Una carta a ustedes, supongo. <3.

Esta debe ser la undécima o duodécima vez que me siento a mirar un papel virtual, buscando vaciar el cubo de pensamientos que invade mi cerebro en el momento, buscando cómo sanar los tijerazos que el universo continua dándole a las cuerdas sosteniéndome en el planeta, orando que una solución para dejar de despertarme ansiosa todas las mañanas en la madrugada se aparezca mágicamente, como si le dejara a Dios o al fantasma del gato de mi vecino un canvas vacío, una ouija moderna que les permite iluminarme el camino hacia la sanidad. Y aún así, al intentar obligarle a mi mente y a mis manos a sentirse escritorescas (con tal de no sentir ganas de pegarme un ti—*cough* de no sentirme como una… homicida personal), no encuentro ningún deseo ni intención de escribirles sobre mí.

Últimamente, el peso de la vida se siente más real, más profundo. No sé si sea la adultez, la depresión, que la luna está en Mercurio, o si es que simplemente estamos en tiempos difíciles todos; pero el universo esta como extra welebi—. Ya no siento que voy bungee jumping para restrallarme; se siente como si voy nadando en un océano—inmenso y profundo; de los que te hace querer tener luz en exceso con tal de siempre ver tus pies y lo que vive debajo de nosotros—y que cada vez que intento subir a la superficie, cada vez que intento salir a exhalar aire fresco y no el del tanque enganchado a mi espalda, algo me agarra por los pies y me hala hasta el fondo… una y otra y otra y otra vez.Mi miedo… es que siga ocurriendo hasta que el tanque de oxígeno se agote y eventualmente no tenga… las fuerzas, de seguir intentando subir. Que el peso sea tanto que simplemente me deje caer, me deje llevar por la corriente a explorar el 80% de los océanos que nos faltan por recurrir. Y aunque sí, para mi escribir es terapéutico, al sentarme aquí no encuentro el interés ni el deseo de hablarles de mí, ni de compartir la bolsa de pensamientos que me hala hacia el fondo, no busco soltarles el peso inmenso que me sigue halando los pies; prefiero hablarles de otras cosas, de escribir sin propósito ni sentido, como la vida, y ver que sale.

Me disculparía por el hecho de que nada de lo que le siga a esto tenga mucho sentido, pero en este punto de nuestra relación, ya deben estar conscientes de que yo rara la vez tengo sentido. (BTW, me disculpo por desaparecer por un mes. Les juro que intentaba escribir y escribir y… nada. No se si era la presión que me puse a mi misma, de querer solo seguir aumentando sus expectativas (sí, las de ustedes, mis lectores. Esto es… para ustedes, en realidad. Por mí, pero para ti) y no decepcionarlos o aburrirlos; o si es que el diablito de la ansiedad está bloqueando mis habilidades escritorescas con tal de aislarme del resto del mundo.)

No he completamente psicoanalizado mi necesidad de proveer evidencia para las cosas (en forma de memorias específicas que le hacen creer a la gente que tengo buena memoria), aun cuando no me lo piden ni les he dado razón para no creerme, PERO; durante el tiempo que estuve MIA, intente ser Buzzfeed y hacerles una lista de 10 peliculas y series poco comunes, de las que, si he visto, que les recomiendo. Y les describía la película y le daba un rating, y los asociaba a otras series/películas, pero pues… (1) No me sentí lo suficientemente cómica como para poder ser Buzzfeed exitosamente (2) No he visto suficientes películas como para recomendarles otras similares. Intente después hablarles de mis teorías de Spongebob; de como el creador, como biólogo marino, basóla serie como si fuera tipo The Office, pero un nature documentary (que creo ya les habia llegado a mencionar), pero iba a profundizar en ella y ofrecerle evidencia concreta de la misma, pero pues

El único pensamiento que me consumía era, a quien, a parte de a ti, le va a interesar un análisis profundo de Spongebob, y pues… nunca logro terminarlo. Intente entonces hablarles de mi relación con la religión, y de una intentar integrarles la disonancia cognitiva (que es una manera fancy y psicológica de decir que nuestro cerebro justifica nuestras acciones a nuestro favor, siempre, por mas que intentemos de que no o queramos pensar que no). Comencé a contarles sobre mi experiencia en un retiro religioso (top secret—confidencial, que no les puedo contar nada porque sino los tendría que matar jajajajajaja…. Enserio.) de tres días, donde el segundo día por la noche preguntaron quien todavía no había sentido la presencia de Dios y las únicas dos que se levantaron fuimos yo y otra muchacha, y de cómo eventualmente me di cuenta de que una línea en la película Easy A tuvo más efecto en mi relación con Dios que ese retiro—y que no dejarme llevar por los métodos convencionales arcaicos de la religión me otorga la libertad de desarrollar mi propia relación con Dios; una donde no lo veo como alguien que castiga a su prójimo, ni que odia a los gays o que me va a mandar al infierno por la vez que le contesté a mi mamá después de que me dijo que no le contestara; lo veo más como… no sé, un Amigo. Alguien que vela sobre mí y me escucha de vez en cuando y si llegara a necesitar una manera urgente de exhalar… ahí estaría.

Lo más concreto que llegué a escribir, que me emocionó porque pensé que nuevamente había encontrado inspiración y musa (después de acabar la serie Dickinson en AppleTV+, véanla. La protagonista esta buenísima—digo, la serie. La serie esta buenísima. (Hailee Steinfeld if you ever read this,  im free on Thursday night and would like to hang out. Please respond to this and then hang out with me on Thursday night when I’m free, on Thursday night. When Im free), fue que encontré un libro sobre las historias (The Science of Storytelling, de Will Storr) y el escritor logra concretizar y validar la importancia de las mismas usando bases científicas, psicológicas e históricas. Le dio validez a mi lado escritoresco y, al mismo tiempo, sufri el trauma de ver el ultimo episodio de la serie Killing Eve (si, Así de malo estuvo y no soy la única que lo piensa. Adjunto la evidencia.) y me ayudo a darle validez al hecho de que (todavía, una semana después) no puedo ver escenas del episodio sin llorar. (Y no digo esto lightly, yo no lloro. No les estoy diciendo que me da sentimiento, o que se me aguan los ojos—no, lloro. Lloro como si estoy viendo la escena de Dos Oruguitas en Encanto por primera vez, o si nuevamente estoy sentada en una sala de cine en el 2008 viendo como Owen Wilson se despide del mejor actor canino que he presenciado, en Marley & Me. Lloro como si el final que le dan a los personajes es el mismo que me tocara a mí.)

Source: @holyorchard (twitter)

Logre irme en un viaje profundo sobre como mi tendencia de evitar ver películas nace de esta tendencia extraña que tengo de sobre relacionarme con los personajes, al punto que desarrollo esta añoranza, casi una necesidad de que terminen bien. O si no bien, con un final que me gustaría para mí. De como ciertas películas, de las que tratan de terminar con un final distinto al que uno usualmente esperaría, requieren tres a cinco días laborables para procesarlas emocionalmente, porque es como si vi mi vida entera (o por lo menos, los próximos 10 años de ella) en una película de hora y media, y necesito tiempo para procesarlo. Les hablo de como pienso que los medios de entretenimiento deberían ser un escape de la realidad, de otorgarnos a nosotros—los mortales propensos a los tijerazos (negativos…porque pues… tijerazos de otros lados son bienvenidos. Hailee, I’m free on Thursday if you want to hang out on Thursday.) del universo—la oportunidad de exhalar y despejar la mente. De hecho, escribi que;

Podamos, por ya sean treinta minutos o dos horas y media, olvidarnos de nuestros problemas y podamos enfocarnos en los de personajes ficticios. Que podamos no pensar en lo que tenemos que terminar para el trabajo, o en si deje o no la estufa prendida, que no tenga que pensar en cómo voy a pagar por la vez que choqué el carro de—*cough*; ya saben, problemas que nos consumen a todos; y podamos pensar en cómo Robert Pattinson va a lograr estar con Catwoman (no la he visto, pero quiero), o en lo cómico que fue que Bella genuinamente sintió que el “It” boy misterioso de la escuela pensaba que ella apestaba y ella comoquiera se enamora perdidamente de él.

“Y no es que quiera que todo siempre sea un escape feliz, y que en todas las películas veamos la misma estructura de conflicto donde, no importa lo que pase, al final del día, el mundo va a ser color de rosa y felicidad—y llueven flores. No. Estoy clara que a veces, el escape que uno necesita es ir a una sociedad distópica en donde, una vez al año podemos hacer lo que nos da la gana por 24 horas; o a veces necesitamos pensar en cómo sería la vida si nos tuvieran que dividir por distritos y mandarnos a pelear por comida (no sé, tampoco la vi… na, embuste, esas sí. Genuinamente no recuerdo por qué es que se van a los juegos).

Sé también que a veces no necesitamos un escape, sino una perspectiva distinta. Y que las películas que tienden a reflejar la sociedad real, o a narrar historias con finales… no felices, a veces nos ayuda a ver nuestras situaciones de otra manera y tal vez, nos ayuda a salir adelante (o sea, que se relacionen a los personajes, de modo saludable (a diferencia de mi), y logren proyectar sus problemas en ellos para así tomar ideas de cómo superarlo).

Sin embargo, también estoy consciente de que muchas de las series que más me han gustado, han sido victimas de malos desarrollos en sus historias, de escritores que parecen no saber como concluir sus historias (dice la que nunca sabe cómo concluir ni una salida con mis amigos), o de que terminan perjudicando el desarrollo de sus personajes y narraciones, por “shock value” o por intentar integrar elementos que estén “trending” al momento—que aunque no le sirva de nada al desarrollo, tener ciertos elementos aumenta vistas, así que, por qué no?

Luego, citaba al tipo que escribió el libro que les dije, porque el dice que,

“We beetle away happily… with the fact of the void hovering over us. To look directly into it, and respond with an entirely rational descent into despair, is to be diagnosed with a mental-health condition… The cure for the horror is story. Our brains distract us from this terrible truth by filling our lives with hopeful goals and encouraging us to strive for them. What we want, and the ups and downs of our struggle to get it, is the story of us all. It gives our existence the illusion of meaning and turns our gaze from the dreadThere’s simply no way to understand the human world without stories. Stories are everywhere. Stories are us. It’s story that makes us human. Recent research suggests language evolved principally to swap ‘social information’ back when we were living in Stone Age tribes… Stories about people being heroic or villainous, and the emotions of joy and outrage they triggered, were crucial to human survival. We’re wired to enjoy them.”

Will Storr, «The Science of Storytelling»

En otras palabras, que cualquier persona que llego a decirme que ser escritor o que contar historias no era esencial, (me puede mamar el b—*cough*)… estaba erróneo.

Sin embargo, nunca logro terminar mis ideas. No logro concretizar el mensaje que quiero transmitir. No logro sentir que mis habilidades escritorescas son lo suficientemente poderosas como para lograr entretenerlos al hablarles de cosas que no son de interés general, de las cosas que la sociedad (mía, por lo menos) me ha condicionado a pensar solo me interesan a mi así que tengo que buscar maneras creativas de explicarlo. Es como el anuncio de Chef Boyardee donde el chef les guiñaba a los papás porque ahora contiene 2% de vegetales. Por tanto, tu hijo es feliz (ustedes están entretenidos leyendo mis rants incesantes de todo y nada donde intento compartir los 70 pensamientos que están entrando en mi cerebro a la misma vez) y tú como padre te sientes más tranquilo dándole su dosis diaria de Chef Boyardee a tu hijo sin sentirte culpable porque por lo menos está consumiendo 0.01% de brócoli sintético (o sea—duermo con la tranquilidad de pensar que efectivamente leyeron algo que posiblemente no les apasiona a ustedes, pero a mi si, y logre transmitir esa pasión de tal forma que no se aburrieron o decidieron darme “unfollow”). Y aun así, no creo que le llegue ni a los tobillos al Chef Boyardee metafórico de mi mente.

No se. Mi inspiración viene y va últimamente, se me hace difícil silenciar al diablito metafórico que se me sienta en el hombro izquierdo. PERO, no se preocupen. Mi psicóloga me esta ayudando, y una de las asignaciones que me dio fue escribirles cartas a las personas, por… distintas razones, pero pensé comenzar con ustedes.

Aunque Freud Jr. (el diablito de mi hombro, le puse nombre) intente hacerme borrar esta página con todo, o me hace dudar de mis habilidades, o pensar que mis palabras no tienen poder; ustedes han estado ahí. Genuinamente, recibir mensajes de extraños diciendo que se relacionan a lo que cuento, o que lo disfrutan, o que lograron reflejarse ustedes mismos en mis palabras; me llena el corazón de una manera inexplicable y me hace querer seguir luchando por este sueno que tengo desde que tengo memoria, y de lograr impactarlos del mismo modo que otros me han impactado a mí. De establecer una relación virtual y metafórica, pero donde sientan que me conocen y yo a ustedes, donde pueda proveerles ese confort que anhelan, ser para ustedes la persona que, en mis más bajas, añoraba tener a mi lado. Lamento no poder ofrecerlos nada concreto, me disculpo por desaparecer por un mes. Gracias por seguir aquí, espero poder… concretizar mis pensamientos próximamente y darles mejor contenido.

Por ahora, como diría Squidward;

Un comentario en “Una carta a ustedes, supongo. <3.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s