No me considero poeta.
De hecho, si llevan conmigo desde el principio, saben que me cuesta llamarme «escritora», así que poeta? Menos.
Nunca sé cómo acabarlos, no me gustan a menos que rimen, y si escribo uno necesito que rime pero que transmita un mensaje profundo e irónico–una habilidad que aún no desarrollo, por lo menos no en la poesía.
No me considero Emily Dickinson, ni Pablo Neruda, ni Julia de Burgos, ni nada por el estilo y si nos dejamos llevar por lo técnico, esto es trampa, porque fue un escrito que hice para mi maestría, y… no sé. Me quedé con el deseo de compartirlo. Así que, les presento:
«¿A qué le tienes miedo? «
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Por un momento, tuve que pensar.
Pensé en la niña que se preguntaba
¿por qué los niños les temen a los monstruos?
¿O a la oscuridad?
Si yo, a lo que le temía…. era la realidad.
Pensé en la niña que le temía a los tribunales y a las cortes.
La que se preocupaba por trabajadores sociales,
Por visitas supervisadas, y vestidos ideales.
Es raro, ¿no? A lo que le llegamos a temer,
Si tan solo pudiéramos saber,
Que cada miedo se haría ver.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Y pensé en la adolescente,
La que tenía mil cosas en la mente.
La que no entendía por qué sus sentimientos,
Podrían sentirse tan intensos.
La que no comprendía de dónde nacía tanta tristeza;
O si, como decían los demás, solo era pereza;
La que basaba su valor interno en lo que dijeran los demás,
La que no sabía de lo que era capaz.
La que le temía a perder a los que parecían tan importantes,
A los amigos, que algún día consideré gigantes.
Con las que compartía todo,
Desde mis miedos, hasta mis apodos.
Las que conocieron a toda mi familia,
Las que conocieron todos mis lados,
Y aún así no se reconcilian.
Mis miedos, nuevamente, se volvieron realidad.
Perdí a todos los que creaban mi sanidad,
Y al parecer, eran los mismos que la alteraban.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Y recordé a la universitaria enamorada.
La que se sentaba por las noches pensando,
¿qué podría pasar?
La que se dejó enamorar,
Que se dejó llevar.
La que dio todo, y más
Con tal de convencerla que la amaba.
Con tal de que supiera que haría todo por ella,
Que era la única en mi mente, en mi corazón.
Pensé en la que lloraba, aterrada
Después de una discusión o una pelea,
La que pensaba que “hasta aquí era”.
La que juraba, por todo lo que quería,
Que… esa sería la ruptura que acabaría conmigo.
Que, al fin, luego de tanto, sabría cuál era mi mayor miedo.
Perderla, de eso no me recuperaría.
Si algo me ha demostrado el humor del universo,
Que suele ser irónico, y perverso;
Es que todo puede volverse cierto,
Especialmente a lo que le tienes miedo.
Se fue, y sin avisar.
Se fue, y aunque lo vi llegar,
Se sintió como…una muerte, que cometieron al azar.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Y no supe contestar.
Pensé en lo mucho que me duele perder a los demás;
Lo que dolió perderla a ella, lo que dolió perder a mis amigas.
Pienso en lo que dolió perder a mis mascotas, a mis perros y mis güimos.
Pensé en cuando diagnosticaron a mi abuela con cáncer,
A la que me crio y me cantó cuando era infante.
La que aún me cuenta cuán claro hablaba,
Y que mi memoria le refutaba,
cada historia nocturna, de las que se inventaba.
Pensé en arañas y cucarachas,
En lagartijas y viejas borrachas,
Pensé en la oscuridad, en la incertidumbre
En la soledad y todas sus costumbres,
Y aún así, no supe contestar.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le temes?
Y pensé, tal vez a la muerte, o a los nenes.
Pensé en que, si lo digo, lo pongo en el universo,
Que como ya sabemos,
Tiene un sentido del humor perverso.
Pensé que decirlo, lo hace real.
Decirlo, lo hace pasar.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le temes?
Y al fin contesté; No sé, pregunta mejor la semana que viene.