pero… poco a poco, no?)

  • Capítulo 3: Cerrando, pero no sé si el broche sea de Oro.

    Previously on Paradoja Neurótica…

    (Otro día les hablaré de lo increíble que era y de cómo ese sí fue mi primer amor genuino. Otro día les contaré de lo mucho que su presencia me trajo paz, y de cómo ella me ayudó a crecer como persona, pero por ahora…)

    (Tan tan tararan tan tan–canción de intro; Paradoja Neurótica)

    (Finjamos que ese es el intro de mi serie)

    A veces «la persona correcta en el momento equivocado» en realidad fue la persona correcta para enseñarme una lección que necesitaba, pero cuando sentí que todo andaba mal en mi vida. (O del mismo modo, que todo iba demasiado bien. La pérdida de lo que consideramos estable y permanente, siempre se va a sentir en un momento equivocado.) Mi manera de decir—si genuinamente la persona es correcta, el tiempo también lo va a ser.

    No sé si compartí esto con ustedes para enseñarles mi «coming-out» story, o si les estoy diciendo que una vez aprendan a valorarse ustedes mismos, podrán encontrar a alguien que les de el valor que merecen; no sé si es una historia para que lean y ustedes aprendan algo, o si para darles fe de que eventualmente se recuperarán de las relaciones tóxicas que los persiguen.

    No sé si sea un post egoísta y sea yo probándome a mi misma que puedo hablar sobre estos traumas sin llorar como Sarah Paulson en cualquier temporada de American Horror Story (AHS), o que me quiero ahorrar los $50 de co-pay de mi psicóloga y estoy «trauma dumping» en el internet a ver si eso me hace sentir algo.

    (Para Referencia: Esta es Sarah Paulson en AHS.)

    No sé si les estoy compartiendo todo esto para ver si logro concretizar mi crecimiento y desarollo emocional de una manera que pueda decirle a mi inner child que todo fue necesario para llegar a dónde estoy hoy. No sé, ya les diré cuando termine de sobre-analizarlo.

    Por ahora, les diré que; en realidad mi coming out (como bisexual–aunque creo que el término correcto para mi sería queer) fue en Canada (cuando se lo dije a mi mamá por primera vez) y luego le deje saber a los demás a través de un post en Facebook. (Sí, muy poco original.) Les diré que lo que me motivó a hacerlo fue el hecho de que tenía una relación estable (por lo menos en el momento) y quería compartir mi felicidad con los demás. (Mucha gente no lo entendió, pero para mí fue como compartir que me gradué, o como el nene del anuncio de Tostitos, que celebran cuando se le cae el diente.)

    (Anuncio de Tostitos)

    Había pensado en encerrarme en mi cuarto, con la música sumamente alta (y que la canción fuera I Kissed a Girl de Katy Perry, o I’m Coming out de Diana Ross–tenía un playlist entero para la ocasión), y que cuando entraran a mi cuarto a pedirme que bajara la música; salía del clóset (literalmente) con una bomba y les tiraba confetti de arcoíris. Pero no fue así.

    Quería decirle primero a las personas más importantes en mi vida (en persona), y siempre me quedaba esperando el momento correcto–que nunca venía. (Aunque logré decírselo a algunas, solo no de la manera que esperaba– Mi papá, por ejemplo, decidió sorprenderme en la universidad para mi cumpleaños y al entrar a mi cuarto, lo primero que vio fue la carta que me había dado mi pareja que decía «Happy 5 Months! I love you!», así que en realidad, no decirle hubiera sido… más incómodo) Así que un 27 de Diciembre de 2019, decidí compartirlo con el mundo–por Facebook. Y supongo que ahora, tres años más tarde, decidí compartirlo con ustedes.

    Les diré que, a pesar de todo, no le tengo ningún tipo de rencor ni remordimiento a Ms. Paño (como la llamaremos). Eventualmente entendí que, en algunos casos, literalmente it’s not you, it’s them. (Tampoco quiero que piensen que yo fui perfecta en la situación–ambas cometimos errores.) Ella estaba acostumbrada a que la vida (ya sea por su familia abusiva, sus amistades tóxicas, o algún otro de los traumatizadores en su vida) le quitara lo que consideraba bueno, lo que le otorgara felicidad. (Estaba acostumbrada a ir bungee jumping y que el cable ya esté roto). Me tomó mucha fuerza entender que no cae en mí arreglarla, y aunque la quisiera ayudar con sus situaciones, nunca vas a poder ayudar a alguien que no quiere la ayuda. Me tomó mucha fuerza entender que, aunque sus emociones fueron válidas y sus comportamientos fueron trigger responses, no caía en mí ser una de las repercusiones de su desarrollo emocional (o la falta de ello).

    Como dije una vez en Puerto Rican Food Porn (sí también soy yo, búsquenme en Twitter):

    «No trates como mofongo al que te trata como aceituna»

    (@prfoodporn)

    De igual forma, les diré qué no le hablo y qué está bloqueada de todas mis redes sociales (todas. hasta Linkedin. Enserio.) Nada me podía asegurar que no intentaría comunicarse de nuevo conmigo (efectivamente, por algo está bloqueada en Linkedin). Y no es que piense que no voy a ser lo suficientemente fuerte para rechazarla, mucho menos que como estoy pasando por un momento difícil, tengo miedo de sentirme vulnerable y escribirle un «You up?» a las 3AM. Llegué a pensar en desbloquearla, para comprobarle que seguí adelante y que estoy mejor, pero no saber de ella me trajo paz… y pues, como dirían los gringos, «If it aint broke, don’t fix it.»

    Les diré también que después comprendí que «Sara» (o sea, Carla), nunca tuvo malas intenciones (y sabe Dios si en realidad era un chisme y ella nunca dijo nada–si llegas a leer esto, perdón por el zapato) y que probablemente fue mi primer «girl crush» oficial y por eso me impactó tanto que viera detrás de mi fachada. Les diré que recuerdo nuestra amistad con mucho cariño y nostalgia, y que aunque no hablemos tanto, siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Les diré que está hermosa y feliz (o parece estarlo en instagram, por lo menos) y que le deseo siempre mucho éxito y felicidad.

    (Perdón también a la del trampolín–sorry, Gabriela)

    Les diré que la que se emocionó cuando le dije que era «lesbiana», se emocionó nuevamente cuando se lo confirmé (oficialmente) y fue la que me hizo sentirme lo suficientemente cómoda como para decirle a los demás. Y que aunque hoy día no somos tan cercanas como éramos en esos tiempos, siempre va a tener un lugar demasiado especial en mi corazón por ser la primera en, inconscientemente, ayudarme a combatir mi homofobía internalizada (que, cuando lo digo no quiero decir que en algún punto de mi vida fui homofóbica, por lo menos no contra la comunidad LGBTQ+, yo solo era homofóbica conmigo misma–que nace de sentirme «anormal» por una gran parte de mi vida, y en la búsqueda de la normalidad, seguía encontrando una lista de rasgos que me seguían diferenciando de los demás–que luego aprendí, era algo bueno.) Nadie en mi círculo cercano reaccionó visiblemente mal, nadie me botó de su casa ni me dijo que iría al infierno; y ella fue la primera en asegurarme que así sería. (Si llegas a leer esto; gracias, AG.)

    (Si eres un(e/a) lector LGBTQ+, con quién reaccionaron negativamente, o efectivamente te dijeron algo así; mis redes, e-mails y mensajes están disponibles siempre. The Trevor Project también provee recursos para ayuda, educación y aceptación. Recuerden siempre que valen mucho con demasiado, y que la verdadera enfermedad, lo que los debería llevar «al infierno», es la homofobia. Nunca piensen lo contrario.)

    Les diré que aprender que el valor propio nace de uno mismo (que parece redundante y probablemente lo es), fue un proceso bien difícil que aún no he terminado. Y aprender que tu valor no depende de cuán atractivo/a/e (convencionalmente–porque para los gustos los colores) seas, ni de cuántos asquerosos tratan de usar su lengua como cuchara en tu garganta; ha sido de las lecciones más difíciles en seguir. Tu valor depende del tipo de persona que decidas ser y las acciones que tomes respectivamente. Tu valor nace de ti y está presente siempre aunque no lo veamos; por eso es que, usualmente, cuando las personas nos aman y se dan cuenta que nos dejamos de valorar, nos dicen que quisiera que nos viéramos desde sus ojos (que es difícil de procesar, yo también quisiera que me dieran un día tipo Freaky Friday donde puedo verme desde los ojos de otros, a ver que hay «tan especial»).

    Maddy Perez, Euphoria (2022)

    Les diré que perder a mi primer amor, el genuino, ha sido de las cosas más difíciles que he enfrentado, pero que a la larga, sé que ambas vamos a estar mejor. Y que genuinamente espero que de la tristeza y la pérdida nazca algo hermoso (no un hijo ni nada, me refiero a esta página y a mi relación con ustedes). (Y que las dos oruguitas de Encanto es lo que me ha mantenido a pie (porque me recuerda que para poder desarrollarnos, nos tenemos que ir a nuestro capullo solos, y aunque pueda que no queramos, no vamos a poder convertirnos en mariposas hasta que lo aceptemos.)

    «Ay, oruguitas, no se aguanten más
    Hay que crecer aparte y volver
    Hacia adelante seguirás
    Vienen milagros, vienen crisálidas
    Hay que partir y construir su propio futuro»

    Sebastián Yatra, Dos Oruguitas (Encanto, 2021)

    Por último, les diré que me tomó mucho tiempo realizar que al acosador no le importa tu apariencia física, ni lo que tienes puesto, ni si te lavaste los dientes o si no te bañaste; acosa igual. Me tomó mucha fuerza entender que todos los nenes que pensé me encontraban atractiva, en realidad me veían como un objetivo fácil. Veían mi inseguridad y sentían que me podían controlar. Me daban la ilusión que yo era la que los estaba manipulando a ellos, cuando en realidad, sin percatarme, me manipulaban a mí. (Aunque dudo que tenían la capacidad intelectual para estar conscientes de que eso hacían (no offense a mis lectores cis-hombres <3). Fue difícil aprender a darme mi lugar (o por lo menos intentarlo), fue difícil aprender a decir que no, y a huir de situaciones en las que me sienta incómoda. Más difícil aún es salir todos los días con el deseo de no volver a ser acosada más nunca, pero tener que aceptar que está fuera de tu control, y aún así seguir saliendo (con pepper spray, un cuchillo, un taser…eduquen mejor a sus hijOs).

    Me tomó mucha fuerza salir de la situación en la que estaba; aceptando que me trataran como menos y diciéndome a mí misma que no iba a conseguir algo mejor, pero salí. Y conseguí algo mejor (y más adelante sé que me esperan mejores cosas aún) y decidí que no es que yo no era suficiente para los demás, sino que los demás no eran suficientes para mí.

    Todas son lecciones que llegaron a mi vida… casi dándome con un carro. Lecciones que dolieron, frustraron, enojaron… pero todas me enseñaron algo, y espero que les enseñen algo a ustedes también.

    (Disculpen el final fresita, el original se borró y no lo pude recuperar. Gracias por sintonizar.)

  • Capítulo 2: «Straight», pero con Sazón

    Previously on «Paradoja Neurótica»…

    Hasta que un día, mientras estudiaba para un examen de Matemáticas en el Starbucks de mi universidad (o sea, un coffee shop pero que compraron muchos vasos con el logo de Starbucks), la conocí. (Sí, a la que les dije al principio, la que me trató como paño sucio, esa)...

    (Imagínense que aquí va la canción del intro y sale el título)

    Se paró al frente de mi mesa y aunque solo mantenía contacto visual conmigo, le hablaba a mis dos compañeras con las que estaba estudiando. Lo primero que me preguntó, cuando al fin se dirigió a mí, fue, «are you bisexual?».

    (Yo quedé, así:)

    Creo que cuando cuento esta historia, nadie entiende la importancia que estoy tratando de darle al hecho de que me preguntó si era bisexual. Si hacemos un rewind al principio (al Capítulo 1), recordamos que dije que «la primera vez que alguien pensó que yo era lesbiana, me sentí ofendida». Analizándolo bien ahora, probablemente fue por mi homofobía internalizada (la frustración que uno desarrolla al darse cuenta de que lo que te hace sentir algo positivo no es «normal») que desarrollé como mecanismo de defensa.

    (Para contexto: En psicología, existe un mecanismo de defensa del cuál vemos ejemplos diariamente, sin fijarnos, y se conoce como formación reactiva. Wikipedia dice que es «cualquier comportamiento, actitud o hábito que marcha en la dirección opuesta a la de un deseo reprimido.» Yo, que te lo trato de explicar a mi manera, te digo que es el estereotipo que vemos en todas partes del abusador, macho-alfa homofóbico que después nos enteramos en realidad ha sido gay toda su vida y el enojo que siente nace de sentirse incomprendido. (O sea, Adam de Sex Education, Nate de Euphoria, Karofsky de Glee…) En mi caso, mi proyección negativa era poner a William Levy de fondo de pantalla y cada vez que comentaba sobre la apariencia de cualquier mujer, lo acompañaba con un #NoHomo.)

    Representación gráfica de yo diciendo «no homo».

    Me quedé perpleja cuando me preguntó. Nadie, nunca, me había preguntado si era bisexual. Para mi identidad reprimida; que estaba asustada y en posición fetal escondiéndose en un clóset vacío y oscuro, quedándose ya sin agua y racionando la comida, se sentía más válido. Bisexual implicaría que me gustan los hombres (o sea, soy «normal»), pero de vez en cuando podía admitir que dejaría que Megan Fox me pegara un chicle en la cara (No sé). Implicaba que soy «straight» pero con sazón. Mi búsqueda de validación y de sentirme convencionalmente atractiva se podía expandir. ¿Por qué dejar que solo los Brads y Chads me dieran validación, si Sarah y Jessica me podían hacer sentir igual? Obvio, todo este análisis ocurrió internamente y en medio segundo; así que a ella no le respondí nada al momento.

    Procedí a ignorar la pregunta y a continuar estudiando de College Algebra. Una vez mis compañeras se fueron, volvió a mi mesa, se sentó al lado mío y me preguntó que si no le conteste porque no quise o si era por que no sabía. Yo le dije both.

    Lo que le siguió a ese día fueron muchas investigaciones tipo FBI a ver si descubría el nombre completo de ella, y ver stories de sus amistades (bueno, las que teníamos en común), a ver dónde estaba. (Ya saben, no por stalker, pero para poder encontrarme con ella accidentalmente). Le siguió desarrollar una tensión sexual muy rara; como si Tom & Jerry deciden que son gay, pero no pueden estar juntos porque Jerry sigue haciendo que Tom quiera aplastarlo con un martillo de muñequitos.

    Le siguió que, admitir que sentía algo por ella me llevó a confesarle a mis amistades que, efectivamente, tenían razón (pero no al 100%). Le siguió que la identidad reprimida que estaba escondida y racionando comida, logró salir y tratar de interactuar con el mundo luego de estar por 18 años siendo empujada adentro del clóset cada vez que intentaba salir a la luz.

    También le siguió ella buscándome y buscando excusas para escribirme—que usualmente eran relacionados a que había tomado demasiado y decidió hablarme. Le siguió ella hablándome todos los días mientras estaba en mi casa en las Navidades, pero una vez llegamos a la universidad, me enteré que tenía novia.

    Le siguió ella dejándose de la muchacha y buscándome tipo Rom-Com de los 2000’s, entrando al lobby de mi dorm para darme un beso e irse, sin decir nada (sí, de verdad pasó). Le siguió yo, confesándole que me gustaba (porque la primera vez no lo hice y ella me reclamó que por eso fue que se buscó otra novia) y ella dejándome en Read. Le siguió buscarse otra novia más, pero a esta le fue infiel conmigo (que no es algo que me enorgullece, pero no juzgué a Cassie en Euphoria porque yo fui Cassie en Euphoria (S2 Cassie—S1 la amamos).

    Una vez la dejó, pensé que entonces teníamos un chance. No fue así.

    Después me enteré por Twitter que, nuevamente, estaba empezando a hablar con otra. Eventualmente, se fue de la universidad, pero seguíamos hablando.

    No entraré en muchos detalles sobre nuestra «relación«, solo les diré que fue un año de sentirme como basura el 95% del tiempo, por pensar que el 5% que quedaba, que era positivo (cuando quería serlo), valía la pena. Un año de ella teniendo dos y tres novias, todo mientras seguía hablándome y tratándome como su pareja. Un año de ella siendo capaz de decirme que me amaba, y de llamadas en donde se quedaba dormida porque mi voz le daba paz, y sin embargo; nunca quizo estar conmigo.

    [TW: Su*cid*o]

    Cuando al fin tuve suficiente fuerza de voluntad como para decirme a mi misma que merecía mejor, y terminar con ella; mandó unos mensajes.. preocupantes, insinuando que se haría daño al dejarla.

    Procedí llamando al su*cide hotline (donde me pusieron en HOLD por como 20 minutos) y viendo a ver qué podía hacer al respecto.

    (Aparentemente, la línea telefónica es para personas batallando enfermedades mentales y necesitan alguien con quién hablar por un rato—cualquier situación más seria que eso, te van a referir al 9-1-1.)

    (Si llegaran a necesitar apoyo emocional de este tipo, pueden llamar al 1-800-273-8255. Mis e-mails y redes están disponibles siempre también. No se hundan en un vaso de agua, llamen a alguien que los ayude a levantarse para darte cuenta de que el agua es llanita.)

    Ella me dejó de contestar los mensajes y las llamadas iban directo a su voicemail. Le escribí una vez más; dejándole saber que si no escuchaba de ella, tendría que llamar a la policía como método preventivo. Me respondió que por favor no lo hiciera, que estaba bien.

    No volví a saber de ella hasta casi un año y medio después, cuándo me volvió a escribir y solo le contesté porque pensé que me daría closure.

    Ella, no estaba interesada en eso. Ella, me dijo que había cambiado y mejorado, que su vida no tenía sentido sin mí y que ahora sí sabría valorarme porque yo fui de las mejores, si no la mejor, cosa que le había pasado. (No lo digo por echármelas—genuinamente me dijo todo eso.)

    Yo, le respondí que lo que yo buscaba era «closure» y le recalqué que no la estaba ignorando, sino que no sabía qué decir…. mentí inconscientemente.

    Nunca le contesté. Recibí un mensaje de ella un San Valentin y la volví a bloquear.

    Un año más tarde, conocí al amor de mi vida. (Que ya no está en mi vida, pero pues.. fue el amor de una de mis vidas.) Conocí a alguien que me enseñó a valorarme y a ser independiente, hasta cuando estaba en una relación. Alguien que por primera vez me dijo «¿tú psicoanalizas a todos, pero quién te psicoanaliza a ti?» (sentí como si todos siempre me decían «estás bien pendeja»y al fin alguien me preguntó «pendeja, estás bien?») Y aunque después de tres años nos dimos cuenta que funcionamos mejor solas, no me arrepiento de nada. (No elaboraremos mucho sobre esto, ya que es reciente y fue una de las cosas que me empujó a comenzar a escribir públicamente— de la tristeza nacen las mejores obras, no?)

    (Otro día les hablaré de lo increíble que era y de cómo ese sí fue mi primer amor genuino. Otro día les contaré de lo mucho que su presencia me trajo paz, y de cómo ella me ayudó a crecer como persona, pero por ahora…)

    Nota del autor: Ahora sí es para crear tensión. Última parte sale el viernes (03/11).
  • Capítulo 1: El Clóset me Sacó a Mi

    La primera mujer que me llegó a gustar (o mejor dicho, la primera que me pude admitir a mi misma que me gustaba), me usó como trapo sucio y viejo que dejas debajo del fregadero de la cocina porque está todo sucio, apestoso y roto; pero lo guardas comoquiera porque es el mejor que quita las manchas. (Como diría el Chapulín Colorado, se aprovechó de mi nobleza.) 

    La primera vez que alguien me llegó a preguntar si era lesbiana, fue en décimo grado. Para mí, fue la ofensa más grande que me pudieran haber dado. Me pregunté qué daba la apariencia de que fuera gay; si mi obsesión con la escena en Jennifer’s Body donde Megan Fox y Amanda Seyfried se besan, o si el hecho de que en todos los casual day me vestía como Justin Bieber Circa 2010. No sé si me afectó más que pensaran que yo era gay, o si me afectó más quién fue la que lo pensó.

    Digamos que fue la Serena Van der Woodsen de mi escuela, la Alison DiLaurentis, antes de que se fuera de Elite; la que en quinto grado era mi mejor amiga y la que llamaba por mi teléfono de Hannah Montana para gastar los 45 minutos que me quedaban disponibles, pero después cuando llegamos a escuela superior, terminó siendo más popular que yo y la distancia ganó. (En el mundo cinemático de Mean Girls, ella sería Regina George y yo Janis.)

    Janis Ian, Mean Girls (2004)

    Mi reacción inicial fue de asombro; nadie nunca había sugerido que yo era lesbiana (por lo menos no a mi cara); procedido por los «Stages of Grief»,

    "No, probablemente la escucharon mal, hablaba de alguien más." (Denial) 
    "Qué estúpida, cómo se atreve? Si ni nos conocemos ya." (Anger) 
    "Puede ser que me vio con uno de mis hoodies de nene puesto, debería decirle que es de mi hermano o algo." (Bargaining)

    Lamentablemente, hasta ahí llegué en esa ocasión. Terminé ignorando el hecho y me juré comprobarle que era la persona más heterosexual del mundo; como si los nenes no me dieran asco y como si los pipís no me aterraban (Tengo una relación muy complicada con el sexo, no me siento cómoda refiriéndome a ciertas cosas por su nombre—pero eso es un tema para otro día). Varios meses después; sin querer, le di con un zapato en la cabeza, me convencí de que me odiaba y no le volví a hablar hasta la universidad.

    (Para contexto: Una de mis amigas había tirado una patada tipo Karate Kid en el salón, y había roto la ventana. Mientras eso ocurrió; yo salí del salón, muerta de la risa, e intenté imitar a mi amiga; sin tomar en consideración que éramos unas cretinas que usaban los zapatos como si fueran pantuflas de viejito millonario que duerme en batas, y que al imitar la patada de ella, mi zapato también terminaría volando y rompiendo algo más importante que la ventana, mi dignidad. Y la cabeza de «Sara.» (Se llama Carla, pero para disimular.)

    Un tiempo después, para nuestra clase de «psicología», nos hicieron escoger roles aleatoriamente, y teníamos que presentar una mini obra en dónde desarrollábamos nuestros personajes. A mi (porque como saben, a el Universo le gusta usarme como stress ball), me tocó «alguien que es gay y no sabe cómo decirle a sus padres». El rol de mi «padre» le tocó al que yo juraba era el amor de mi vida desde quinto grado (hasta que un día me «fui de pecho» y literalmente dijo yo nunca estaría contigo), que solo lo hizo peor. Cuando salimos de la clase, fui a dónde una de mis amigas y le dije «soy una lesbiana que no sabe cómo salir del clóset», y ella procedió a emocionarse, abrazarme y decir «¡Lo sabía!».

    (Que conste que fue la misma amiga que, eventualmente, sería la primera en enterarse, oficialmente, que no me gustaban tanto los pipís.)

    Nuevamente, me sentí como si me acababan de decir que mi boca olía a ajo podrido, o que parecía que no me bañaba hace una semana (para mí, la peor ofensa que puedo recibir es sobre mi higiene. Lo psicoanalizamos después). Esta vez no tenía justificación; esta sí me conocía. Esta era de las amigas que su familia sabía mis platos favoritos, de las que me había visto llorar porque mi outfit no cerraba (sí, de verdad pasó); esta me había visto en hoodie y en falda; en crop-top y en sweatpants. Alguien con una percepción profunda de mí y pensaba que YO era GAY?

    Mi misión, entonces, se convirtió en intentar ser la «bad girl» cliché de las películas. La misteriosa, incomprendida que tiene commitment issues pero si la llegas a conocer profundamente, te enamoras. La que nunca está con nadie seriamente, pero tenía muchos pretendientes por todas partes. (Siento que estoy describiendo la versión poética de una canción de Wisin & Yandel, pero ese es el vibe que quería dar.)

    En fin, quería ser Megan Fox en Jennifer’s Body, pero sin comerme a los nenes (literalmente). Por razones fuera de mi control (probablemente más relacionados a mi apariencia física en la escuela superior, aumentados más aún por mi baja autoestima), no lo pude lograr en décimo y tuve que esperar hasta mi año senior para poder tener mi era de Brooke Davis (S1-S3) en One Tree Hill. (No veo películas, pero veo demasiadas series.)

    En parte pudo haber sido que en mi año senior estaba en otro colegio; y no en el mismo en el que llevaba desde tercer grado (en el momento, cambiarme se sintió como el fin del mundo pero ahora, no me puedo imaginar un desenlace distinto). Nadie me recordaba como la que lamió tierra en tercero por un reto, ni como la que la primera vez que bebió en una fiesta estaba tomando antibióticos y terminó vomitando el trampolín de la casa de alguien. (El de Gabriela, pero nuevamente, para disimular.)

    Un colegio nuevo me abría el panorama a ser misteriosa, genuinamente misteriosa porque nadie sabía nada de mí. Mi oportunidad de comprobar que nunca ningún nene de mi clase me confesó sus sentimientos porque mi personalidad era demasiado, y no porque no era atractiva. Aquí no me conocían, no habían visto mis defectos, ni mis outbursts incontrolables de necesitar atención. Y efectivamente, lo comprobé.

    Les contaría sobre el primer nene que me llegó a gustar después de mi «padre» en psicología, y sobre cómo un viernes 12 de febrero me pidió un beso y juró que no tenía novia (ni nada por el estilo), y el lunes 15 (cuando celebramos San Valentin en la escuela) le envió una serenata (de esas que hacía el coro y el consejo de estudiantes para recaudar fondos) donde le dedicó «Solo para ti» de Camila a la muchacha con la que estaba saliendo; o que dos años después lo volví a ver en una parranda, (y yo, que no estaba en un buen lugar emocionalmente), traté de revivir la «llama», y él estaba muy ocupado tirándole a mi mejor amiga; pero eso sería muy directo.

    Podría contarles, entonces, de cuando fui a Punta Cana en mi Senior Trip y descubrí que sí me encontraban atractiva en otros países, como Chile, México, Ecuador, El Salvador… pero mi mamá lee esto, así que mejor lo guardamos para otro día. Por ahora, les contaré sobre algo un poco más serio, algo que se me hizo muy difícil realizar, superar y que aún estoy mejorando.

    No voy a profundizar mucho (no porque no es algo importante, sino porque es otro tema de los cuales les puedo escribir las cinco páginas double-sided, y preferiría dejarlo para otro escrito) ni voy a disertar una tesis doctoral sobre la feminidad y el valor interno de la mujer, pero sí diré que hubo un tiempo de mi vida dónde deje que mi validez interna dependiera de los demás.

    (Ahora nuevamente nos transportamos a un segway tipo serie de Netflix, y aquí es dónde te doy un flashback que de momento no entiendes, pero después se conecta con lo demás, se los prometo.)

    [Trigger Warning (TW): Hablo de Acoso Se*ual].

    No estoy segura de dónde nació mi inseguridad, ni que fue lo que causó el hueco inmenso en mi ego que me llevó a pensar así pero, nunca me sentí lo suficientemente linda para ser acosada.

    No leyeron mal; no me sentí, nunca, lo suficientemente linda para ser acosada. Sé que eso no es algo que debería pensar, ni mucho menos compartirlo con el internet; y no quisiera que nada dañara esta relación blogger—lector que hemos desarrollado hasta ahora (porque quiero que me sigan leyendo y me gusta pensar que le caigo bien a todo el mundo), pero siento que es necesario hacerlo para el contexto de la historia, y para ti, que me lees. Para que nunca pienses ni te sientas igual que yo me sentí.

    No les estoy diciendo que soy del 3% de mujeres que nunca han sido acosadas (sí. Tres. 97% de las mujeres entre 18-24 años han sido acosadas en algún punto de su vida–un tema que tocaremos bien y a fondo, después), ni les estoy sugiriendo que cuando salía a la calle buscaba activamente que un viejo verde de 65 años bajara la ventana y me pitara; pero cuando tienes 15 años y tus amigas están más… desarrolladas que tú, es fácil confundir lo que uno quiere.

    Les estoy diciendo que para mi mente de adolescente virgen que no tuvo ni su primer beso hasta los 17 años; el hecho de que a mis amigas las acosaran significaba (para mi) que estaban en plenitud. Pensaba que cuando nos agarraban las nalgas en el tumulto de los conciertos, era un halago. O que cuando un grupo de hombres me rodearon y comenzaron a decir «BESO! BESO!» en medio de una barra (aunque yo no conocía a ninguno de los que me estaba rodeando y mucho menos al que querían que le diera el beso), significaba que estaba tan buena que los hombres tenían que usar a sus amigos de excusa para hacer el primer «move».

    Sé lo que están pensado, lo pienso yo también cuando miro para atrás. Yo era una tonta (por no decir pendeja, no me gusta hablar malo) y si pudiera ir para atrás en el tiempo, iría a donde mi «yo» de ese entonces; le daría una bofetada, un abrazo y le diría «loca, ponte pa’ número.» Le reiteraría lo horrible que se siente ser acosadas, lo horrible que puede llegar a ser...ser mujer, y lo horrible que será cuando se dé cuenta de todas las veces que la acosaron, y por insegura, lo dejó pasar como algo normal. (aunque claro, nunca fue culpa mía, que fue algo que tuve que aprender luego. Nunca es culpa tuya que te acosen.) Le diría que su valor nace de ella, y que se dará cuenta de lo mucho que vale un poco tarde (y que va a tener que gastar mucho dinero en psicólogos y terapeutas, pero por lo menos va a saber lo que vale).

    (Nada, abundaremos más en temas así más adelante. Por ahora, vuelvo del flashback para explicarte por qué te dije todo esto.)

    Brinquemos entonces a cuando fui para la universidad. En Estados Unidos. Con Gringos. (No es que tenga algo en contra de los United Estays, (aunque…) pero si han visto una sola película de adolescentes estadounidenses o series como Blue Mountain State, Greek, Euphoria…les puedo decir que sí parecen estar basados en eventos reales.) Mi fantasía de empezar desde cero, de reivindicarme completamente, se volvió una opción y ahora el «bad-girl» phase se convertiría en algo más real, más viable.

    Efectivamente, ser una latina en un pueblo dónde lo más que habían visto de «cultura hispana» era el Taco Bell que quedaba al final de la calle, le vino bien a mi autoestima. Ignoraba por completo lo vacía que me sentía luego de una noche hablando con un Brad, o lo incómoda que me sentí la vez que besé a un Conrad (Brad no existe, pero ese sí), no me importaba que no me sentía ni plena ni vacía; estaba «fluyendo» (pensaba yo).

    Hasta que un día, mientras estudiaba para un examen de Matemáticas en el Starbucks de mi universidad (o sea, un coffee shop dónde compraban vasos con el logo de Starbucks), la conocí. (Sí, a la que les dije al principio, la que me trató como paño sucio, esa).

    (Nota del autor: No lo hago por crearles tensión, ni por tratar de jugar son sus sentimientos. Genuinamente, al escribir este blog, terminé escribiendo 10 páginas y no quería torturalos y que tuvieran que leerme trauma dumping por 10 páginas corridas–mejor se los expando para que lo sientan como menos.

    Parte 2 sale el Miércoles (03/09)

  • «El Agua es Azul porque…»

    Como «escritora» (que pongo entre «» [chzq • chzq] (como suena en mi mente) por las inseguridades que tengo con referirme a mi misma así, pero comoquiera lo hago porque tenemos que «fake it til we make it»), se podría decir que comprendo el afán por el arte. Como «artista» (entre chzq chzq por la misma razón), me gustaría considerarme alguien con una mente muy abierta, alguien que piensa que los límites de la creatividad no existen. Así que tiene todo el sentido del mundo cuando digo que, me rehuso a pensar que todas las películas no son basadas (en alguna forma) en la vida real.

    No sé si entienden, me repito; Me rehuso a pensar que todas las películas no son basadas en hechos reales. Y recuerden que esto hay que verlo con ojos neuróticos; cuando digo hechos reales, no me refiero a que todas las películas son un reflejo sobre la sociedad en la que estamos, ni tampoco busco criticar el hecho de que en los últimos diez años lo único que han creado son reboots o spinoffs de películas/series/novelas que eran famosas en los 1900.

    (Aunque en realidad estoy en contra de esto por dos razones 1. Me sentí vieja recordando que vi Rubí de pequeña y luego viví el «reboot»—Teresa. Y estoy segura que mi hija verá el reboot del reboot, María Fernanda, o algo así. (Y van a ser los mismos protagonistas de las dos anteriores) 2. Porque luego de ver la enésima versión de Halloween (que nuevamente es falso porque, como les dije, no veo películas) uno ya tiene que dejar que el tipo de la máscara (Michael?) se muera.).

    No, me refiero a que es ilógico pensar que mis peluches nunca me van a hablar. Ese ejemplo es medio «far-fetched«, así que les doy uno más concreto. Hay sobre siete billones de personas en el mundo, estamos increíblemente sobre-poblados, ¿y yo se supone que piense que no hay ni una sola persona que pueda expulsar ácido por los dedos de los pies? (No sé, para tratar de pensar en un superhéroe diferente) ¿O que genuinamente a nadie, nunca, su mascota le ha tenido tanta confianza que al fin se atrevió a hablarle sin el miedo de que terminara en un laboratorio científico?

    La lógica, nos diría que no. Nos diría que las películas/series fueron creadas para darle a sus espectadores un escape de la realidad, un mundo imaginario donde los limites no existen.

    (Sí, solo películas y series. Las novelas fueron creadas para las viejitas, chismosos, y para ver bofetadas bien mal dadas.algo que digo con amor, como viejita chismosa fanática de Destilando Amor y Al Diablo con los Guapos).

    La lógica descartaría mi teoría por completo, recalcando que así es como funciona la creatividad e imaginación; viendo hechos reales y dándoles el «spin» que los haga fantásticos. La lógica nos diría que como persona «creativa» y artística, debería saber que existe gente sumamente dotada en el planeta y que pueden inventarse cosas que aún ni nos hemos imaginado (como Avatar 7, que va a salir durante la tercera apocalipsis). Pero, es más divertido pensar ilógicamente.

    Es más divertido pensar que el Mandela Effect existe y que, efectivamente, en el 2012 el mundo sí se acabo y nos transferimos a uno alterno dónde Kit Kat no tiene el «–», Skechers se escribe sin T, Cool Wip no lleva H, Febreze está escrito con una (1) sola e (debería ser febreeze, ahora mismo se pronunciaría [febrES) y Nelson Mandela no murió en el 1985 (que es de dónde origina la teoría—mucha gente piensa que se murió antes pero se murió el 5 de diciembre del 2013.)

    (Este, es mi intento a un «segway» tipo película que rompe el «fourth wall» y, donde te digo «Yep. That’s me. I bet you’re wondering how I ended up here.»)

    ¿A dónde voy con esto? A introducir lo que me refiero cuando les hable de «teorías». No les quiero dar la apariencia de que soy una persona susceptible a las mentiras, ni que soy «gullible», mucho menos que soy alguien que toma como cierto todo lo que ve/lee/escucha. Al contrario, cuando quiero saber el por qué de algo necesito confirmación de que es por eso; cuando son cosas negativas, para asegurarme que tengo que comenzar a afrontar la realidad; cuando son cosas positivas, para asegurarme que el universo no me está invitando a ir «bungee-jumping». (Lean mi artículo anterior—ya tenemos inside jokes, qué gay.)

    Tampoco quiero que piensen que todo lo que escribo es un hecho, y mucho menos que yo pienso que lo sea. No soy de las que piensa que el gobierno nos implantó un chip en la vacuna (pero sí que nuestros teléfonos saben literalmente todo de nosotros y que tengan mucho cuidado con enojar al FBI, que va y leakean los mensajes que le mandaste a tu ex el viernes a las 2:50am.), ni pienso que los demócratas tienen una red secreta de tráfico humano que esconden en Pizza Hut (o algo así, no recuerdo), pero sí pienso que, a veces, cuando el autor dice que el agua es azul, es porque el agua es un reflejo de su validez interna y al estar irrumpido por su primer amor ve el agua como… bla bla bla.

    Decir que el agua es azul porque el autor quizo que fuera azul, es aburrido. Decir que el agua es azul porque cuando la luz del Sol atraviesa la atmósfera para llegar hasta nosotros… es aburrido, y amerita un quién… te preguntó.

    El problema es que si de verdad hay un significado detrás del color del agua, yo puedo pensar que es porque el autor estaba deprimido y quería tener su momento de «Bet on it» tipo Troy en High School Musical 2; mientras que Chencha puede pensar que el azul del agua representa la paz mental que siente el autor ahora que se dejó de Gabriella y se fue con Sharpay. (Me quedé con los ejemplos de HSM, pero todos sabemos que Gabriella era la verdadera villana.–T as in Troy? No, T as in tate’ quieta, loca.)

    Querer que todo tenga un motivo, o una explicación más profunda abre el margen para error y deja que se continúe abriendo y abriendo, hasta que se vuelve más fuerte que tú y te hala con todo. Yo debo saberlo, ya que siempre he sido muy susceptible a la imaginación. De pequeña, era cute. Significaba que mis juegos siempre eran complejos y complicados, que rara la vez me aburría, y que era buenísima cuando teníamos que escribir «creative essays». De grande, esa imaginación (si dejas que te siga consumiendo, como hice yo), se creyó que era un Pokémon y evolucionó. Pasé de «imagínate una película donde los chicles te hablan, pero solo cuando los muerdes…» a «ayer estaba de lo más bien con María pero hoy me contestó «ok» [ohq], como suena en mi mente] en vez de okay cuando le dije que ya estaba saliendo así que claramente está enojada conmigo. No tengo ni que preguntarle, lo dijo todo con su tono, no es lo que dice es cómo lo dice y ya hizo claro que me odia. Si ella me odia, eventualmente todos me van a odiar y voy a morir sola en el inodoro de Walmart.«

    Claramente, dejé que mi imaginación se convirtiera en ansiedad, así que el propósito de compartir mis teorías con ustedes ahora nace de un deseo de desarrollar esa imaginación nuevamente, y tratar de conducirla por un camino más positivo.

    Se podría decir que ya lo he hecho antes, pero seguramente era más un «hyper-fixation» que cualquier otra cosa. (Estuve obsesionada con Pretty Little Liars (PLL) por mucho tiempo; compré todos los libros, la serie completa en DVD y gasté horas y horas de mi vida viendo todos los episodios una y otra vez, buscando evidencia de que Mona era A, y después de que Toby era A… y después de que Spencer, Ezra, Melissa, Alison, Aria…. todo para que terminara siendo la hermana gemela de Spencer que estaba escondida en Inglaterra. *Inserta meme del caballo mal dibujado al final*)

    Unfinished Horse Drawing | Know Your Meme

    En fin, mis «teorías» son observaciones que hice y decidí darle un significado más profundo del que tiene. Habrán algunas que probablemente no les pueda otorgar pruebas concretas de que sea cierto (por ejemplo, el tipo que bota ácido por los pies en algún lado del mundo), y otras que les pueda dar evidencia, o cosas que yo considere evidencia. (Como mi teoría de que Bad Bunny en realidad dice sus iniciales al final de sus canciones y no «bebé» como inferí originalmente. Bad Bunny, B & B. Y cuando dice Bad Bunny [beibebebe], está diciendo Bad Bunny B&B, bebé.si alguien lo conoce, por favor dígale que lo confirme.)

    Puede que otras, no sean ni teorías, sean pensamientos que tuve en algún momento, o cosas por las cuáles me siento sumamente apasionada aunque no tengan sentido alguno, temas de los cuáles podría escribir ensayos de cinco páginas, double-sided, single-spaced, en Times 12. Como por qué Jon Snow debió haber sido el que murió en Game of Thrones (y que lo trataron de pintar como el héroe incomprendido con carita de (como diría mi abuela) perro sato desnutrido, cuando en realidad siempre necesitó que una mujer lo salvara), o que Spongebob sí merecía ser gerente en The Spongebob Squarepants Movie y que Mr. Krabs se pudo haber buscado una demanda con el departamento de trabajo; ya saben, pensamiento crítico necesario. 

    De vez en cuando, mis explicaciones son exitosas en traerme paz, o en terminar siendo más profundas de lo que planifiqué y dan la impresión de que sabía lo que estaba diciendo y soy la próxima Pablo Neruda. Como si mi subconsciente es un poeta frustrado, con mal de amores, apunto de cortarse el dedo (porque las orejas son los pintores). No lo digo solo porque me sorprendo yo misma con mi capacidad auto-crítica, sino que también impactaba a los demás. 

    En la escuela superior, solía decirle a los demás que los quería psicoanalizar. Habían veces que decía cosas generales, de las lecturas que te da el Walter Mercado que se sienta en una esquina en Río Piedras. «Se te hace muy difícil confiar en tus parejas porque tus padres nunca te dieron estabilidad, como decían que te iban a llevar a Disney y terminabas en el dentista, ahora solo puedes salir con mentirosos.» La gente se sorprendía.

    Habían otras veces, que genuinamente había hecho un psicoanálisis mental de los demás (ahora me voy en mi viaje tipo Pablo Neruda). Las personas no están acostumbradas a que los demás los observen, cuando me fijaba en pequeños detalles las personas se emocionaban mucho. Pienso que viene más del deseo de sentirnos vistos, de pensar que no somos los únicos que percibimos las cosas de cierta manera. 

    Ahora, como «millenial» en su «pre-quarter quarter life crisis» (y con un bachillerato en psicología), pienso que mis observaciones han mejorado mucho y a consecuencia, mis percepciones e interpretaciones de los demás y sus comportamientos también.

    (Antes de que piensen «ok que bueno loca, felicidades») ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que ahora puedo compartir con ustedes mis teorías, mis consejos, mis historias, mis observaciones, mis chistes; en fin, nos podemos ayudar mutuamente. Significa que puedo decirte que sigues en tu relación aunque seas infeliz porque tienes miedo a estar solx, o que el primero en mentirte fue tu papá y ahora aceptas a cualquier hombre mentiroso en tu vida (sí, te hablo a ti, Olga Tañon). Puedo decirte que te relacionaste a Cassie de Euphoria porque, al igual que ella, dejaste que tu validez naciera de los demás y cuando dejaste de recibirla, hubieras hecho cualquier cosa por tenerla de vuelta. ¿Son observaciones válidas? Sí. ¿Observaciones concretas, observaciones precisas? Espero que sí. ¿Debería preocuparles que con quién yo me relaciono en Euphoria es con Rue, y ahora estoy aquí diciendo que voy a tratar de darles consejos? Probablemente. Pero saben qué?

    Lo bueno de que un ciego guíe a otro, es que ninguno de los dos tiene por qué saber que el otro es ciego. 

    Y después que lleguemos a donde queremos llegar, el camino suele no importar. Todas las veces que nos chocamos con cosas, o las veces que pensamos que no íbamos a poder pasar sobre ciertos obstáculos en el camino (siguiendo con la metáfora–porque no los viste, o no te los esperabas), dejan de importar. Cuando llegas a tu meta, puedes trabajar en superar el camino y lo que viste ahí. (Tipo las películas estas donde el protagonista pasa por demasiadas cosas y tú piensas, «ea diablo, cómo va a superar eso?» Y hacen un time jump y de la nada «Six weeks later» está como si nada y la muerte de todos sus amigos no importó. No sé a qué película me refiero pero estoy segura que el protagonista es The Rock.

    No es que les esté diciendo que el resto de mis publicaciones van a ser una combinación de Martha Stewart y Dr. Phil, dónde te sugiero 10 Recetas para Alimentar a tu Ego o te hablo sobre cómo aprender a perdonar al que te robó el parking en plaza para ayudar a sanar tu «inner child». Pero puede que un día decida hablarles de cómo Shrek en realidad es un «coming-of-age film» que va en contra de todos los estándares postulados por la historia clásica del principe y la princesa, dejándonos saber que lo que vale es lo que está dentro de nosotros y no cómo aparentamos; y en leer mi análisis te das cuenta de que siempre has sido Burro y dejas que la gente te pisoteé y te trate mal aunque tú seas su único amigo porque piensas que así es que mereces que te traten (al principio de la película, vemos cómo su dueña lo trata, sugiriendo que el piensa que la violencia/insultos es un love language porque no aprende lo contrario hasta que conoce a La Dragona), y esta nueva percepción interna, superas a tu ex.

    Si mis palabras y la necesidad que tengo de que el gato tenga la misma cantidad de patas que de vidas, logran hacer un impacto en ti, mi querid(x) lector, entonces ya logré lo que quería. 

  • ¿Por qué «Paradoja»?

    Para poder desarrollar una relación blogger–lector estable (tengo muy poca estabilidad en mi vida y ustedes merecen estabilidad también así que), debo comenzar compartiendo varias cosas.

    Le doy una explicación a todo, hasta cuando no lo amerita, hasta cuando no me la piden.

    Cuando salí del closet (que supongo es otro factor que compartiré con ustedes), mucha gente me dijo que no le debía explicaciones a nadie. Yo nunca dije que se las debía, y si llegara a debérselas, probablemente no se las llegaría a dar (le debo mucho dinero a mucha gente, así que es irónico). Podría irme en un viaje psicoanalítico y llegar a veinte conclusiones diferentes sobre por qué le busco una explicación a todo (y lo he hecho ya), pero por ahora digamos que es por qué me gusta intentar que los demás vean mi perspectiva, y usualmente fallan en hacerlo. Sobre-explicarme, me ayuda a sentirme comprendida.

    No solo eso, sino que soy el tipo de persona que necesita saber el por qué de todo, una de mis características menos favoritas y de las más que influye en lo «neurótico». Hay ciertas cosas que no tienen explicación, estoy consciente, pero aún así, de vez en cuando me da paz mental crearle una.

    No se preocupen, usualmente son explicaciones divertidas. Por ejemplo, uno podría decir que soy bisexual porque la sexualidad es un espectro que no está fijamente sellado en uno u otro sexo. Sin embargo, a mi me gusta decir que es por Freud.

    Freud diría que soy bisexual porque en mi etapa de desarrollo infantil, cuando se supone que me enamorara de mi papá, no tenía una figura paterna. Por lo tanto, mi fijación se centralizó en mi madre. Una vez ella se casa y desarrollo una figura «paterna», mi fijación se quedó incompleta. Para él, como nunca terminé de enamorarme, ni de mi papá ni de mi mamá, cuando bebé (sí, no le hagan caso a Freud), ahora busco enamorarme de cualquiera de los dos. (Porque también dice que buscamos a nuestros padres en nuestras parejas y el resto de cualquier curso de psicología 101 que hayas tomado).

    Así que si alguna vez piensan, «esta le busca significado a todo» «it’s not that deep, loca» «esta explicación no tiene sentido» «esta no sabe guiar», todas son declaraciones ciertas, pero no tienen por qué dejármelo saber, estoy consciente.

    No me sé expresar.

    Mi mejor amiga solía burlarse del hecho que no sé comunicarme, pero quiero ser escritora. A través de los años, no sé si es que no me sé expresar aún o si es que no me expreso correctamente. Mi cerebro ve las cosas de cierta forma y a veces se me hace difícil procesar el hecho de que el de las otras personas también, y son de formas infinitamente distintas a la perspectiva mía. Lo bueno de «expresarse», es que puede ser de muchas maneras; aunque no sea buena expresándome en persona, espero poder expresarme correctamente con ustedes.

    No tengo un «brand».

    Si se han preguntado de qué va a ser este blog, bienvenidos al club. Crear una página sobre mis teorías de como las primeras tres temporadas de Spongebob Squarepants tienen un significado más profundo de lo que queremos pensar (ya que está escrito como si fuera un «nature documentary» de una civilización de peces sumamente inteligente) se sentía muy específico. En algún punto de mi vida, me gustaría escribir un libro basado en mi vida, que recientemente aprendí se conocería como un roman a clef, así que puede que comparta varias historias notables con ustedes.

    Siento que cada vez que escribo, contribuyo más a las tendencias narcisistas, pero no es que pienso que la historia de mi vida es tan notable que merece estar plasmada en todos los Barnes & Noble del mundo (aunque me encantaría), solo que al universo le gusta tratarme como su «stress ball» personal y me han pasado tantas cosas, que siento que ya es hora de que me confiesen que siempre fui parte de un reality show con cámaras escondidas por todas partes– como The Truman Show (creo, no veo películas). Compartir mis experiencias y todo lo que he pasado, siento que sería entretenido y terapéutico. (Tipo la obra de Lexi en Euphoria, (otra serie de la cual les podría escribir tres páginas de teorías en Times 12, single-spaced) caótico, pero necesario.)

    Le doy demasiadas vueltas a las cosas y amo las metáforas.

    El ejemplo más válido que les puedo dar es el hecho de que comencé a escribir esto con el propósito de explicarles por qué decidí llamarle «Paradoja Neurótica» a mi página y ahora saben más de mí que el 50% de mis primos.

    Google dice que una paradoja es un «dicho o hecho que parece contrario a la lógica», o sea, una contradicción. Una escritora que no sabe expresarse.

    La neurosis se define como inestabilidad emocional, y alguien con una personalidad neurótica es aquella que posee una «vulnerabilidad o sensibilidad emocional que predispone a la persona a ser más inestable emocionalmente, sobre todo frente a emociones de carácter negativo. Esto puede acabar provocando el desarrollo de fobias, depresión, dependencias, obsesiones. También suele estar acompañada de un elevado grado de ansiedad, el cual está marcado por una notable incapacidad para reducirla.»

    Ahora, antes de que me cancelen, como alguien que lleva acudiendo a psicólogos desde antes que cupiera en el sofa de las oficinas, pienso que conllevo el derecho de usar mi trauma y mi enfermedad mental a mi favor y a manejarla de la manera que pueda.

    En mi caso, lo manejo con humor autocrítico (self-deprecating humor), humor negro y no tomando las cosas tan enserio–aún cuando mi mente quiere que lo tome todo tres veces más enserio de lo que realmente es. Por tanto, me considero una contradicción caótica. Un desastre, pero relativamente estable, por ende, paradoja neurótica.

    (Que comparta esto con ustedes confirma dos cosas; 1. nuevamente les estoy dando una explicación que ni me pidieron ni les debo y 2. que cuando tienes que explicar el chiste, ya no es gracioso.)

    Las metáforas, simplemente pienso que son una manera divertida de ver las cosas. En vez de decirles que siento como si el universo toma cualquier oportunidad para quitarme la felicidad, les puedo decir que siento como si voy por mi vida como si fuera a hacer «bungee jumping». Estoy amarrada a los cables de seguridad, sintiendo el aire cada vez que subo y la adrenalina cuando bajo. Una vez estoy bien alto, empiezo a bajar. (Esta es la parte en donde alguien normal, baja del «bungee cord», se impulsa y vuelve a subir– creo, en realidad nunca he hecho bungee jumping. No soy narradora confiable, perdón.) Cuando estoy apunto de tocar el piso, que siento las mariposas de adrenalina en el estómago y puedo sentir el churro de hace poco en la garganta (en esta fantasía estamos en una feria, así que fue bien caro el churro.), el cable se rompe. Me caigo contra el piso.

    Otra que me gusta mucho es que mi vida es como una torre de Jenga y cada vez que siento que esta estable, llega alguien a sacar una pieza y saca la que no es y mi torre se cae y se hace mil pedazos. Esa, sin embargo, me la dañó mi psicóloga porque dijo que, «lo bueno de Jenga, es que siempre puedes recoger las piezas y volver a construir la torre», y yo estaba tratando de decirle que ya me daba miedo seguir construyendo la maldita torre y que no quiero volver a montarla a menos que sea con Krazy Glue.

    Si ustedes quieren tomar ese consejo, adelante, les exhorto a que sigan construyendo su torre de Jenga hasta que sea estable y perfecta y no venga un(e) malparide a sacar la pieza del medio que está sosteniendo la torre «by a thread» más nunca, pero yo no estoy en ese «mood» todavía.

    En fin, aunque puede que algunos de ustedes aún no sepan ni mi nombre, van a saber mis pensamientos y eso es mucho más que cualquier otra persona puede decir.

    Oficialmente, bienvenidos.

    Espero que esta página sea terapéutica para ambos.

  • Bienvenides,

    Toda mi vida he querido ser escritora. No lo digo como hipérbole, literalmente, desde que tengo memoria, he querido ser escritora. En primer grado, mientras los niños hablaban de querer ser astronautas, doctores, bomberos; yo mentía y decía que quería ser arquitecta, veterinaria, o cualquier otra cosa que no fuera ser escritora.

    De pequeña, lo escondía por vergüenza. Por alguna razón, niños de seis años no parecen comprender el deseo de escribir y leer. De adolescente, lo comencé a compartir abiertamente, aunque aún recibía miradas confusas de mis compañeros, y mi familia pensaba que había encontrado un «hobbie» nuevo para seguir.

    Al seguir creciendo, mis deseos solo aumentaron. Lamentablemente, cualquier profesión artística conlleva miradas alarmantes de los demás y al presentar el concepto de un bachillerato en literatura para poder escribir un libro a tu familia, recibes más miradas alarmantes todavía. Así que, luego de un tiempo, cuando me preguntaban qué quería hacer con mi vida respondía no sé, o intentaba cambiar el tema con bromas ligeras de querer trabajar en un «fast food», algo que me llevo a no ser la persona favorita de muchos padres.

    Lo que todos pensaron que era un «phase», permaneció como una pasión, algo que haría aunque no me paguen, así que lo estudié comoquiera. Actualmente, tengo mi bachillerato en literatura (y psicología, porque «cualquiera puede ser doctor y escribir, pero alguien que escribe no puede ser doctor») y mi sueño de escribir un libro y de compartir mis palabras con el mundo no ha desvanecido.

    No creo que sea por un complejo narcisista, no pienso que mis palabras son ni más ni menos importantes que otras; pero de niña, observé el efecto que tuvieron las historias de los demás en mí. Sentí cómo las palabras de otros me llevaban a un mundo en silencio, un mundo que yo controlo y modifico.

    Nuevamente sueno como una narcisista sociópata, sugiriendo que mi deseo es controlar todo y a todos, pero cuando te crías en un hogar … inestable. Sentir que tienes el control de algo parece un lujo. Pero ese será un tema para otro día; por ahora, escribir para mi es algo terapéutico y como alguien que sobre-analiza todo, alguien que si pudiera le buscara hasta la sexta pata al gato, usualmente tengo mucho de que escribir. Creé esto para darle plataforma y vida a mis historias y ver si logro impactar a alguien de la misma manera que otros me han impactado a mi.

    Así que, bienvenides a mi mundo contradictorio y neurótico. Espero que disfruten.

    «Tengo dos opciones: puedo escribir palabras al mundo y esperar que encuentren su audiencia. O puedo esconder mi luz debajo de la mesa por miedo a que mi resplandor no le guste a alguien.»

    Rachel Hollis, «Amiga, Lávate esa Cara»

Un comentario en “Home

Deja un comentario